Opinión

Bichos raros

LOS QUE FUIMOS excluidos de la agenda de presuntos hostigados por el comisario Villarejo, deberíamos sentirnos como bichos ratos, una especie de apestados de la sociedad, postergados del mundanal entramado que nos tocó vivir. Si el famoso policía no se fijó en nosotros para incorporarnos a su recua de notables, es porque nos vio insignificantes al trenzar sus contubernios, y eso acrecienta la decepción de muchos de los desairados. Somos minoría, y no es buena señal que se nos arrinconase; nos hace sentir como si no existiésemos para una sociedad tan sometida a este tipo de devaneos.

Por eso que lo que parecía ser un acorrale delictivo, no importa el porqué, es una contraseña que permite a los escogidos ir con la cabeza muy alta, por el prestigio social que representa. Mucho le deben todos ellos al ojo certero de Villarejo, o al menos los que no dudan en vender su alma al diablo para que se hable de ellos. Claro que en medio de todo este batiburrillo no está exenta la picaresca, la pillería de quienes se atribuyan haber sido tamizados por el policía sin serlo, con el convencimiento de que su reputación gana enteros. Ello explica, quizá, que la cartera de señalados sea tan nutrida.
 

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