Blog

De Roncesvalles a Compostela (IX)

Cruz de Ferro. Foncebadón. León. J.L.
photo_camera Cruz de Ferro. Foncebadón. León. J.L.

17. De Astorga a Rabanal del Camino 23,00km.

    Junio 2021. Martes 8

    A las 6:15 salgo del albergue por la calle San Pedro, cruzo la antigua N-VI y camino  más de dos km por la acera de la carretera de Santa Colomba hasta Valdeviejas en cuyos campos se cultiva el singular garbanzo Pico Pardal, con denominación de origen, ingrediente básico del cocido maragato. Un poco más allá atravieso el río Jerga y entro en Murias de Rechivaldo desde donde me voy alejando de la meseta castellana  y comienzo el lento ascenso a los Montes de León por un camino recto de grava blanca entre matorrales, retamas, escobas y encinas hasta llegar a Santa Catalina de Somoza, pueblo de arrieros (km 9). A su entrada está el albergue El Caminante en donde desayuno en compañía de otros peregrinos más madrugadores. Franqueo Santa Catalina por su calle Real, auténtica sirga jacobea, con las casas de piedra de mampostería y ventanas de colores primarios y grandes portalones, típicas  de la Maragatería. Continúo ascendiendo hasta el pequeño pueblo de El Ganso en el que se halla el mítico mesón Cowboy, pero a la hora que yo paso está cerrado. A unos tres km de mi destino el camino se estrecha y discurre por un bosque de rebollos, especie de roble negro autóctono, y pinos, después prados y sobre uno de ellos lo que queda del Roble del Peregrino, de mas de 300 años, abatido por un gran vendaval el 9 de noviembre de 2013. Entro en Rabanal del Camino a las 11:15 y me hospedo en el Albergue Nuestra Señora del Pilar, atendido por Isabel Rodríguez, encantadora mujer, y su equipo femenino de trato y amabilidad extraordinarios, con una atención personal muy familiar que les caracteriza. Ubicado en una casa maragata con un patio interior cómodo, espacioso y relajante, es a mi juicio, el mejor de los albergues del Camino por recepción, atención, trato, servicio, limpieza, comida y precio. Tras asearme y  hacer la colada de todos los días (calcetines, boxer y camiseta) salgo  a pasear por este pequeño pueblo (60 hab.) modelo de la Maragatería, fue uno de los grandes municipios arrieros que el ferrocarril arruinó y el Camino revitalizó; final y comienzo de etapa según el Códice Calistinux.
 

    Somos unos pocos peregrinos en el albergue y  compartimos charla y cerveza; yo, además, me preparo para la dura etapa de mañana con un plato sopero de macarrones con chorizo y tomate elaborado primorosamente. En el exterior el sol cae a plomo pero en el patio hay un frescor natural que invita a dormir una siesta entre  las plantas y flores que adornan el entorno.
 

    Al atardecer converso con Mario, madrileño que recorre el Camino por tramos. Salió de León el domingo y va hasta O Cebreiro. Es un pre-jubilado bancario y, por lo tanto, más en todo: Más joven que yo y más tiempo jubilado. De convicciones religiosas, recorre el camino como penitente,  y al parecerme un motivo personal y trascendente, dejo de hacer preguntas.
 

    Toca cenar y acostarse pronto. Comparto con algunos compañeros un par de huevos  con lomo de cerdo y patatas fritas. Mario solo pide pan para hacerse un bocadillo con una de las latas de conserva que extrae de su mochila. Le invito a tomar el mismo plato que yo pero desiste debido a su promesa.

   18. De Rabanal del Camino a Ponferrada 32,12 km.

    Junio 2021. Miércoles 9

    A las 6:00 me pongo en camino mientras va amaneciendo a mi espalda y a medida que la luz se adueña de todo vuelvo la vista atrás para ver por última vez la meseta castellana. Asciendo  suavemente y tras un fuerte repecho llego a Foncebadón,  sobre el monte Irago (1.439m), en el que los romanos tenían un altar dedicado a Mercurio, protector de los caminantes. Pueblo que llegó a ser sede de un concilio convocado por Ramiro II en el siglo X, y en su esplendor contó con un hospital para peregrinos. Estuvo a punto de desaparecer por la extinción de arrieros y segadores gallegos ante el avance de la industria y la infraestructura viaria  y a partir de los años noventa, con la revitalización del Camino, de sus ruinas comienzan a florecer los albergues. 
 

    Dos km más de ascensión y llego a la Cruz de Ferro, techo del Camino Francés en los Montes de León (1504m), frontera natural de dos comarcas: La Maragatería y El Bierzo. Hito lleno de simbolismo, es un poste de madera de unos 5m rematado por una cruz de hierro y levantado sobre un gran montículo de piedras o milladoiro, que según leyendas, costumbres y tradición van amontonando los peregrinos. Unos dos km llanos más allá, entre serbales, llego a Manjarín o lo que queda de él. Como muchos pueblos de montaña quedó despoblado y desde 1993 el veterano peregrino Tomás Martínez, una vez dejado su trabajo y renunciado a su vida personal, rescató ocultas entre la vegetación algunas casas teitadas (con techumbre de paja) y abrió un albergue de donativo, ambientado con temática de la orden del Temple un tanto naif en el que no existen comodidades ni lujos (no tiene baños ni duchas) pero con la servicial misión de custodiar la ruta jacobea y a sus peregrinos como un buen templario. Llaneo un poco más y a la izquierda dejo una vista panorámica del Teleno con algunos neveros en su cumbre y, de frente, a 22km, en el valle del Bierzo, la silueta de Ponferrada. A partir de aquí abandono los Montes de León iniciando un prolongado descenso pedregoso con fuertes pendientes. Es, con el último tramo de la etapa de O Cebreiro, el trayecto más duro, inseguro, sinuoso y arriesgado de todo el Camino. El firme es de cantos rodados sueltos de variedad de tamaños, hay que estar pendiente en todo momento en donde se pisa y sufrir una carga extra de presión en las articulaciones de las  rodillas. Paso por El Acebo, el primer pueblo del Bierzo, con una arquitectura típica en la que predominan las casas de piedra con tejados de pizarra y balcones de madera. Continúo bajando hasta Riego de Ambrós  (km 20,62) y desayuno a las 10:30 en el bar-restaurante Las Puentes, atendido por un joven matrimonio muy cercano y complaciente, una tortilla francesa y un pan extraordinario en la terraza con vistas al Teleno. Prosigo bajo la sombra de castaños y el frescor de los arroyos para comenzar de nuevo un descenso tortuoso que dejará huella en mis piernas durante unos días. El camino confluye en  Molinaseca como una cascada, con un brusco desnivel de despedida que desemboca en la carretera LE-142 a la entrada del pueblo. Cruzo el río Meruelo por el puente romano y enfilo la calle Real prácticamente colmada de establecimientos dedicados a la venta de souvenirs y productos y servicios para el peregrino; carteles anunciando profusamente bares, restaurantes y albergues, también aparecen fisioterapeutas y taxistas que hacen caja transportando mochilas. Salgo de nuevo a la LE-142, que desde Rabanal discurre casi paralela al Camino con el que a veces se confunde y con el que se alterna en múltiples intersecciones peligrosas. Camino por la carretera con un sol de justicia mientras voy comiendo cerezas de los árboles lindantes y entro en Campo, arrabal de Ponferrada, a donde me dirijo por la avenida de Molinaseca, en la que muerto de hambre y sed, paro a comer a las 13:30 en el restaurante mesón Alessandra un menú peregrino del que elijo una ensaladilla rusa y un fiambre de lacón con pimientos del bierzo y mucha cerveza.
 

    Finalizo el trayecto en Ponferrada a las 15:15 y el cuerpo me pide una satisfacción que repare  la dureza de esta agotadora etapa. Le hago caso y, en consecuencia me hospedo en el Hotel El Castillo, a unos 50m del Castillo de los Templarios en el casco histórico y después de la ducha y otros arreglos de higiene y limpieza tras una merecida siesta, paseo por Ponferrada, capital de la comarca de El Bierzo, ciudad en la que pernocté en varias ocasiones, tanto por asuntos deportivos como enológicos. Comienza a destacar cuando en el siglo XI el obispo Osmundo, asturicense (de Asturica Augusta = Astorga, de donde procede el nombre de Asturias) construye un puente sobre el Sil fortalecido con piezas de hierro (pons ferrata) para unir los dos pueblos divididos por el río. En el siglo XII, Fernando II, rey de Galicia y León, dona la ciudad a la orden del Temple quien levanta su castillo con el cometido principal de proteger a los peregrinos del Camino de Santiago.
 

    Ponferrada ofrece una buena relación de sitios donde comer bien, pero hoy aposté para cenar por el para mí desconocido Mesón-vinoteca La Bodeguilla, en una plaza colmada de terrazas del moderno barrio de La Encina, al otro lado del río, con mucho ambiente. Elegí este establecimiento por el capricho de tomar un cachopo asturiano y me informaron que en este figón lo preparaban muy bien. ¡¡Pues no!! ¡Fue un verdadero desastre! El mal aspecto del producto cocinado lo decía todo: Presencia de toda gama de colores marrones y agrisados, nada del dorado uniforme; la textura era una costra infame que se desprendía nada más atacarle con el tenedor dejando a la vista la carne y desparramándose  en el plato los pedazos de pan rallado y huevo, nada crujiente por fuera ni con un interior que debiera ser tremendamente jugoso. En boca, me generó una sensación de rechazo inmediato. Puse de manifiesto al mesonero que aquello era una verdadera chapuza y después de aclararle como se elabora un cachopo, me despachó objetando con una  maliciosa ingenuidad que sus cachopos se hacían a la plancha!! Creo sinceramente que solo será un buen profesional de la restauración aquél que tenga más posibilidades de descubrir la forma de entender la alimentación y revelarla a sus clientes.
 

    De vuelta me tome un gintonic con frutos secos en compañía de otros caminantes, bajo los soportales del hotel.
 

Esta vez perdí la apuesta.
 Continuará...

Comentarios