Nuestro Montaigne, Feijoo (el fraile del siglo XVIII, coño)

Benito Jerónimo Feijoo
"Ser de un tiempo y de una tierra, es el secreto de la poesía más humana y verdadera", dijo Salvatore Quasimodo.

CELSO EMILIO Ferreiro lo citó como si fuera una gran cosa. Pero conocer otros lugares y otros tiempos tampoco está nada mal. Te hace más abierto y más libre. 

El francés Montaigne inventó el género literario que se llama ensayo. Viene de ensayar, intentar, aproximarse. Consiste en un texto más bien breve, escrito con libertad, con literatura, sin pretensiones de agotar un tema ni de encontrar una verdad indiscutible. Aproximarse a cualquier cosa sin ser un experto y dar su visión personal. Pero muy lúcida y descubridora muchas veces. Y sobre todo fresca y libre, sin los aspavientos científicos ni la postura ex catedra. 

Muchos lo confunden con el informe científico o el estudio académico. Y sobre todo los editores, que es lo más grave. Algunos premios tienen que explicar con toda claridad que no quieren algo académico o científico sino algo personal y libre y ameno. 

Montaigne vivía en una época fanática de guerras de religión, pero mantenía una actitud independiente y abierta, sin encerrarse en doctrinas. Y eso le daba una gran lucidez. Refugiado en su castillo cerca de Burdeos reflexionaba sobre lo divino y humano —sobre todo lo humano— sin atarse la mente. 

Y por eso escribió sus ensayos, tan esclarecedores, tan imprevisibles, sin prejuicios. Con su mirada libre, con su libertad interior. No sujeta a dogmas, ni tampoco a los dogmas de la ciencia de los académicos, tan pomposos a menudo como los cardenales. 

En España hizo ensayos literarios el padre Feijoo, con la misma independencia y frescura. No se encerró en nada, se abrió a todo, escribió con amenidad de muchas cosas. Su Teatro crítico universal es una colección fascinante de ensayos. Algunos que solo leen los títulos creen que es un libro sobre teatro, así hacen los bibliotecarios a veces. Pero es una colección de ensayos sobre los temas más variados. Feijoo estaba a la última, recibía las revistas francesas e inglesas. Y decía su opinión sobre muchas cosas.

Era crítico con ciertos excesos

Criticaba los excesos del barroco degradado final. Y las supersticiones y las milagrerías populares. Y las operaciones comerciales de los santuarios. Y los prejuicios sobre distintas cosas heredados y sin examinar. Y las abstracciones inmóviles de la enseñanza de la época. Y el desconocimiento de la naturaleza.

Pero también criticó las rigideces del neoclasicismo. Y señaló el valor del sentimiento y la intuición en las obras de arte. Sobre todo la música. Y se opuso a las reglas que coartan al genio y la creatividad.

En algunas cosas se adelantó al romanticismo. Por ejemplo, en ese ensayo fascinante que se llama El no sé qué. Hay un no sé qué que permite crear y apreciar obras de arte. Y es lo que les da vida de verdad. No sirven las fórmulas ni las reglas. Las obras de arte no se fabrican, como pretendían los neoclásicos con sus pelucas.  También hay ahora neoclásicos con peluca. Pero la peluca es de amianto y tienen cara informática. 

También escribió Cartas eruditas y curiosas. Tienen más de curiosas que de eruditas. A él le importaban más las ideas que la erudición. Su inteligencia era viva y natural. Y libre. No era la Idiotez Artificial de ahora. 
Y al usar la forma de carta ponía amenidad y naturalidad en los textos. Son textos de una persona para otras personas. 

En los años 80 yo escribí la biografía de Feijoo para la Enciclopedia Gallega. Un tipo tenía que hacerla, pero llevaba mucho tiempo sin escribirla y la escribí yo. El otro solo añadió un par de cosas. Y luego pusieron que lo mío era una "colaboración fundamental". Y el tipo cobró la mitad. 

Feijoo y Jovellanos o Cadalso serían ilustrados, pero no eran rígidos como los neoclásicos. Eran complejos y libres. Eran ilustrados en el sentido original de la palabra. Y más nos valdría ahora también ilustrarnos un poco y salir de tanta fórmula.