Opinión

El infinito

¿Tú sabes lo que es el infinito? Si cuando naces empiezas a contar, cuando te mueres aún no acabaste
Honor-System

A MARTA, esa frase se la dijo de pequeña su abuelo. Y con ella despertó una curiosidad que con el tiempo se transformó en pasión y ya nunca la ha abandonado. Y que la llevó a querer estudiar Matemáticas y convertirse en profesora.

Pero no lo hizo. Siempre fue buena estudiante, y habría podido, pero a veces las ventajas, en lugar de abrirnos puertas, nos ponen límites. Como cuando, por ejemplo, pensamos que es una pena, un desperdicio, no optar por el camino más caro, el más exclusivo. Nunca sabemos cuándo, aun con la mejor intención del mundo, estamos metiendo la pata.

Pero, dado que no lo sabemos, al menos deberíamos tener un par de cosas claras; y la primera, en este tema, tendría que ser no ponernos nosotros mismos la zancadilla, dejar que los tropiezos, si llegan, lleguen de fuera. O, lo que es lo mismo, en este caso, escoger lo que queremos, lo que nos gustaría, lo que nos gusta, y a partir de ahí ya veremos qué pasa. Como le leí una vez a Savater, si uno elige la carrera que le gusta, las cosas pueden acabar yéndole mal; si elige una que no le gusta, le irán mal seguro.

Marta no había leído a Savater y optó por las salidas, por una ingeniería. Que cursó, acabó y ejerció. Que ejerce. Y que nunca, nunca, le ha gustado. Porque ella quería haber sido profesora: profesora de Mates en un instituto.

Y pasó el tiempo, pasaron los años, y aquella mala decisión fue, poco a poco, como por decantación, convirtiéndose en frustración. Una frustración que creció y se hizo más dolorosa a medida que la edad iba diciéndole que aquella que tenía era su vida –laboral– e iba a seguir siéndola. La constatación, en fin, cómo no, de que nuestra oportunidad ya pasó, que ya no nos queda recorrido para un viraje brusco.

Salvo que en esta ocasión la edad se equivocaba, y la resignación había llegado antes de tiempo. Porque, curiosamente, lo que Marta necesitaba eran más años, otras circunstancias, un hijo con más años también, y un poco de tranquilidad y estabilidad. Lo necesitaba para dejar de lamentarse y decidir intentarlo, por fin. Para decidir no seguir arrepintiéndose toda la vida y nada más.

Lleva diez meses estudiando. Sin dejar el trabajo: trabaja de siete a tres y estudia de cuatro a nueve. Los fines de semana, desde enero, todo el tiempo. Ahora se ha cogido un mes sin sueldo: hoy ha estudiado once horas menos cuarto. Y detiene el cronómetro cuando va a hacer pis: once horas menos cuarto estudiando.

Les ha dado, a nuestros hijos, una lección de lo que es la disciplina y el esfuerzo. Y a mí. Ha estado ausente y se ha sentido sola, y nos ha costado sobrellevar este día a día. Se ha cansado, hasta estar, ya desde hace tiempo, agotada. Veinte años después de acabar su última asignatura, ha pedido apuntes, ha desempolvado libros y también su cerebro, que poco a poco ha ido desentumeciéndose y cogiendo velocidad. Y ha disfrutado; le ha exigido, le está exigiendo muchísima fuerza de voluntad, pero al mismo tiempo ha disfrutado de estar, por fin, dedicándose a lo suyo. Ahora está cada vez más nerviosa, y hace unas semanas entró en esa fase en la que no se acuerda de nada, y que solo se le pasará cuando le pongan delante el folio con las preguntas, el día del examen.

Que es hoy. Hoy, domingo 19, mientras ustedes leen el artículo ella está haciendo la primera prueba, los problemas. Por la tarde, los temas. Y, tanto ahora por la mañana como después de comer, yo pasearé alrededor, esperando a verle la cara al salir.

Esto no funciona por justicia, ya lo sabemos. Si dependiese solo de merecérselo o no, una plaza sería suya. Pero no es tan fácil. Y, aun así, no pido suerte, porque no la necesita; le llega con no tenerla en contra: el resto ya lo hace ella.

Puede acabar, este año, esta apuesta, todo este gran empeño, mejor o peor. Puede ser el principio de lo que siempre quiso o puede que haya que esperar un poco más. Pero en ningún caso acabará mal. Decidirse, atreverse y, tantos años después, darse la oportunidad que no se había dado y reencontrarse con la que fue, reconciliarse con aquella que deseaba esto, va a hacer que ya nada vuelva a ser lo mismo. Y eso ya lo has conseguido, Marta: enhorabuena..

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