Un Max Estrella en Ucrania
Se parecen a los monigotes de Valle Inclán. Al final el ejército los secuestra a todos, pero resulta que es una broma macabra o una parodia. Pero eso ocurrió de verdad. Andrujovich evoca las deportaciones masivas, los traslados diseñados de población de la época estalinista. Ese país sufrió con los nazis y luego con los Grandes Diseñadores soviéticos. Lo que parece broma es bastante serio y fue serio.
Andrujovitch se salta las reglas con que los academicistas quieren gobernar la literatura, sobre todo en estos tiempos con tantas reglas. Mezcla los puntos de vista, alterna los lenguajes, combina distintos procedimientos y los revienta. Pone un lenguaje callejero al lado de un lenguaje altisonante, las conferencias grandiosas alternan con los retozos sexuales, lo que pasa fuera se mezcla con lo que pasa dentro de las cabezas.
Con grandilocuencia defiende la cultura ucraniana provinciana para parodiarse a sí mismo. Pero en esa burla hay amor, y en esa pequeñez está su grandeza. Recreaciones es una fiesta de la literatura, de la expresividad sin normas baratas.
En Diez anillos el título esconde un simbolismo secreto, una adolescente va dando las claves. El primer anillo son las caderas de una mujer sola, el segundo anillo es la intimidad de alguien. Un fotógrafo alemán viaja por los Cárpatos de Ucrania, hace fotos y se acuesta con su intérprete. Los dos y el marido de ella quedan atrapados en un edificio en las montañas que ahora es un balneario, pero antes fue cosas muy distintas. Como todo en la realidad. El fotógrafo aparece muerto en un río. Acusan a la intérprete y al marido, en una espiral esperpéntica. La policía es corrupta, hay tanta desorganización, Ucrania tiene tantos defectos.
Los muestra un ucraniano con acidez por amor a Ucrania. Igual que Valle Inclán amaba España. Y el fondo del vaso. El esperpento funciona como una crisis total, cuando el ácido corroe todo siempre queda algo que no corroe. Por eso decía Sábato que en las crisis se descubren los verdaderos valores. En Perverzion un ucraniano legendario desaparece durante un congreso sobre el carnaval en Venecia. Unos dicen que se suicidó tirándose por una ventana, otros sugieren que simuló eso y se fue por los pasillos. Celebridades mundiales —algunas están muertas, otras no existen— terminan con una orgía general en el teatro La Fenice.
El Rey Sapo al final levanta todo en el aire. La esencia de Venecia, sugiere Andrujovski, es el Carnaval y la imaginación desbocada. Pero lo que parece teatro desenfrenado es vida y viceversa, y eso ya lo sabían Esquilo o Racine.
Los autores académicos me dicen que no se pueden contar los argumentos, que hay convertir la obra en esquemas y diagramas. Pero el argumento puede dar la atmósfera de una novela. Y en ese desconcierto continuo la broma es seria y la seriedad es broma, la exageración no lo es tanto, la imagen tiene sangre, Andrujovitch nos secuestra y nos abre como una herida. Y muestra Ucrania como una herida.
Pensé mucho en viajar por Ucrania, pensé en que según Putin Ucrania no existe. Es un invento de Lenin o de la CIA, según tenga el día. Lo comprendo porque yo tampoco existo mucho. Pero Andrujovitch se empeña en que Ucrania sí existe. Y lo dice desgarradamente. Ya no son declaraciones políticas, la literatura hace de modo mucho más eficaz que un país o una sociedad existan. Ya dijo Carlos Marx que aprendía mucho sobre la sociedad del siglo XIX en Balzac que en todas las historias sesudas de Economía Política. ¿Por qué será?
Pero Dios mío, no di un texto académico. No usé procedimientos obligados, no adopté un tono impersonal, no puse notas a pie de página. ¿Y ahora qué va a pasarme?