Opinión

¿Madrid?

En Madrid hay muchísima gente. Parece que pasa algo. Pero el mayor cambio es el del tiempo, el de los tiempos

LAS SEIS y media de la mañana. Se va el autobús y me quedo en la acera desierta. De nuevo en Madrid.

En Madrid hay muchísima gente. Parece que pasa algo. Pero el mayor cambio es el del tiempo, el de los tiempos. Decides salir con antelación para ir con calma y así poder dar una vuelta antes, y resulta que llegas por los pelos, que esa antelación nunca lo es.

Estoy comiendo cerca del Teatro Real, y un chico y una chica de veintipico años se sientan en la mesa de al lado. Son modernos y urbanitas, piden café con hielo con una rodaja de limón y un toque de canela, y todo les da asco: su pelo, que les crece así, mira, fatal, una compañera de piso que habla como si todo fuese superemocionante —"Háblame, normal, tía, solo te pido eso: normal"—, una pesada del trabajo, etc.: "¡Qué asco, tío, qué aaasco!".

En la terraza del Círculo de Bellas Artes me acuerdo de Forges, ese genio, al ver a uno de sus personajes, engominado con ricillos en la nuca, dirigirse al camarero con prepotencia y, en realidad, en cuanto le contesta, volver a sentarse medio abochornado y balbuceando un poco hacia la chica que lo acompaña.

De noche, en el barrio de Salamanca, paso por delante de locales con portero donde la gente viste caro y en las puertas siempre hay chicas impresionantes riéndose. Me imagino el dinero dominándolo todo, cocaína y prostitución de lujo, y me siento a años luz, en inferioridad y a la vez a salvo. Yo qué sé. A lo mejor son como yo.

En el asiento de enfrente un chico habla con una amiga. Le dice que los mejores del mundo haciendo el corte del pescado son los japoneses. Que él ha ido a un montón de japoneses y está convencidísimo. Que no hay otros iguales. Que se fije si no en el sushi, mismamente, o en los pescados venenosos.

Voy al cine a los Ideal, a ver Tres anuncios en las afueras. Solo con la escena inicial, donde hay tres vallas publicitarias rotas en medio de la niebla y Renee Fleming canta The Last Rose of Summer, sé que va a ser una gran película. Y lo es, con Frances McDormand —la policía de Fargo— y uno de los actores de reparto, Sam Rockwell, haciendo dos papeles antológicos. Pido palomitas dulces y tengo que dejarlas a medias, porque creo que voy a estallar y llenar todo el cine de vísceras recubiertas de caramelo.

Esta vez venir ha sido distinto. Por primera vez, es probable que en no mucho tiempo viva aquí, tal vez un año o dos, tal vez más. Y, aunque son días de turismo que no hacen prueba, trato de imaginarme en estas calles sin estar de paso, pero no soy capaz.

Los atardeceres en el centro son preciosos. Dicen que es la contaminación. Pero son preciosos.

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