La boda de dos pájaros

Dos pájaros. EP
El fenómeno francés Valérie Perrin llega a España de la mano de su última novela Tatá.

Cuando tenía seis años asistí al matrimonio concertado entre dos pájaros. Ambos se posaban todos los días en las ventanas de la casa de mi pueblo, y mi abuelo fue el maestro de ceremonias. Acordamos un día para el evento y nos vestimos de gala para la ansiada celebración. Mi abuelo me había contado mil historias acerca de la vida de esos dos pájaros, por lo que no se me hizo rara la decisión de ambos de jurarse amor eterno.  Yo ya sabía cuándo se habían conocido, aquella vez que casi acaba con uno de ellos un zorro que frecuentaba la zona, y sus historias familiares más truculentas. A los doce años me di cuenta de que la mayoría de los recuerdos que tenía de ese día eran imposibles. Las historias de mi abuelo se habían entremezclado con mis vivencias de la infancia, y ahora iba a ser difícil distinguir qué elementos habían ocurrido y cuáles no. A los veinte, me di cuenta de que ese ejercicio de distinción no tenía ninguna importancia y que, por tanto, no volvería a intentar llevarlo a cabo. 

Tatá es la última novela de la escritora Valérie Perrin, una de las autoras más leídas en Francia de los últimos años. Su auge se produjo tras el éxito internacional de su obra El secreto de las flores (2022), pero ahora parece que con Tatá quiere superar su propia marca, lo que se materializa en una novela muy trabajada que decide tratar lo más cotidiano con una estructura extremadamente compleja. La traducción de esta obra llegó a España hace apenas mes y medio, tiempo más que suficiente para que ya podamos hablar de un éxito arrollador y, para los más atrevidos, de uno de los libros del año. 

Agnès recibe una llamada en la que le informan de que su tía acaba de fallecer. Esto no es posible, puesto que su tía Colette ya había muerto hacía tres años y sus restos reposan en el cementerio de Gueugnon. Las preguntas se multiplican en la cabeza de Agnès: ¿Por qué su tía habría fingido su propia muerte? ¿Quién lleva todo ese tiempo enterrado en su lugar? Decidida, emprende un viaje que le hará llegar hasta Gueugnon, un pueblo en mitad de la Borgoña francesa, donde se tendrá que enfrentar a un pasado familiar desconocido para ella. 

Con este argumento al más puro thriller, la novela de Perrin nos ofrece mucho más que eso. Agnès, directora de cine y en plena crisis con su exmarido, irá descubriendo poco a poco cosas de su recién fallecida tía Colette, que nunca habría imaginado. La mayor parte del misterio se irá resolviendo con la reproducción de unas cintas de casete que su tía ha dejado con la intención de que le llegasen. Estas cintas no sólo reconstruirán una historia familiar que Agnès creía conocer, sino que la llevarán a una investigación policial con giros insospechados, así como a reencontrarse con viejos conocidos e historias que creía haber olvidado.

Si algo tiene Tatá es un encanto particular. Este encanto reside en el interés de la autora por la gente corriente. Las historias que aparecen en la novela son biografías comunes que se reescriben al ir conociendo la verdad de cada una de ellas. Todas las familias tienen un secreto, y todos nosotros tenemos una parte desconocida para los demás. Colette se atrevió a dejarla grabada en unas cintas para su sobrina. No creo que todos nosotros fuésemos tan valientes ni aun estando sin vida. 

Al acabar la novela y tras dibujar un árbol genealógico completo de la familia de tía y sobrina, te das cuenta de la importancia de las historias. Los secretos y los engaños forman parte de nuestras vidas, pero también de la vida de la señora que se nos cuela en el supermercado y del desconocido que nos pide fuego en la parada del autobús. Cualquiera de ellas puede tener potencial para convertirse en una novela. Tan solo hace falta la habilidad de una maestra como Valérie Perrin para convertirla en algo más adictivo que la nicotina.

La luna de miel 

La lectura de Tatá me ha hecho enfrentarme a mis propios recuerdos y a mi propia historia familiar. El poder de la memoria y los recuerdos subyace, sin duda, como subtrama durante toda la obra. A pesar de que este no es lugar para revelar mis secretos (ojalá alguien me deje un pen drive algún día con tres horas de relatos ocultos), sí que puedo recordar la historia de la boda de los dos pájaros. Salvando las distancias, tanto Agnès como yo hemos convivido durante un tiempo con una ficción en nuestra cabeza. La memoria va transformando nuestras historias, bien sea por un cambio en la madurez como en mi caso, bien porque tendemos a añadirle literatura a una cotidianidad de la que continuamente rehuimos. Personalmente, me molestaría que alguien cambiase mi versión sobre aquel día. Mi abuelo se encargó de que nadie pudiese contradecir el relato que me fue contando por fascículos aquel verano. 

La boda de los dos pájaros, tal y como la recuerdo, transcurrió sin incidentes. Un banquete acorde a la situación, una larga lista de invitados y unas campanadas de la iglesia que resonaron por el pueblo a causa del evento. El sol ese día salió más pronto que nunca a pesar de ser ya finales de agosto. No volví a ver más a los dos pájaros, cosa que tiene sentido, puesto que el pueblo no era lugar para el viaje de bodas. Los pájaros no migraron, sino que se fueron de luna de miel en busca de la calidez.