Blogue | Arquetipos

Renacida, otra vez

Este año que acaba fue lanzado el álbum Cat Power Sings Dylan: The 1966 Royal Albert Hall Concert, una recreación de aquel otro mítico, en el que la cantante versiona a Bob Dylan y vuelve a demostrar su potencial artístico.
Cat Power
photo_camera Cat Power

Cuando sucedió ella aún no había nacido. Era el mes de mayo del año 1966 y la gira mundial no estaba yendo especialmente bien. Los abucheos se habían escuchado ya en los primeros conciertos, pero a su llegada al Reino Unido, el ambiente empeoró de manera considerable. La gente, ya sabes, no estaba obteniendo lo que quería. Uno no puede hacer exactamente lo que le viene en gana, ¿entiendes lo que quiero decir?, por muy ídolo que seas, por muy bardo de Minnesota que seas. Están todas esas personas juntas, están los fans. Y se comportan como lo que son. A veces también son útiles ¿verdad que sí? ¿Qué haces con ellos? Compran sus entradas, hacen cola, esperan una cosa, y tú les sales con otra, tú apareces con una banda y rompes con todo aquello, ¿sabes? El sonido acústico, el folk. ¿Dónde queda todo eso? Eso fue lo que nos hizo soñar, por el amor de Dios. De pronto, nadie entiende nada. 

Hubo dos tipos que se atribuyeron el grito más de dos décadas después. Alguien llamado Keith Butler, que aparecía en un documental del concierto visiblemente enfadado diciendo aquello de, ya sabes, "ha sido una vergüenza, es un traidor", verdaderamente se le veía molesto, y también hubo un tal John Cordwell, cuyo cabreo, según contó, se debía más al pésimo sonido de la banda que al cambio de rumbo del cantante; "no sonaba como suena el disco", fue lo que declaró. El caso es que uno de los dos, o cualquier otro, chilló "¡Judas!" y en la grabación se recoge claramente ese momento. También lo que Bob dice después. Dice: "No te creo" y, segundos después de eso, "eres un mentiroso".  Entonces empieza a sonar Like a Rolling Stone. Vaya tela. Aquello se convirtió en algo mítico. Rápidamente entró en circulación la grabación pirata más famosa de la historia conocida como Live 1966: The Royal Albert Hall Concert. Que ni fue en Londres ni en el Royal Albert Hall, sino en Manchester, en el Free Trade Hall. ¿Ves? Con estas cosas se construyen los mitos.

 Pasó mucho tiempo, claro. Si no echo mal la cuenta, 57 años. Y va ella y se atreve a grabar el mismo concierto, las mismas canciones, muy fieles al sonido original, pero con su voz, ya sabes. Imagínate, Cat Power versionando a Bob Dylan. Nada menos que aquel concierto. Y esta vez sí, realmente, en el Albert Hall. Hay que ser grande. Y, de paso, corregir la historia. ¿Qué te parece?

Bueno, la vida de Cat, ya sabes, podría haberse convertido en uno de esos clichés ambulantes. No sabría decir con seguridad si no lo es ya. Me refiero a que, ¿entiendes? Una infancia difícil. El padre, músico de blues, lo que puede resultar atractivo desde fuera, pero si no aparece nunca, pues ya no tanto. Y lo de la madre, que no se acaba de comprender si es que viene o se va, o qué pasa con eso. Ambiente hippie, confuso, inestable. También estaba lo del sitio, Atlanta, al sur de los Estados Unidos, principios de los 70, tampoco estaban fáciles las cosas por allí. Hubo un tiempo en que vivió con su abuela en Carolina del Norte, pero la cosa no duró y, además, su hermana, ya sabes, las drogas… La música era su refugio, el de Cat, bueno, por aquel entonces, Chan, de Charlyn. Charlyn Marie Marshall, así le pusieron. Lo del refugio en la música, digo, nada nuevo, tampoco. Y el alcohol. Cuando se trata de huir, así, en general, no parece que haya demasiada creatividad, ¿no crees?

 Pues allá que se fue, finalmente. A Nueva York. Dónde, si no. Allí actuó de telonera, conoció a gente, se movió por ahí. Componía en medio de esa situación, ya me entiendes, trabajos mal pagados, horarios infernales, todo ese show. Grabó sus dos primeros discos, Dear Sir y Myra Lee, y el resultado no fue malo. Extraño, quizá, pero no malo. Quiero decir, se podría pensar que ella era la extraña, por cómo cantaba y qué cantaba. Algo muy íntimo, muy minimalista, soul, blues, un poco todo, no sé. Una cosa bastante magnética. Ayudaban al misterio sus letras, ¿entiendes? Una cosa delicada y triste, desesperada, también, en cierto modo.

Es en este punto cuando aparece Matador, el sello discográfico que a principios de los 90 se hizo famoso por lanzar grandes éxitos de bandas independientes, alternativas. Indies, ya sabes. Con esa discográfica sale su álbum What Would the Community Think y poco después viene la historia del millón de dólares. Ella dijo aquello de, ya sabes, "lo rechacé. No creo que tengas que sufrir por tu arte, pero en aquel momento me pareció que no lo merecía, que ese dinero no era para la gente como yo, que ancestralmente mi familia no había tenido derecho a eso. Como cantante, me colocaba en un espectro que no me interesaba. No me pareció que fuera sano para mí como ser humano" y, bueno, quién es nadie para decir que aquello haya sido un error ¿no? Nunca sabemos lo que pasa por la mente de alguien a quien observamos. Aunque creamos conocer a esa persona.

Además, aquella época no estaba yendo lo que se dice bien del todo. Ella bebía, tenía dudas sobre su música. En esas fechas le hicieron una entrevista y declaró: "Mis discos son muy personales y no van a gustar a nadie más, que nadie me va a tomar en serio". Cuando estás así, quiero decir, cuando te ves metida en eso, te pones a correr. Vivió en distintos sitios, en algunos encontró la calma que parecía buscar. Con Bill Calahan, el músico, ya sabes. Al principio. En Australia grabó su cuarto álbum, Moon Pix, y el asunto parecía funcionar. Poco después empezó el tema de las versiones. Salió The Covers Record, ella cantando temas de los Rollling, la Velvet Underground, también de Bob Dylan, aunque no como lo que vino después.

 Hay que decir que en los directos no se portaba con el público de manera demasiado respetuosa. Se embarca en giras, pero resultan un desastre porque en el escenario no se comporta bien, me refiero a, ya sabes, no está centrada, no canta como debe, no cumple los horarios… ¿entiendes? Hay un desequilibrio ahí. Y de repente, silencio. Un montón de años, nada. Desaparecida. Te puedes imaginar, sin embargo, el ruido de fondo anunciando el fin. Y en 2003, bum, saca nuevo disco. Composiciones propias y título significativo: You are free. Después de tanta oscuridad sonora, parece que queda una luz. Son años de ascensión. En 2006 saca The Greatest, en 2007 desfila para Karl Lagarfeld y aparece en la película de Won Kar-wai, My Blueberry Nights. En ese año Bob Dylan la invita a un concierto suyo en París. Allí se conocen. Ella compone una canción dedicada a él. ¿Te imaginas? La admiración de aquella niña que lo escuchaba sin parar en sus primeros sueños de convertirse en cantante. Todo metido en esa letra. Se lanza otro álbum de versiones llamado Jukebox. Parece que las cosas van bien, ¿entiendes? Pero no, nada más lejos. Otro quiebre. De nuevo silencio. Ingresa en un hospital psiquiátrico, está un tiempo allí, ya sabes, reponiéndose. Pero vuelve. En 2012. Con el álbum Sun. Y va la discográfica y la despide. Así. Bum. Aquello no estuvo bien, ya sabes, ellos querían producto vendible y ella, bueno, simplemente no funcionaba de ese modo. Firma con Domino Records y saca dos nuevos discos. Pasan los años, tiene un hijo y las cosas parecen calmarse. Llega el 2022 y entonces lo hace, graba ese concierto.

Cat Power Sings Dylan: The 1966 Royal Albert Hall Concert. Cat Power canta a Bob Dylan. Aquel controvertido, tenso, rupturista concierto, en el que, ¿te acuerdas?, tacharon de traidor a Dylan por haber osado meter electricidad a su folk puro, la guitarra y la armónica del éxito y los sueños contraculturales. Alguien que estuvo allí, para recrear el momento, gritó ¡Judas! y ella contestó ¡Jesúsy, qué quieres que te diga, es una bonita manera, ¿no te parece? Una bonita manera de poner las cosas en su sitio.

Comentarios