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La momia del obispo de Lugo

"Lo curioso de Alonso Suárez de la Fuente, o Alonso Suárez Lugo, fue lo que hizo una vez muerto, en 1520"

MaruxaALONSO SUÁREZ de la Fuente del Sauce fue obispo de Lugo entre 1494 y 1500. Antes lo había sido de Mondoñedo y luego lo fue de Jaén. En muchos de los documentos referidos a él se le cita Como Alonso Suárez de Lugo, incluso mucho después de haber abandonado nuestro país camino de Andalucía, aunque en Jaén fue conocido también como "el obispo insepulto".

Durante toda su vida estuvo metido en pleitos. Con sus hermanos y con todos los demás. Se pasó media vida poniendo y recibiendo demandas. Era un marrullero. En Jaén se le venera todavía por haber realizado numerosas obras públicas y religiosas. De su paso por Lugo no quedó tanto recuerdo en la ciudad ni en su diócesis. Entre otras cosas, asaltó un monasterio en O Cebreiro. El abad, un tal Lope de Soler lo denunció: "Algunas personas de ese reino y especialmente el obispo, asaltaron el monasterio, robando varias cosas". Puede que eso sea lo más destacable que hizo como obispo de Lugo.

A su llegada a Jaén, el hombre empezó a gastar dinero como si le sobrara, construyendo puentes o iglesias y sufragando de su bolsillo muchas reconstrucciones. Algunos decían que era millonario porque había encontrado la mesa de Salomón. Yo más bien sospecho que esas obras las pagaba con lo que había robado en Lugo. Ya podía haber robado en Jaén y gastarlo en Lugo, pero no. La vida le llevó por ese otro camino.

No debemos asustarnos. Ya por aquella época los obispos eran así. Pero más que su vida, lo curioso de Alonso Suárez de la Fuente, o Alonso Suárez de Lugo fue lo que hizo una vez muerto, cosa que sucedió en 1520. Primero lo enterraron, siguiendo sus deseos, en la capilla de San Ildefonso, construida por él en la catedral de Jaén y no se supo de nuestro prelado hasta 1635, año en que la capilla fue demolida para hacer una nueva. Una vez hecho esto, las autoridades eclesiásticas decidieron enterrarlo no en la capilla nueva, sino en el coro de la catedral, con los otros obispos. Pero los herederos de Alonso, que salieron marrulleros como él, pusieron el grito en el cielo. Una parte decía que no cabía enterrarlo en la capilla, pues era una capilla nueva que nada tenía que ver con aquella que se había mandado construir Alonso Suárez. Los otros, que fuera o no la misma capilla, ahí debía sepultarse. Y por encima resultó que su cuerpo se había momificado.

Se hizo cargo de la disputa un tribunal eclesiástico, que trató de mediar entre las partes proponiendo que la familia pagase un tributo en aceite, ganado, vino y cosas así, pero no hubo acuerdo, así que el tribunal, tratando de forzarlo, ordenó que se le pusiese en la capilla, pero no en una sepultura, sino en un cajón de madera. Pensaban los jueces que ni las autoridades catedralicias ni la familia del obispo soportarían la humillación de que los feligreses vieran ahí un cajón con un obispo dentro, pero tampoco eso resultó. Tanto una parte como la otra extendieron el pleito durante más de tres siglos. Los familiares insistían en respetar la voluntad del obispo y las autoridades catedralicias insistían en que no.

Durante todo ese tiempo siguieron los pleitos, los compromisos y los incumplimientos de las sentencias, siempre sin dar solución al asunto, así que ahí estuvo el tío momificado en un cajón hasta mayo de 2001, cuando finalmente se decidió darle sepultura en la capilla, para satisfacción de sus herederos, que vieron así premiada su tozudez.

La momia fue fotografiada por única vez en 1968, cuando Carmen Polo, esposa del dictador Franco pidió que le abrieran el cajón para ver a la momia. Afortunadamente no se encaprichó con ella, pues de haberlo hecho se la hubiese llevado a Meirás. En esa foto se le ve vestido con los atributos propios de su cargo, con las manos sobre el pecho sosteniendo una espada enorme y sobre su cuerpo, un libro que al parecer fue puesto mucho después de su muerte para sustituir a otro que no había aguantado tanto como el propio Alonso Suárez. Sale además el hombre en la foto con cara de susto.

Cuando lo enterraron en 2001,en su lápida escribieron: "Yace por fin sepultado". Lo escribieron en latín, pero lo escribieron. Se acababa así un pleito que había durado 366 años en los que la momia permaneció insepulta.

No es fácil que a alguien se le conozca más por lo que hace al morir que por lo que hizo en vida. Al menos en Jaén dejó alguna huella, pero aquí ni eso. Podía haber mandado que lo enterrasen en Lugo, momificarse entre nosotros y permanecer en un cajón durante más de tres siglos, pero no, ni eso nos dio el desagradecido.

Lo más dramático de este asunto es que no lo tengamos en Lugo expuesto en una vitrina, que es algo que siempre atrae al turismo y genera beneficios entre limosnas de fieles impresionados y el cobro de la entrada. Sería una manera de devolver lo que nos iba robando por los monasterios. Descanse en paz, no seamos rencorosos.

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