Mujeres poderosas
Tras mi humillante victoria sobre la Navidad, que es probable que se retire durante unos años para reponerse del susto, he vencido también al Año Nuevo. No a todo 2019, entiéndaseme, sino a la Nochevieja y al primer día del año. No fue fácil, con mi suegra María Clementina instándome a comer. Mi suegra, para mi fortuna, no es de esas suegras que te castigan echándote broncas. Es de las que resuelve sus rencores haciéndote comer hasta reventar. Se presentó en casa de mi señora herbívora cargada de alimentos altamente calóricos.
Turrones, vino, cava y esas cosas tentadoras. También traía uvas, a razón de 12.000 por cabeza. No tiene medida.
Ando por los 114,2. Bajé poco más de medio kilo. Todo ello sin pasar por el gimnasio más que una vez en toda la semana. Finalmente fui ayer, atendiendo las amenazas de muerte de Antonio Ventín, my personal trainer. A good man. Yeah, yeah. Llevaba dos semanas poniéndole excusas increíbles y el hombre acabó perdiendo la paciencia, así que antes de obligarle a dar el paso de convertirse en mi personal killer, opté por aparecer por el gimnasio. Me martirizó.
A Lucía, la nutricionista, tampoco la vi. Anduvo demasiado ocupada ganando el campeona to gallego de andar en bici por el monte. Estoy rodeado de locos, que todo hay que decirlo. ¿A quién se le ocurre celebrar un nuevo año subiéndose a una bicicleta y trotando por el monte como un carnero? ¿Es ésa la sociedad que queremos? Por mi parte, no, quede dicho.
A mí me salva que ya pasé esa edad en la que uno o una celebra estas fechas bebiendo como un poseso o posesa, que es lo tradicional. Yo a estas alturas despido a mis invitados y me quedo en casa meditando sobre el devenir de las cosas y viendo especiales en la tele, que viene a ser lo mismo. Los especiales de Año Nuevo son en sí mismos el devenir de las cosas.
Allí me hicieron subir al escenario y me pusieron como ejemplo de obeso androide en proceso de recuperación
El caso es que los pesos que estoy dando no son los oficiales, pues no están certificados por la báscula Tanita, pero he comprobado que entre esa báscula y la mía no hay grandes fluctuaciones, así que los doy por buenos, gramo arriba o gramo abajo. Salvo que a mi báscula le fallen las pilas, que espero que no, voy casi por los nueve kilos y bajando. Hay que tener en cuenta que estos días, necesariamente, he tenido que saltarme la dieta en algunas ocasiones, pero he procurado comer y beber con moderación e incluso algún día he ayunado, lo que contraviene los consejos de Lucía, la nutricionista que anda en bici por el monte. También contraviene las recomendaciones de mi suegra, pero el sentido de culpa me atenazaba y decidí mortificarme y ofrecer el ayuno en penitencia por la redención de mis pecados. También es verdad que otro día me fui a comer con un concejal del PP a Burger King, para probar la nueva hamburguesa con salsa de wiski y pan de cerveza, un producto altamente satisfactorio y recomendable para todo aquel que no tenga un abdomen desmesurado y esté en fase de rebajarlo.
Hay algo que me preocupa, ya que se empeña usted en hablar de mi abdomen. A pesar de que he perdido ya nueve kilos y de que algunas prendas de ropa vuelven a servirme, me veo gordo. Espero no estar contrayendo un trastorno alimentario y psiquiátrico. No quiero sentirme descontento con mi cuerpo, a ver si no voy a dejar de ser un obeso androide para convertirme en una adolescente anoréxica, que me conozco y luego pasa lo que pasa.
Tengan ustedes un felicísimo año 2019.