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Ian Rankin a través del whisky

La última noche en Eduimburgo pedí una copa de whisky Macalllam y sentí que nunca me había llevado nada tan delicioso a la boca
Ian Rankin
photo_camera Ian Rankin

ENTONCES me di cuenta de como soporta el comisario John Rebus todos los contratiempos y las putadas, las desconfianzas de los jefes porque va demasiado por libre, las envidias y zancadillas de los compañeros, las frustraciones de su vida personal, las amenazas y las palizas de los tipos duros, viví todavía más cerca a ese personaje y lo comprendí mejor, capté toda su fuerza y su complejidad, me metí en la textura de sus historias. Varias noches fui al Oxford Bar, donde siempre descansa de sus agobios; es un bar sencillo donde no van turistas, tiene un espacio muy pequeño junto a una barra, y detrás una habitación oscura donde se hacen exposiciones y se está tranquilo, en la pared estaba la foto de Rankin, pregunté por él y me dijeron que solía ir por allí, me fijé en un tipo de ojos saltones que parecía un personaje de novela, hablé un rato con él, me dijo que él también escribía y publicaba novelas pornográficas, y que era tan bueno como Rankin, que Rankin no era para tanto, se conocían del barrio desde jóvenes y tenía una fama desmesurada, pero sus novelas no estaban mal, me senté en un asiento al fondo cubierto con un cuero desgastado y desde allí lo vi todo.

Tomé un trago de whisky y atravesé En la oscuridad, unos muertos de hace unos días y hace unos años en el lugar donde se iba a levantar el Parlamento me dieron tufo de corrupciones y venganzas familiares, Rankin me dijo: procedemos de la oscuridad y volvemos a ella. Tomé otro sorbo y entré en ‘Nudos y cruces’, un antiguo colega le dejó pistas ingeniosas a Rebus después de asesinar niñas, al final secuestró a su propia hija, los sudores de Rebus fueron mis propios sudores, porque Rankin maneja muy bien los ritmos, los tonos, los signos vitales que nos hacen participar, las frases mojadas y precisas. Tomé otro sorbo de Macallanm y me metí en El escondite, apareció un muerto rodeado de velas en una casa abandonada, una muchacha medio vagabunda se le metió en la casa a Rebus y trató de darle falsas pistas y jugó a seducirlo, pero Rebus es correoso y sabe bastante de la vida, olió las cosas muy bien, encontró una trama de ricachones que fotografiaban sesiones porno violentas en un sótano.

Tomé otro sorbo y entré en la atmósfera de Black and blue, me pareció que casi estaba en el mundo de Dostoievski, de hecho Rankin citó Crimen y castigo, Rankin conoce la gran literatura y hace gran literatura, como en su primera novela había policías la clasificaron mecánicamente en la novela negra, un asesino en serie del pasado persiguió a un asesino en serie del presente que lo imitaba de forma chapucera, y Rankin me dio su intimidad y su mentalidad, Rankin puede ponerse en la intimidad de todos los personajes mas contradictorios, eso es prodigioso, el propio hermano de Rebus entró en liza, vi todas las incomprensiones y falta de comunicación entre ellos, sentí los latidos absurdos de la vida, mientras Rebus investigó corrupciones de empresas petrolíferas y psicopatías desconcertantes, otros lo investigaron a él y le pusieron piedras en el camino, pero todas las casualidades del tiempo acabaron encajando.


Tomé otro trago y se me abrió en la cabeza La música del adiós, el comisario Rebus iba a retirarse y le aparecieron los últimos casos y desconciertos, mataron a un poeta ruso en Edimburgo, Rebus descubrió reuniones raras y planes oscuros de empresas y mafiosos, en la soledad de su piso medio vacío se tomó los últimos whiskies, tuvo escarceos precarios y nostalgias sin palabrería, puso sus músicos y entre ellos a Leonard Cohen, citó a Rimbaud y a Dostoyevski. Tomé otro sorbo y reviví ‘Puertas abiertas’, sin comisario Rebus, tres tipos legales y triunfadores robaron unos cuadros del Museo Nacional de Edimburgo, se asociaron con delincuentes mucho más serios y acabaron escaldados, al final el que parecía más inocente los burló a todos y se fue a Marruecos. 

Rankin cita expresamente varias veces ‘Jekill y Hyde’ para decir que vivimos en la oscuridad y que en ella está nuestra vida real,

Tomé otro sorbo y pensé: estoy bastante harto de novela negra, pero esto es mucho más que novela negra, de hecho Rankin al principio pensó estar haciendo literatura en general, pero nuestra cultura mecánica lo cuadricula todo y acabaron por encarrilarlo en un género y tal vez así pierda a ciertos lectores. Pero en realidad plantea problemas densos y muy humanos, la soledad y el fracaso de las personas más auténticas, las mentiras que nos rodean por todas partes, nuestra lucha inverosímil contra el tiempo y contra los engranajes, el intento de los cuerpos de comunicarse a oscuras unos con otros, las falsas apariencias que tapan un mundo de oscuridad como el que mostraba Ernesto Sábato o Luis Ferdinand Celine, o incluso Stevenson. Rankin cita expresamente varias veces Jekill y Hyde para decir que vivimos en la oscuridad y que en ella está nuestra vida real, que las apariencias turísticas esconden un Edimburgo duro y no fotografiado. Dice que nos defendemos con pequeñas experiencias contra la desolación o el desastre, que la amistad es capaz de tender puentes en esa oscuridad vertiginosa, que la culpa nos sigue como en Crimen y castigo, Rebus se siente culpable de haber ayudado a un amigo hace tiempo a meter a un inocente en la cárcel, inocente, aunque no fuera muy simpático. Hay un refugio en la música y en la literatura, esas artes recogen lo más indestructible de nosotros y nos hacen el mundo habitable. Y no pone tópicos de novela negra, no pone explicaciones mecanicistas ni psicología barata, pone el deseo de vivir contra el calvinismo de Escocia, nunca comprendí como pudo triunfar el calvinismo en un país céltico vitalista y fantasioso, pero Rebus lo dice en cierto momento: aquí solo es calvinista de verdad Calvin Klein.

Tomé otro sorbo de Macallam y pensé en el estilo de Rankin, su lenguaje da a entender las cosas sin palabras innecesarias, te golpea con las palabras y te coloca las sugerencias en su sitio, los diálogos rápidos se impregnan de sobreentendidos y de whisky, las frases se humedecen en la atmósfera de cada persona, las reticencias apuntan cosas por decir, el estilo de Rankin realmente crea un mundo y le da vida, no es el estilo soso y funcional de tantos autores de novela negra, es literatura de primera fila.