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Sutil humor humano

Zakopane fue, en un instante de la historia polaca, la capital de una república liderada por un escritor, que duró 33 días. Wincenty Szymborski, de profesión administrador de las propiedades de un conde, formaría parte de aquel gobierno. No ocurrió mucho más, salvo que a esa ciudad y no a otra, su hija, la poeta y traductora, premio Nobel de Literatura en 1996, Wislawa Szymborska, volvería cada otoño.
Wislawa Szymborska
photo_camera Wislawa Szymborska

Ella, sin embargo, no nacería allí sino en Kórnik: "Hice el traslado de Zakopane a Kórnik en la tripa de mi madre", lugar al que había sido enviado el padre por motivos laborales. Aunque las cosas no andaban bien del todo en la economía familiar debido a la pérdida progresiva de influencia en los asuntos del conde en favor de un nuevo grupo más decidido a sacar provecho, el aún administrador mantenía una posición acomodada que posibilitó la compra de una casa en la localidad. En julio de 1923 vino al mundo Maria Wislawa Anna, conocida cariñosamente como Ichna. Tenía una hermana mayor, Nawoja, a quien, mucho más adelante, dedicaría un famoso poema. Tras unos años en Kórnik, se mudaron finalmente a Cracovia, donde la poeta vivió el resto de su existencia. Recuerda de su infancia las veladas en las que su padre leía para ella y la fascinación de este por los mapas, asombro que heredaría y alimentaría en no pocos versos de rima libre. Después creció.

En la época escolar, la pasión más destacada se situaba fuera del edificio estudiantil, aunque dentro de otro, cuyo foco de atención era una gran pantalla: "Quería ser una estrella de cine. Mis amigas y yo jugábamos a ser mujeres vamp. Después llegó la guerra y ya no hubo tiempo para sueños tontos". En el instituto se fueron diversificando sus lecturas y conformando sus preferencias: "En mis tiempos del instituto, Anatole France era uno de mis escritores preferidos. Leía mucho, aunque sólo prosa. Creo que todo escritor al que leía ya estaba muerto y, además, desde hacía mucho. A los catorce años ya había leído todo Dostoievski; la verdad es que más tarde tuve que releerlo". Y, más tarde: "Prefiero antes a Dickens que a Dostoievski".

El 1 de septiembre de 1939, las tropas alemanas invadieron Polonia y poco después la Unión Soviética hizo lo propio. En noviembre el instituto se cerró. Pronto se organizaron cursos y se editaron manuales clandestinos, en uno de los cuales colaboraría Szymborska con sus dibujos. En la casa familiar se vivían tiempos duros, su madre, Anna, ya viuda, hacía pasteles por encargo y se iba deshaciendo poco a poco de los objetos valiosos que conservaba de otras épocas. Su hermana, recién casada, cosía zapatos junto a su esposo que luego vendían. En 1943, Wislawa entraría a trabajar en las oficinas de los ferrocarriles para evitar males mayores, en un tiempo en que las redadas, los registros y los envíos a trabajos forzados eran más que habituales.

La vida cultural, no obstante, se agitaba en una Cracovia furtiva, se organizaban veladas teatrales, literarias, musicales. Y Szymborska estaba en ellas. Casi inmediatamente después de la liberación de Cracovia, en 1945, se abrió la casa de los escritores y se empezó a publicar un diario, Dziennik Polski, de cuyo suplemento se hizo cargo Adam Wlodek, futuro esposo de Wislawa. Allí enviaría sus primeros poemas que el mismo Wlodek calificaría de "flojos". Aun así, en marzo de 1945, uno de ellos fue publicado: "Ignoro qué hubiera ocurrido de verdad, pero hasta hoy sigo convencida de que si aquel primer intento mío hubiera fracasado, jamás me habría vuelto a atrever a enseñar mis poemas a nadie".

 A partir de ese momento consiguió publicar en diversas revistas y, aunque comenzó la carrera de Sociología, al segundo curso la abandonó: "No acabé la carrera. En 1947 la sociología se volvió mortalmente aburrida, pues todo lo tenía que explicar el marxismo. Interrumpí los estudios porque ya por entonces tuve que ponerme a ganarme la vida". En 1949 se afilió al Partido y siguió, primero plenamente convencida, con dudas, más tarde, hasta el rechazo final, los preceptos del realismo socialista. Durante esa etapa escribió poemas de los que después renegaría: "Ya durante la guerra me moví en los círculos de jóvenes de tendencias izquierdistas. Estaban sinceramente convencidos de que el comunismo era la única salida para Polonia. Gracias a ellos empecé a pensar en temas sociales. Se sabía muy poco entonces de lo que habían hecho los bolcheviques. Suena estúpido, pero cuando se es una persona sin experiencia política, uno depende mucho de la gente que encuentre en su camino".

Su primer poemario, titulado, Por eso vivimos, sumergido en los vapores del ardor ideológico, le valió la admisión en la Unión de Escritores Polacos. En 1953, Wislawa empezaría a trabajar en la sección de poesía de Zycie Literackie (Vida Literaria), un semanario en el que la autora estaría trabajando durante 21 años y que se haría mundialmente famoso gracias a una sección que fue lanzada en 1960 con el nombre de Correo Literario, y que sería editado en español, en 2018, por Nórdica Libros. Es, precisamente, en estas respuestas a las y los escritores en ciernes, donde Szymborska le saca brillo a ese humor punzante y finísimo, que caracteriza su estilo: "Pregunta usted qué opinión tenemos de Homero. Hasta ahora, la mejor posible. ¿Por? ¿Ha pasado algo?". O también: "Cualquier cosa en este mundo se desgasta con el uso, excepto las reglas gramaticales. Utilícelas sin miedo, hay suficientes para todos". 

A mediados de la década de los 50 ganaría el Premio Literario de la Ciudad de Cracovia y sería nominada al Premio Nacional. A esas alturas, ya se había divorciado de Wlodek, a quien, sin embargo, seguiría confiando de por vida la primera versión de sus poemas. Ella permaneció en la Casa de los Escritores, donde tenían su pequeño espacio con baño compartido en los pasillos, y él se traslado a un apartamento fuera de ese edificio. Wlodek había salido del Partido en 1956 y ella no lo haría hasta más tarde, aunque fue a partir de ahí que sus poemas adquirieron otro cariz: "Vamos, si no fuera por la tristeza, el sentimiento de culpabilidad, quizá no me arrepentiría de las experiencias de aquellos años. Sin éstas nunca hubiera sabido realmente qué es tener fe en una única verdad. Y lo fácil que resulta entonces no saber lo que deseamos saber. Y de qué acrobacias mentales somos capaces cuando confrontamos nuestra verdad con las verdades ajenas". 

En 1957 se publicó su libro titulado Llamando al Yeti en el que comenzó a materializarse su yo poético propiamente dicho, ya desprendido de ataduras políticas. Pocos años más tarde, se mudó a su nueva casa, a la que solía llamar El Cajón. Tenía cuarenta años. Continuaba escribiendo poesía, pero, después de abandonar el Partido, dejó de trabajar en Vida Literaria y finalizó su correspondencia con el joven y numeroso talento polaco. Sin embargo, le ofrecieron seguir publicando como colaboradora y así nacieron las Lecturas No Obligatorias, en las que reseñaba textos variopintos y nunca antes comentados. Durante las dos siguientes décadas publicaría más libros, volvería a enamorarse, del escritor Kornel Filipowicz, y viajaría un poco, no demasiado. Hasta que, en los 90, ya con sus libros editados fuera de Polonia, sobre todo en Alemania, llegó la profusión de premios. Premio Goethe, Premio Herder, Premio PEN Club y, finalmente, Premio Nobel. Fue a raíz del Nobel que conocimos en España a esta mujer humilde y excepcional. Y la mayoría de su obra. Murió a los 88 años, en Cracovia, en un cajón desde el que le hablaba en verso a la humanidad. 

Tras el Nobel, su actividad pública se desbordó y contrató un secretario. Se vio obligada a rechazar innumerables peticiones que le llegaban, pero lo que no hizo fue renunciar a su sentido del humor: "Una vez recibí la propuesta de participar en la iniciativa de limpiar Polonia. Se trataba de librar de basuras las ciudades y los pueblos. Era una idea justa y noble, pero ¿qué podía hacer yo?". Su secretario nos brindó la respuesta: "Tengo escoba, pero la uso solo como medio de transporte".

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