Las claves de una campaña electoral gallega a cara de perro y con enorme peso estatal

Los partidos políticos inician este jueves de forma oficial su carrera hacia la Xunta con las tradicionales pegadas de carteles y otros actos. Por delante quedan 15 días intensos donde factores como la participación, la fragmentación del voto en cada bloque o la dinámica política estatal se antojan como determinantes para el resultado final. 
Urna llena de votos. RAFA FARIÑA
photo_camera Urna llena de votos. RAFA FARIÑA

No hay dos campañas electorales iguales. Y la que arranca este jueves y termina el domingo 18 también tiene sus particularidades. Con los mimbres de la precampaña se puede aventurar que será hostil, a cara de perro, sin tregua, sucia... Y como casi todas desde hace tiempo, tremendamente digital: el protagonismo de las redes será ilimitado. Pero también será, posiblemente, la campaña gallega más estatalizada de la historia, con la agenda nacional abriéndose hueco a codazos y con un desembarco de figuras de Madrid jamás visto desde que los Reyes Católicos mandaron a sus tropas a por Pardo de Cela.

1. Participación

Movilizar, movilizar y movilizar. Esa es la premisa de los partidos para los próximos 15 días, aunque de forma muy especial en la izquierda, donde saben que la participación es quizás el factor más determinante en el resultado final. Es más, asumen que con un porcentaje por debajo del 60%, cifra que no se alcanza desde 2009, el PPdeG tiene mucho ganado. En Galicia, parece asumido que en generales y municipales acuda a las urnas el 70% de los votantes y en autonómicas poco más del 50%. Esos casi 20 puntos de diferencia son los que hubo entre las últimas gallegas de 2020 y las últimas nacionales del pasado julio, por ejemplo. Y la mayoría de los que se quedan en casa son votantes de izquierdas. En todo caso, la política no es una ciencia exacta: el PPdeG logró la absoluta en 2009 con porcentajes de voto del 64% y en las últimas generales, con el 73%, tampoco le fue mal.

2. Fragmentación

En un contexto electoral ajustado en el que cada voto cuenta, los famosos restos y los votos a partidos que no obtengan representación marcan la diferencia. Es un temor real de los grandes partidos, especialmente a la izquierda, que finalmente acude fragmentada en cuatro papeletas: BNG, PSdeG, Sumar y Podemos. También el PPdeG tiene motivos de preocupación con Vox o Democracia Ourensana, aunque es cierto que hasta ahora han sido partidos residuales que han erosionado poco o nada el caladero de los populares. Por poner un ejemplo: en un escenario con el último escaño de cada provincia bailando entre PPdeG y oposición, esos miles de votos a partidos que no se transforman en escaños pueden decantar unas elecciones. Muchos de los bailes de datos y las horquillas demoscópicas que se ven estos días tienen su explicación ahí. Por eso esta campaña se escuchará mucho apelar al "voto útil".

3. Distorsión nacional

Que la campaña electoral gallega está totalmente estatalizada no es ningún secreto; pero sí lo es saber el impacto que tendrá esa realidad en el votante. Galicia encara las urnas en un momento de máxima ebullición de la amnistía, Puigdemont y los pactos de Pedro Sánchez con el independentismo. Y el PPdeG no quiere dejar escapar esa ocasión para desgastar a sus rivales, especialmente al PSdeG. Además, una campaña planteada en una clave muy nacional tiene otra derivada: la polarización del discurso entre PP y PSOE. Esto ya se vivió en los comicios generales de 2023 y penalizó al Bloque en las urnas, aunque en unas autonómicas, los de Pontón pueden convertir eso en un factor diferencial para el votante.

4. Campaña

Las campañas electorales vuelven a tener relevancia en las urnas. No en el sentido que lo tenían antiguamente, cuando estas dos semanas se aprovechaban para contraponer programas electorales y convencer con ellos al elector. Ahora, más que para cambiar o atrapar el voto, sirven básicamente para movilizar o desmovilizar. Son las famosas campañas reactivas, esas que apelan al sentimiento, a la reacción, a levantarse del sofá, a indignarse... En resumen, con más mensajes a las entrañas que al cerebro. En una cita gallega donde la participación se antoja un factor determinante, la campaña que hoy arranca puede jugar un papel relevante en este sentido: movilizar. La oposición ya lo intentó con la crisis de los pellets, aunque al final la ola de indignación social no fue tal y no permitió subirse a ella para surfearla hasta Monte Pío.

5. Dinámica demoscópica

Asumiendo que la mayoría de las encuestas esconden intencionalidad política, los sondeos que se vayan publicando en los próximos 15 días pueden tener cierta influencia en el resultado final. Una mayoría ajustada del PPdeG invita a movilizar y no relajarse, una amplia desmoraliza al rival, una alternativa de izquierda puede tirar de la participación, las perspectivas de entrada o no en O Hórreo pueden jugar a favor o en contra de Sumar... Y más importante que una encuesta determinada, que no deja de ser la foto fija de un momento, lo es la dinámica demoscópica, las tendencias de fondo que sí tienen una influencia enorme tanto en el votante como, sobre todo, en el estado de ánimo de los propios partidos. Los que son capaces de mantener una estabilidad o tendencia al alza sostenida los 15 días de campaña tienen también mucho terreno ganado. Todo ello, en cualquier caso, en un contexto donde la demoscopia tiene mucho crédito que recuperar tras sus traspiés de julio de 2023.

6. Debates

La capacidad decisiva de los debates electorales sí es algo que tienden a sobredimensionar los propios partidos, que suelen concederle más importancia que los ciudadanos. Es cierto que algunos marcaron un punto de inflexión en la campaña, o que pueden reforzar o debilitar, pero más en clave interna de los candidatos que en el votante. De hecho, muchas veces se encaran bajo la premisa de 'no meter la pata' en lugar de convertirlos en algo 'propositivo'. En Galicia, hasta ahora, nunca tuvieron gran peso ni audiencias locas. El más importante será el del lunes 5 en la CRTVG.

7. Voto emigrante

Como ocurre con la fragmentación del voto, en un contexto electoral ajustado cada papeleta cuenta. Y entre esas están las que llegan de fuera de Galicia de Galicia, el voto exterior o voto emigrante. Esta será la primera vez que los gallegos voten en unas autonómicas con la nueva regulación que a mediados de 2022 suprimió el voto rogado. Aquel sistema que aspiraba a reforzar el control del sufragio exterior se introdujo en una reforma en 2011, pero resultó letal: hundió la participación, ya que obligaba a los emigrantes a solicitar –rogar– previamente el voto, lo que complicaba la ya de por sí compleja burocracia electoral. Eso se tradujo en que la participación cayó del 30% en 2009 –antes del cambio de ley– al 1,2% en las últimas autonómicas de 2020. Así que ojo, porque casi el 18% del censo gallego del 18-F, un total de 476.514 votantes, está fuera. Y esta vez puede resultar clave.

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