La muerte golpea al rorcual
Galicia ha registrado seis varamientos de rorcuales comunes en menos de un mes, aunque los biólogos guardan cautela en sus hipótesis
Seis ballenas —cuatro adultos y dos crías— han aparecido muertas en Galicia en menos de un mes. La última de ellas fue un rorcual común adulto de 18 metros de longitud que llegó a la playa de Balarés, en el concello coruñés de Ponteceso, el pasado sábado, arrastrado por las corrientes después de morir días atrás. Este martes, entre decenas de curiosos, y empleando cuchillos, ganchos, motosierras, una miniexcavadora y un tractor con pluma, comenzaron los trabajos para despiezar el cuerpo del cetáceo, retirarlo del arenal e investigar sus restos para tratar de despejar los interrogantes acerca de su fallecimiento.
En un alto en las tareas, el portavoz de la Coordinadora para o Estudo dos Mamíferos Mariños (Cemma), Alfredo López, explica que, en realidad, la estadística de varamientos de 2018 "non é excepcional", si bien admite que "o estraño" es la concentración en un lapso de tiempo tan corto de estos últimos seis ejemplares, a los que cabría añadir otra cría más descubierta en las costas portuguesas.
La cifra de varamientos de 2018 no es "excepcional", aunque sí extraña la concentración en tan poco tiempo de estos últimos seis ejemplares
En concreto, entre 1990 y 2018, el Cemma contabiliza en Galicia 178 varamientos de grandes cetáceos —como ballenas y cachalotes—, con una media que sigue una línea ascendente, puesto que el promedio anual de cuatro ejemplares en los años noventa se elevó hasta los siete al comenzar el siglo, en tanto que en la década en curso ha alcanzado los ocho por año. En vista de ello, los biólogos de la coordinadora auguran que la tendencia solo puede ir a más. En el ejercicio pasado, de hecho, vararon un total de diez grandes cetáceos. Con todo, en años previos se detectaron hasta una docena.
Con la debida cautela por no poder contar aún con datos científicos que corroboren la hipótesis, Alfredo López baraja la posibilidad de que la variación en las rutas migratorias de los grandes cetáceos sea una de las explicaciones del incremento de varamientos. En su argumentación, se remite a la progresiva frecuencia en los avistamientos de diversas especies, incluida la ballena azul, en la plataforma continental gallega durante los últimos dos años. Esto no quiere decir, aclara el portavoz de Cemma, que la población de ballenas haya aumentado, sino que estas comunidades pasan más tiempo en áreas próximas a Galicia a lo largo sus migraciones estacionales entre los mares de Islandia e Irlanda y las aguas del África septentrional y las Islas Canarias. Y aquí sí podrían rastrearse motivos preocupantes como la influencia del cambio climático, que provocaría que la frontera ecuatorial en los viajes de las ballenas se sitúe cada vez más al norte.
MÁS ALLÁ DE LOS FOCOS. Los diez grandes cetáceos de 2018 no son más que un pequeño segmento, aunque particularmente llamativo, de los más de 300 varamientos de animales marinos datados ese año, y que afectan a focas, leones marinos, tiburones azules, tortugas, marsopas, delfines... Alguna vez surgen hasta calamares gigantes. De hecho, los delfines comunes son los principales protagonistas de estos episodios, víctimas de capturas accidentales en la industria pesquera.
Este lunes, el Cemma analizó el cadáver de una marsopa encontrado en la ría de Pontevedra, una especie más alejada de los medios pero de "maior" valor para la biodiversidad marina y la comunidad de cetáceos de Galicia. El caso, además, es especialmente preocupante al tratarse de una hembra adulta, "o tramo de idade que máis se viu reducido nas últimas décadas", y lactante, lo que significa que deja una cría cuya supervivencia será ahora complicada. La necropsia recuperó de su estómago un trozo de plástico de 60 centímetros cuadrados. No fue la causa de su muerte, pero es un hallazgo "habitual" en los cetáceos y que daña gravemente su salud.