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Leni manostijeras

Se cumplen veinte años desde la muerte de Leni Riefenstahl, la cineasta alemana de Adolf Hitler que quiso borrar su historia
Leni Riefenstahl
photo_camera Leni Riefenstahl

Imaginen alguien obsesiva, implacablemente empeñada en construir una realidad sobre la realidad misma. Imagínenla borrando huellas, ocultando pruebas, limpiando, con sus desgastados, pero aún útiles, guantes de seda, desagradables manchas del pasado. Qué documentos hay que destruir, cuáles fotografías deben ser mostradas y cuáles es preciso desechar. Pregúntense por qué hasta el 2003, año en que murió, Leni Riefenstahl fue reconfigurando su propia historia al mismo tiempo que la Historia la iba poniendo en apuros. No se engañen: Esa concienzuda labor de supresión biográfica la llevó a cabo por la humanidad. Fue un acto generoso. Lo hizo para todas y todos los que no terminábamos de entender que lo único que perseguía con enorme coraje, que su única motivación existencial, había sido siempre la belleza. O sea, el arte. Un valor supremo.

Leni nació en un barrio industrial de Berlín en 1902 y lo tuvo claro desde muy temprano. Quería destacar. Creció siendo una niña fantasiosa, le gustaba pintar y escribir poemas y obras de teatro. Su madre, Bertha, había querido ser actriz y estimulaba las primeras aspiraciones artísticas de su hija; contrariamente a lo que hacía su marido, Alfred, a quien no gustaban nada esos senderos tan poco prácticos y, desde luego, nada decorosos. Sin embargo, Leni perseveró. Consiguió asistir a una escuela de baile y dirigió sus pasos hacia la danza. Su padre le diría en aquella ocasión: "Personalmente, estoy convencido de que tienes poco talento y de que nunca serás más que una mediocre, pero no tendrás motivos para decir, más adelante, que te arruiné la vida o las posibilidades de tener una carrera". Alentador. 

Leni no opinaba lo mismo. Estaba convencida de su valía, es más, tenía una pasmosa seguridad en un destino escrito enteramente para ella. Aprendió, pues, desde muy joven, a hacer cálculos, a programar estrategias en caso de un destino adverso. Para contrarrestar esos efectos indeseados, es preciso trazar un plan, y Leni Riefenstahl era muy muy buena gestionando su calendario vital. Así que comenzó por lo que tenía más a mano, que era ella misma. Estudió el ambiente, detectó las miradas, las insinuaciones, los agravios, y los usó para ir escalando posiciones, no sin atravesar momentos complicados que no la apartaron de su misión. En referencia a esos tiempos quedan algunas declaraciones: "Sin explicarme cómo, me convertí en su esclava" o "En lo único que podía pensar era en deshacerme de ese vínculo".

En este punto, tengan en cuenta que las afirmaciones públicas de Leni Riefenstahl suelen entrar en contradicción con los hechos. El hombre en cuestión, un tenista famoso que la introdujo en el ambiente de clase alta que le interesaba, se comprometió con ella y su relación duraría hasta la siguiente barrera que superar. Con una Alemania a punto del colapso económico en la primera década de los 20 del siglo pasado, casualmente, un joven banquero se enamoró de ella. "Me di cuenta de que estaba loco por mí, pero ¡ay! Yo no lo estaba por él. Me gustaba, pero eso era todo". No era razón, claro está, para no seguir adelante. Harry Sokal, que así era su nombre, financió el debut de Leni como bailarina solista en Berlín. Tenía 21 años. Tuvo un éxito relativo que ella convirtió en un triunfo sin igual, recortando las partes de las reseñas que no se correspondían con su realidad. Imagínense a una atractiva joven, de mirada obstinada, recortando papelitos, y quédense con la imagen. Será recurrente. Dos semanas más tarde, Hitler, Hess y otros miembros del partido nacionalsocialista, eran conducidos a la cárcel tras el intento de golpe de Estado en una famosa cervecería de Múnich. Estamos en noviembre de 1923, el marco alemán se estabiliza poco a poco y Leni inicia una prometedora carrera profesional. Harry Sokal movía los futuros contratos entre bambalinas; por cierto, era judío.

Tras ocho meses de éxtasis danzante, Leni tiene un accidente y se lesiona la rodilla. Se ve obligada a decir adiós a la gloria, al menos en ese ámbito. Se abre ante ella otra vía posible, que es la del cine. No era menor el poder de la cinematografía alemana, de la mano de la Ufa, los estudios donde nacieron películas grandiosas como Metrópolis o El ángel azul, gracias a la cual Marlene Dietrich daría su salto a Hollywood.

Leni rápidamente pensó en repetir la jugada de la actriz. No le salió exactamente así. Según su versión, experimentó otro éxtasis artístico mientras veía una película del director Arnold Fanck, quien se convertiría en el máximo representante de las llamadas películas alpinas, un subgénero cinematográfico que combinaba aventuras deportivas de alto riesgo, suspense y, a partir de la entrada de Leni, también romance, todo ello aderezado con una exaltación brillante de la naturaleza y su poderío. Imagínense que no fue la casualidad la que juntó a Fanck y a Leni. Imagínense que Franck cae rendido ante ella. A partir de ahí, ella supera todas las dificultades de los rodajes y demuestra ser tan resistente en la montaña como sus compañeros masculinos.

Después de varios filmes en los que prácticamente se repite su papel, se siente estancada. Se le ocurre que el modo de avanzar sería pasarse a la dirección. Consigue, no sin drama, estrenar su primera película: La luz azul, que fue un fracaso. Por entonces, aseguró: "Estos críticos judíos no entienden nuestra mentalidad. No tienen ningún derecho a criticar nuestro trabajo", y también: "Mientras los críticos cinematográficos sean judíos, yo nunca tendré éxito. Pero ya verá usted cómo cambiará todo cuando Hitler coja el timón". El guionista y ayudante de dirección de La luz azul, por cierto, eran judíos. Leni Riefenstahl, convenientemente, los eliminó de los créditos. Más tarde, se dispondría a recortar papelitos, otra vez. Ella jamás había dicho eso. 

Entonces escuchó uno de los discursos de Hitler: "Tuve una visión casi apocalíptica que nunca pude olvidar. Me sentí paralizada", confesó. Le dio otro éxtasis. Quiso conocer al hombre. Hizo sus cálculos. Y no sólo lo conoció, sino que él se comprometería a nombrarla directora de todas las películas del imperio negro que estaba a punto de levantar. 

Hay testimonios, hay fotografías, hay cartas. Leni con Hitler. Leni con Goebbels y esposa. Leni con Hess. Leni con Albert Speer, el arquitecto de Hitler y ministro de armamento durante la Segunda Guerra Mundial, con quien trabajaría mano a mano para convertir el espacio donde se celebraban los congresos del partido nazi –conocido como Campo Zeppelín, en Nuremberg– en un lugar imperial, monumental, apoteósico. El primero tuvo lugar en 1933 y se convirtió en el documento titulado La victoria de la fe. Del segundo salió El triunfo de la voluntad, con el que Leni Riefenstahl pasaría a la historia del cine y con el que se iniciaría una incendiaria polémica cuya llama sigue ardiendo. ¿Propaganda o arte? En 1936 sería la encargada de rodar Olympia, un documental que cubriría los Juegos Olímpicos de Berlín. Y se avivó el fuego. Al estallar la guerra, Hitler la nombró reportera de guerra del III Reich. Se fue a Polonia, asistió a la matanza de judíos de Konskie. Más tarde tendría que recortar papelitos, jurar y perjurar que no había estado allí.

Deseosa de retomar su arte, logró que el Reich financiase su proyecto, la película Tierra baja. Necesitaba a gente de etnia gitana que, casualmente, Hitler había ordenado juntar en un campo. Fue, eligió y se los llevó al rodaje. No se dio cuenta de nada más. Por si acaso, tras la derrota de Alemania, se dedicó, al recorte. Imagínense la reinvención de una vida. Se fue a África y grabó a los nuba; se fue al fondo de los océanos y grabó la belleza submarina. De todo eso se publicarían libros. Tuvo tiempo de escribir sus memorias y seguir reivindicando la otra realidad. Aquella en la que su linaje estaba limpio de elementos judíos. Aquella en la que el arte le tapó tanto los ojos que no vio nada más. Murió a los 101 años, puede que con una tijera en la mano, aunque eso no está confirmado.

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