La incisión perfecta
Prosa quirúrgica. Escribir la realidad con precisión de bisturí realizando un corte metódico de la parte a tratar. Si hay duda, si hay atisbo de temblor, si hay desvío de atención –apenas medio segundo–, el texto se resiente. Así, si cualquiera de esas tres circunstancias ocurriese, las consecuencias, fatales o no, nos presentarían un estilo y una pluma que no serían de ella. Porque ella, se ha dicho mucho, practicaba una prosa con ese tipo de incisiones y construía textos punzantes, reveladores, nítidos e híbridos. Diferentes. También, en múltiples ocasiones se dijo que era fría y tendía a la distancia social. Y críptica. Qué pensaba, qué pretendía y, seguramente, qué se creía. Qué es verdad y qué no o qué a medias o no exactamente así.
La imagen que, con probabilidad, muchas y muchos tengan de Joan Didion es la de una mujer sofisticada, de mirada decidida, a la vez frágil y contundente –por eso mismo, sospechosa– apoyada sobre su coche, un Corvette Stingray de 1969. Icono de la época. Es una fotografía que publicó la revista Time en 1972 y que, desde entonces van juntas, ella y su imagen. Con ese sempiterno toque de elegante desdén.
Nació en 1934 en Sacramento, California. Su padre era militar y durante su infancia y adolescencia se movieron bastante. El nomadismo puede provocar una necesidad de arraigo acusada. Ella parece agarrarse a su escritura, ya desde niña. En un diario que su madre le había regalado cuenta lo que ve, lo que piensa. Más tarde dirá que nunca fue capaz de llevar un diario, cumplir con él en el sentido estricto, esa regularidad, esa servidumbre. Pero sí recolectaba, guardaba, acumulaba palabras, suyas o de otros, que le servían para armar sus textos y, podemos especular que también para construir su vida.
Una de sus frases más famosas: "Nos contamos historias para poder vivir"nos remite a ese afán primero, a ese apuntar las cosas para luego construir. Se graduó en Inglés en la Universidad de Berkeley, participó en un concurso de ensayos de la revista Vogue y ganó. Puede intuirse que aquí empezó todo. En cierto sentido sí. Sin embargo, no exactamente. El libro póstumo, ‘Apuntes para John’, que recoge el diario de las sesiones que tuvo Didion con su psiquiatra en un momento complejo y doloroso de su vida y que estaba dirigido a su marido, ayuda a comprender que todo empieza, en realidad, al principio, y que, aunque las circunstancias cambien, trastoquen, paralicen o impulsen en direcciones opuestas y hagan chocar o vibrar, hay algo que permanece. Y que se transmite. Y que se replica. Aquel gesto, aquella culpa, esa manera de aislarse, el miedo a las arañas, por ejemplo, o al compromiso.
El caso es que entró en Vogue y ascendió vibrante y veloz, fue nombrada editora asociada apenas dos años después de su llegada. En 1963 publicó su primera novela, ‘Río revuelto’ y al año siguiente se casó con el escritor John Gregory Dunne, que en ese momento trabajaba para la revista Time. En 1966 adoptaron una niña, Quintana Roo. Y todo parecía ir como la seda.
Arrastrarse hacia Belén
Slouching towards Bethlehem (Arrastrarse hacia Belén), publicado en 1968, recoge sus crónicas periodísticas sobre California y seguirá esa línea en su escritura hasta convertirse en un referente del periodismo narrativo. Escribió para las revistas más prestigiosas: Life, Esquire, The Saturday Evening Post, The New York Times y The New York Review of Books. Pero en esas crónicas también había otro lado, el íntimo, el personal, que Didion entremezclaba con el pulso que latía en el exterior, fuera de sus vidas. Esa combinación, tan suya, tan su estilo, en prosa quirúrgica, la hizo famosa. Con El álbum blanco su fama se consolidó. Escribió sobre muchos temas alrededor de los cuales se movían las cosas, acertó también vislumbrando posibles futuros y decadencias: El movimiento hippie, la familia Manson, la descomposición moral de Occidente, las crisis políticas estadounidenses.
También del universo hollywoodiense, al que su marido y ella pertenecían porque escribían juntos guiones de películas. Vivían en Los Ángeles y todo parecía ir bien. Aunque no exactamente. "La vida cambia deprisa./ La vida cambia en un instante./ Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba./ La cuestión de la autocompasión". Con estas palabras arranca El año del pensamiento mágico, un libro, que es ya un clásico, sobre el duelo, en el que Didion se pone delante de la muerte de su marido, observa el fenómeno, lo desmenuza –aplacando cualquier turbulencia que pudiera llevar a su escritura a salirse de sus márgenes– y escribe, escribe, escribe. El libro ganó el National Book Award. Y ella siguió adelante.
Sin embargo, 2003 resultó un año fatídico. El cierre trágico de más tragedias con las que llevaban conviviendo Joan Didion y John Gregory Dunne. Su hija Quintana no acababa de encontrar un lugar para ella en el mundo. Se le diagnosticaron problemas de salud mental que acabarían concentrándose en una denominación: Trastorno Límite de la Personalidad, aunque entonces ese nombre no existía. Empezó a beber y se hizo alcohólica. Ingresaba en una clínica, salía, volvía a entrar. En esa época hubo muy pocos momentos luminosos. Dunne arrastraba ya problemas cardíacos y Didion lidiaba con la depresión.
En 2003 todo estalla. Se precipita terroríficamente. Quintana sufre una infección. La ingresan de urgencia. Después una sepsis. Luego un coma. Dunne muere repentinamente. El estado de salud de Quintana se va deteriorando cada vez más. Aparecen complicaciones de todo tipo. Se va yendo. Muere en 2005, con treinta y nueve años. "Conozco la fragilidad y conozco el miedo. Uno no teme por lo que ha perdido. Lo que ha perdido ya está en el muro. Lo que ha perdido ya está al otro lado de las puertas cerradas. Uno teme por lo que todavía no ha perdido. Puede que ustedes todavía no vean nada por perder. Y, sin embargo, no hay día en su vida en que yo no lo vea". Esto escribe Joan Didion en el libro que habla de la muerte de su hija titulado ‘Noches azules’. Pero siguió adelante. Adaptó ‘El año del pensamiento mágico’ a teatro, continuó recibiendo numerosos premios, reconocimientos de todo tipo. Murió en el 2021, a los 87 años.
Apuntes para John fue publicado este julio de 2025 por Random House y salió con polémica. El texto forma parte del material de archivo que alberga la Biblioteca Pública de Nueva York sobre Joan Didion y John Gregory Dunne. Son unas cartas escritas por Didion dirigidas a su marido sobre las que no dejó ninguna instrucción. El debate acerca de si debieran haber sido publicadas o no sigue abierto. Mientras tanto, si lo leen, comprobarán una cosa: a diferencia de la obra de Didion, es un libro cercano, en el que ella se expone y rompe con la distancia calculada que la salvaguardaba de cosas y que ella dominaba. Precisamente, porque son unas cartas dirigidas a su marido, porque está viviendo un momento muy vulnerable, porque le atenaza el dolor y consigue, al fin, comunicarse con su psiquiatra y contarle sus miedos, sus culpas, todo lo que en ella pesa con respecto a su hija. Precisamente, no es un texto construido para el público y, por eso, el bisturí se desboca, pierde pie. La incisión es profunda, pero no medida. La prosa quirúrgica se resiente y se percibe un atisbo de temblor. No es su estilo, no es ella. Solo que sí lo es. Así que, si por casualidad, el libro acaba en sus manos, es muy probable que comprendan cosas, que hagan conexiones y que consigan admirar –en medio de esas palabras de tristeza infinita– todavía más, a Joan Didion. Ella, en una entrevista, contestó a una pregunta sobre su estilo: "Economía, claridad, sencillez. No hay nada más difícil que la aparente facilidad". Y todo eso es ella aquí, solo que, esta vez, más cerca.