Opinión

Para muestra, un botón

Al Erasmus llegaba gente que no había salido de casa en su vida. Siempre aludo a un donostiarra que quiso aprender a hacer pasta. En su primer caso práctico preguntó, ante una olla en ebullición, que cómo podía saber si hervía el agua. Se le sugirió que metiera el dedo para comprobar. Hubo que frenarle el brazo. No quiero dar la razón a Alicia Rubio, política de Vox experta en combatir el feminismo con mamarrachadas. Pero sí es cierto que, sin perjuicio de la imprescindible educación en igualdad, una asignatura de labores domésticas puede ser bien enriquecedora. Pocas cosas hay más esenciales y concienciadas que saber apañarse una cena sana o arreglar la camisa sin depender del kebab o el Primark.

Comentarios