Manuel Blanco: "Planteo que las madres voten en nombre de sus hijos para que se les tenga en cuenta"

Economista y politólogo, Manuel Blanco Desar, autor de ‘Una sociedad sin hijos’, no se resigna ante el "desolador" panorama demográfico y propone debatir medidas como invertir en natalidad e incluso un ‘sufragio infantil’

Manuel Blanco Desar. PEPE FERRÍN
photo_camera Manuel Blanco Desar. PEPE FERRÍN

¿Cómo serán las familias en 2050? 
Van a ser mucho más pequeñas, por lo que va a haber gente sin una red de apoyo familiar tan amplia como ahora. Hay en torno a 1,5 o 2 millones de personas con enfermedades neurodegenerativas. Al estar solos, muchos van a depender en exclusiva de lo que pueda hacer el Estado por ellos, y este está endeudado y va a recibir menos ingresos por tener menos población productiva, que entre otras cosas no aumentará porque el sistema educativo es un desastre. El panorama es muy desolador.

 ¿Ese cortoplacismo político mata de viejos a los países? 
Sí. Y es un mal general, pero en España vivimos en una especie de carpe diem incompatible con un estado social sólido que garantice prestaciones dignas. Tenemos que empezar a cambiar esa inercia. 

¿Hay modelos donde fijarse? 
Pongo el caso de Alemania. A principios de siglo se vio que era imposible sostener la deriva del país, que tiene serios problemas estructurales como la existencia de 20 millones de pensionistas. Dio un paso al frente y ahora puede pagar subidas a sus jubilados del 5 o el 6% anual. Cambió su sistema de prestaciones sociales y la cotización a la Seguridad Social, e introdujo ayudas muy amplias a la fecundidad: está pagando unos 200 euros al mes por cada niño hasta los 25 años, aparte de mantener su generoso estado de bienestar. Se dieron cuenta de que había que incrementar la productividad, pero también la base demográfica, para evitar que el país se descompusiera social y financieramente. Esto en España no se plantea. Parcheamos la Seguridad Social con un ‘loncheo fino’, quitando prestaciones y aumentando los pagos, pero sin coger el toro por los cuernos. 

 Alemania dio un paso al frente y ahora puede pagar a sus jubilados subidas del 5 o el 6% anual

Hay escepticismo acerca de que la natalidad se pueda estimular. 
En España no hay recursos para hacerlo. El Estado tiene otras necesidades más perentorias, como que se cobren pensiones decentes. España no puede luchar en dos frentes, con unos recursos financieros escasos y una deuda pública salvaje. Propongo una alternativa integral: aumentar las compensaciones, sobre todo a favor de las mujeres —las grandes damnificadas de los esfuerzos de natalidad— que deciden lastrar sus carreras por el bien del país por el hecho de tener un hijo más. Son compensaciones con valor económico pero que no incrementen la deuda del Estado, como incentivar su acceso al empleo público. También el sufragio infantil: que las madres puedan emitir el voto en representación de sus hijos menores para que se tengan en cuenta sus intereses en el debate público, porque la estructura sociológica y política española se está desequilibrando a favor de una masa electoral de personas mayores cada vez más grande que defiende el status quo y unas medidas cortoplacistas. 

También influyen las condiciones laborales y de conciliación. 
Las empresas, sobre todo las pymes, porque las multinacionales pueden externalizar su producción, tienen que ser conscientes que con el envejecimiento demográfico pierden público potencial. Y de que un niño es un bien para su familia y para la sociedad. Es una inversión. Criar un niño de clase media cuesta unos 8.000 euros al año; unos 240.000 euros hasta la edad media de emancipación. En cambio, cuando sea un adulto bien formado, a lo largo de su vida le generará al Estado un valor añadido de unos dos millones como contribuyente y consumidor.

Hay expertos que abogan por tratar la cuestión desde una perspectiva de oportunidades de trabajo.
El problema es que habría que invertir en educación y en España se invierte poco y mal. Así no se puede esperar el milagro de que aparezcan puestos de trabajo de alto valor añadido. Y España tampoco puede atraer talento, más bien al contrario. Lo demás es una carta a los Reyes Magos.

Criar a un niño hasta que se emancipe son unos 240.000 euros, y como adulto formado le generará al Estado 2 millones de valor añadido

¿El aporte migratorio es viable? 
El debate sobre la inmigración sí o no es absurdo. Es indispensable. Pero tiene un reverso: cuando pasa un umbral de entre el 10 y el 20% de la población, surge una reacción hostil, sobre todo entre personas ‘que trabajan con sus manos’, menos protegidas frente a este competencia que otros profesionales, como un profesor, que tienen una especie de muro burocrático-administrativo. Es un fenómeno que me asusta, porque ha llegado a sitios como Escandinavia. Allí la democracia forma parte del paisaje, pero se ha disparado la extrema derecha xenófoba y racista. Tenemos que ser cuidadosos para explicar que la inmigración beneficia a todos. En especial a este segmento más hostil, al que también hay que cuidarlo capacitándolo. Luego, hay que ser rápidos para integrar a la nueva población, un problema que no se ha sabido gestionar en países como Holanda o Suecia, donde el gueto es crónico e incluso pone en riesgo la democracia. Un elemento es tener una masa crítica de jóvenes autóctonos que faciliten esa integración y que los hijos de inmigrantes sean ya ciudadanos plenos, porque en un aula donde el 70% de los niños son inmigrantes es imposible que esta sea buena. 

A veces da la sensación de que estamos en un callejón sin salida. 
Muchos grandes tratadistas dicen que no hay esperanza porque cuando se baja de 1,2 hijos por familia por un tiempo sostenido ya no hay margen de reacción. Yo digo que mientras hay vida hay esperanza. Tenemos que combatir este pesimismo existencial que lleva a blindar las fronteras y desentenderse del mundo. Esto es imposible, e incompatible con una economía abierta necesaria para sostener el estado de bienestar. Hay que ser propositivo. Ser optimista, pero con voluntad de victoria.