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Cantar la misma historia

Volver a Tom Waits en un tiempo en que aún continúan resonando los ecos de las celebraciones de su primer álbum, Closing time, lanzado cincuenta años atrás.
Tom Waits. EFE
photo_camera Tom Waits. EFE

HAY MÚLTIPLES versiones de esto: "Nací a una edad temprana en el asiento trasero de un taxi amarillo en el aparcamiento del hospital Murphy en Whittier, California. No es fácil para un muchacho crecer en Whittier. Tuve que empezar a tomar decisiones muy pronto. Lo primero que hice fue pagar algo así como 1 dólar y 85 centavos al taxista. En cuanto salí del taxi me puse a buscar trabajo. El único trabajo que encontré fue como sindicalista en una sala de pediatría. Me despidieron, quedé desilusionado con el sindicato". El argumento varía, se mantienen elementos esenciales como el taxi o el lugar. En sus conciertos cuenta cosas así desde hace aproximadamente cincuenta años.

Efectivamente nació en Whittier, una localidad del condado de Los Ángeles situada a unas cinco horas de la frontera con México. Le pusieron el nombre de Thomas Alan. Tenía dos hermanas y sus padres, Frank y Alma, eran aficionados a la música. Frank, apasionado de la cultura mexicana, tocaba la guitarra en una banda de mariachis. Alma cantaba y fomentaba en el pequeño Thomas el gusto por la música. Desde el inicio, la infancia del muchacho sonó a ranchera. También a calle de barrio que ya no tenía nada que perder. Allí se formaban pandillas de tipos duros de 12 años. Pero Thomas no cumplió esa edad en el vecindario porque a los 10, tras el divorcio de sus padres, se trasladó con su madre y sus hermanas a Chula Vista, San Diego, más próxima a ese territorio fronterizo donde los países se diluyen y sus gentes viven en estado suspendido, a la espera esperanzada de la misma nada.

A Thomas le gustaba inspeccionar lugares derrotados, se sentía fascinado por la singularidad de sus habitantes. Pronto encontró National City, un pueblo marinero a las afueras de San Diego donde, como afirmó en un concierto: "La media de vida era estar muerto". Se pasaba allí las horas. Se mezclaba con adultos y experimentaba sus fracasos. Un vecino le regaló un viejo piano que fue instalado en el garaje y allí empezó a componer. Combinaba esa actividad con su pasión por el cine.

 Frecuentaba el Globe, el cine local cuyo encargado seleccionaba unos programas poco convencionales que repelían a la mayoría del público y pegaban a la butaca al Thomas adolescente. También asistía a la escuela secundaria, que acabaría abandonando ante las fascinaciones que le ofrecía el mundo real. Durante algún tiempo trabajó en una pizzería fregando platos, limpiando los baños y, de vez en cuando, amasando las pizzas futuras. Alternaba este con otros trabajos del estilo, pero lejos de sentirse aburrido o cansado o frustrado, lo que experimentaba era hipnótica atracción hacia los ambientes y sus pobladores. Fue de ahí de donde extrajo las historias a las que posteriormente llenaría de música. 

Entonces consiguió un trabajo en el umbral. Metafórico y verdadero. Consiguió ser contratado como portero del club Heritage, referente por aquel entonces de la música en directo.  De vez en cuando abandonaba su puesto exterior para ir dentro, y tocar. Versionaba canciones que sonaban en aquella época. Su atracción por subir ahí arriba y contar historias melodiosas y desagarradas fue creciendo en él hasta convertirse en su propio cuerpo. En un cerebro acomodado en cada arista a su propio cerebro. Y así empezó.

 Tom Waits afirma seguir conservando los primeros rugidos del miedo y la excitación y la incertidumbre: «Cuando eres joven, estás muy inseguro. No sabes si te puedes apoyar en esa ventana, si se romperá… No sabía qué estaba haciendo cuando empecé. Ahora tengo una idea más clara. En cierta forma me gustaría comenzar ahora». Y también dice: «Aún tengo pesadillas con que todo va a ir mal en el escenario. El piano comienza a arder. Las luces se caen sobre el escenario. Las cortinas se rompen. El público arroja tomates y fruta podrida. Se acercan al escenario y no puedo mover mis zapatos. Siempre tengo eso en la cabeza cuando programo una gira. Una pesadilla de la cual es difícil escapar». Del Heritage saltó al sur de Los Ángeles e inició una ruta musical, de club en club, de antro en antro, en la que no pocos sucumbieron. Dormía en su coche o no dormía en absoluto. O caía emborrachado de alcohol y ambición en cualquier acera, encima de cualquier piano. Se mimetizó con la cultura Beat y sus viajes también fueron símbolos que entretejían la gloria con el underground.

Una noche estaba subido a un escenario. Sentado ante un piano tocaba y cantaba las historias adquiridas de una vida corta, pero intensa. Entre el público, un productor. Herb Cohen. Que por aquel entonces tenía en cartera a un Frank Zappa despuntando con su rock experimental. Cohen escuchó; luego habló, sugirió, ofreció, y Waits firmó. Su primer contrato se fraguó en el mítico club nocturno, The Troubadour, un local situado al oeste de Hollywood, que forma parte de la historia del rock. Un local que muchos frecuentaron y pocos superaron.

Así que firmó el contrato. Se mudó a Los Ángeles y comenzó a grabar para el sello Bizarre/Straight. Veinte temas y varios estilos, un repertorio caracterizado por la hibridación sonora, que sería característica del estilo Tom Waits. Arrancaba la década de los 60 y el cantante devenía poco a poco en el personaje que lo habitaba. Esa voz áspera que se calzaba los zapatos de aquellos a los que observó, aquellos a los que conoció o a los que intuyó, empezaba a traspasar las fronteras de las noches de club.

Sin embargo, repetiría la historia con otro productor en el mismo local, años más tarde. The Troubadour era refugio y era posibilidad. David Geffen, representante de un sello de rock envidiado por la masa musical aspirante a..., estaba allí en el mismo momento en que Waits cantaba su canción. El descubridor de The Eagles y Joni Mitchell. El mismo Geffen lo recuerda así: 2Estaba cantando una canción llamada Grapefruit moon cuando lo escuché por primera vez. Pensé que era una canción estupenda así que escuché todo el repertorio. Después de la actuación me interesé por él". 

Asylum Record contrataría a Tom Waits y se iniciaría un proyecto que este 2023 cumple cincuenta años con celebraciones nostálgicas, por el genio, por la música. Closing Time vería la luz en el año 1973 y, a partir de ese momento, ya sí, Tom Waits entraría en la historia de la música. Tenía 24 años, vestía vaqueros negros muy, muy gastados, una chaqueta de texturas agrestes y unos zapatos agujereados. Se sentaba al piano y hablaba antes de cantar. Se identificaba con sus personajes rotos, con sus historias del otro lado de la vida. "Durante ese periodo era como ir a una fiesta de disfraces y volver a casa sin cambiarte. Me convertía en un personaje de mi propia historia. Salía por la noche, me emborrachaba, y me quedaba dormido debajo de un coche. Volvía a casa con hojas en el pelo, grasa por mi cara, entraba a tropezones en la cocina, me golpeaba la cabeza con el piano y de alguna forma registraba mi propio fallecimiento y el desfile de personas horribles que vivían en la puerta de al lado".

Se trasladó al Tropicana Motel, en Santa Monica Boulevard. Allí Andy Warhol filmó una de sus películas; allí Jim Morrison vivió los éxitos de The Doors; allí Van Morrison escribió sus canciones. Allí fue encontrada muerta Janis Joplin. Tom Waits estuvo nueve años. "Existía ese agujero llamado Tropicana. Rara vez la televisión funcionaba… agujeros hechos por los cigarrillos en diferentes lugares. Tenían una colcha dorada. Quién sabe si la lavaron alguna vez. Conocías a muchos personajes, la mayoría del mundo de la música. Podías sociabilizar con lo famoso y lo infame".

Tras los años beat, indómitos, sin pulir, llegaría un tiempo de quietud, en el que Tom Waits se casaría, tendría hijos, se tomaría descansos en su carrera artística para volver, como en tromba, con incursiones musicales innovadoras, extrañas, distintas. Ese esqueleto suyo, con el que se mueve en el mundo, que utiliza como base de toda composición, y que es una mezcla de sus compañeros vagabundos de antaño con instrumentaciones originales, se convertiría en la base de su éxito mundial. Hay un vacío, una soledad que viene del principio, del suburbio. Y esa es la historia que acaba contando y cantando siempre.

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