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Vinos que maduran

Con el minifundismo como lastre, el sector vitivinícola gallego selló un 2022 con récord exportador al revalorizarse el litro un 15,5%
TERRAS GAUDA VIÑEDO
photo_camera Hay más de 33.500 hectáreas de viñedo plantadas en Galicia. AEP

Con más hectáreas 33.500 plantadas de viñedo y un potencial de producción vitícola que se eleva a 34.163 hectáreas si contamos los derechos y autorizaciones sin ejercer, Galicia tiene en este campo un sector estratégico tanto en lo que toca a la producción de vino como desde punto de vista del potencial turístico.

Según los datos del Ministerio de Agricultura, alrededor del 79% de la superficie está amparada por alguna de las cinco denominaciones de origen o por el sello de las cuatro indicaciones geográficas protegidas, un elemento relevante para valorizar los caldos autóctonos.

Por producción, la Interprofesional del Vino de España otorga a la comunidad una cuota del 2%, con Castilla-La Mancha como el gran viñedo de Europa al concentrar más de la mitad de los caldos elaborados en España.

El minifundismo sigue teniendo su máxima expresión en Galicia, donde, de las 219.065 explotaciones que cuenta el ministerio, el 97% tiene menos de media hectárea de tierra. En el conjunto del Estado, la extensión media supera las 1,7 hectáreas por viticultor, mientras que en la comunidad se queda en 0,15. Además de lastrar la competitividad y la expansión del sector, la escasa dimensión también dificulta la respuesta ante los retos ambientales y la rentabilidad de las empresas, como constata un informe del Foro Económico de Galicia de 2019 cuyas conclusiones siguen teniendo vigencia en gran parte. Además de incrementar el tamaño, el think tank identificó algunos retos como la necesidad de construir sinergias con el turismo y la gastronomía y que los consejos reguladores de las D.O. sigan ahondando en la generación de valor a través de la diferenciación, la calidad y la singularidad del producto. La profesionalización de viticultores y bodegas sumando a jóvenes a la actividad es otro de los desafíos que figuran en el diagnóstico trazado por los profesores José Armesto y Patricio Sánchez, que también apuntaron a la necesidad de una mayor innovación en procesos y productos, en nuevos modelos de comercialización y estrategias de internacionalización.

Para tratar de exprimir al máximo las oportunidades, la Xunta activó en el verano de 2021 una estrategia de dinamización para las comarcas vitivinícolas enfocada a mejorar el posicionamiento y la competitividad de los néctares gallegos en los mercados y a aumentar el valor generado por el sector en sus áreas de implantación y la base territorial de las explotaciones poniendo en valor de más de 10.000 hectáreas. Entre otras medidas, la hoja de ruta también marcó incorporar a nuevos profesionales con una mejora de la gestión de las autorizaciones de plantaciones y un plan para fomentar el relevo generacional.

En los últimos años, se han dado pasos en el extranjero. Tras el mazazo que supuso el coronavirus, Galicia exportó caldos por un valor récord de 59 millones de euros en 2022, lo que supuso un incremento del 1,8% interanual, aunque el volumen fue un 11,9% inferior, con 17,9 millones de litros. De media, el litro se revalorizó un 15,5%, hasta los 3,29 euros, según recoge el último informe elaborado por el OEMV para la Interprofesional del Vino de España, que permite contraponer este dato con los 60 céntimos del año 2000. Pese a que el volumen comercializado fuera de nuestras fronteras se contrajo un 2,1% en relación al año 2000, el valor de las exportaciones gallegas creció un 5,7% desde el inicio del milenio.

La prueba de que el vino gallego gusta son los desembarcos de grandes actores como la riojana CVNE, la catalana Familia Torres o las vallisoletanas Matarromera y Vega Sicilia, e incluso de fondos como Sherpa Capital, atraídos por los frutos de las D.O. gallegas.

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