La gobernabilidad del comino
A LOS TÉRMINOS FELÓN Y vaselina, acuñados por oposición y baronías socialistas en el largo periodo de la España en funciones, se suma ahora comino. El comino es una planta cuyas semillas aromáticas se utilizan como especia culinaria. Su sabor es amargo y su olor fuerte, como la sesión de investidura que ha hecho presidente a Pedro Sánchez. Se utiliza en el curry, que pica de carallo, pues qué sería de España sin el pimentón a feira ni la guindilla pincantona que supone pactar el acceso a la gobernabilidad con populismo comunista, proetarras y separatistas condenados por sedición y malversación.
Uno de los socios de Sánchez, ERC, dijo precisamente en la sesión de investidura que "la gobernabilidad de España le importa un comino". Y ciertamente, si atendemos al comportamiento de esta formación republicana separatista de Cataluña nos hacemos cargo en el resto de España de que no miente.
A ERC no sólo le importa un comino, poco o nada la gobernabilidad españolaza, sino que también le importan un bledo España, su unidad y su Constitución, que se ha saltado hasta delinquir. El bledo es otra planta, en este caso rastrera y rica en aminoácidos, que se utiliza en tortillas, empanadas y ensaladas, lo cual describe a la perfección la variedad nutritiva de la variopinta coalición de la gobernabilidad del comino.
Cuando se dice "me importa un comino o un bledo", se está quitando importancia a algo, en este caso la gobernabilidad de España por la que llevamos suspirando más de año y medio, desde aquella moción de censura que sí le importó a Sánchez, la izquierda y el separatismo mucho más que un rábano o comino. El caso es que la investidura, envuelta en retórica vacía tras negociaciones opacas cuyo alcance verdadero aún no conocemos del todo, ha sido como coger el rábano por las hojas. Porque si coger el rábano por las hojas significa interpretar mal una acción, podemos concluir que la investidura refleja un sentido equivocado de la legitimidad electoral al confundir lo fundamental con lo secundario.
Lo fundamental del rábano del poder no son las hojas, sino la unidad de España, el cumplimiento de la Constitución, gobernar para todos y no en contra de la mitad de los españoles, y mantener el bienestar económico desde la igualdad territorial. Y lo que vimos y sospechamos en la sesión de investidura que da lugar a la gobernabilidad del comino, es una España polarizada, fraccionada y enfrentada que presagia planes encubiertos de cambio de sistema, de modelo territorial y económico, con la finalidad secreta de reformar el andamiaje del Estado salido de la Transición de la concordia del 78.
Es de agradecer a Montserrat Bassa, la portavoz de ERC tras la que se escondió el Rufián titular, que no haya utilizado la escatológica descripción de me importa una mierda, porque eso hubiera olido muy mal en una democracia supuestamente avanzada como la de España. Y si ya de por si huele que apesta lo que dijo EH Bildu sobre el Rey sin que el candidato a presidente se inmutara, hay un ligero tufillo a engaño fraudulento cuando se miente, se incum plen promesas electorales, y se negocian acuerdos con quienes no piden perdón a las víctimas del terrorismo y con aquellos que están encarcelados por delitos contra el Estado de Derecho, pilar fundamental de nuestra monarquía parlamentaria.
Dado que España se va transformando en la República del empoderamiento feminista de la izquierda, no habría sido de recibo que ERC hubiera dicho que la gobernabilidad de España le importa un huevo o un pito. Ello podría haber sido mal interpretado desde el acordonamiento sanitario de las derechas, en el bien entendido supuesto de que Bassa no estuviera pensando en el pito del sereno y del árbitro o el huevo de la gallina. Lo mismo, dicho por Casado, Arrimadas o Abascal hubiera causado un revuelo del carajo próximo al fascismo golpista o al franquismo dictatorial exhumado para la ocasión coaligada de la memoria y de la tómbola del coche oficial.
Con todo, la gobernabilidad de España importa a los españoles mucho más que un comino, de forma que Pedro Sánchez y su futuro vicepresidente Iglesias se tienen que aplicar en la textualidad de la Constitución y las sentencias judiciales sin traspasar las rayas rojas asumidas con silencios reveladores ante los desplantes separatistas y proetarras de la investidura. De lo contrario, darán cobertura al desacato que el Supremo ha condenado y ratificado con la inhabilitación de Junqueras en España y resto de Europa según estableció la JEC.
Eso incluye no desjudicializar el conflicto catalán, que ni es conflicto ni está judicializado, pues no puede serlo lo que ha sido delictivo, condenado y encarcelado. Ser político catalán no tiene plus de inmunidad ni impunidad frente al resto de españoles. Del mismo modo, pactar una consulta sólo en territorio catalán y una mesa de diálogo entre gobiernos nacional y autonómico de igual a igual puede tener recorrido en los tribunales si se lleva a cabo con carácter de efectivo atrevimiento desleal contra el Estado. Por eso la decencia no permite la legislatura de la gobernabilidad del comino, pues la democracia española es mucho más importante que un bledo, un rábano, un pito, un huevo o un pimiento.
"Contrariedad y perplejidad" en Zarzuela cuando la portavoz de EH Bildu profirió insultos a la Corona "sin que el presidente del Gobierno saliera en su defensa". La Casa Real, dicen fuentes oficiosas, considera que "Casado estuvo en su sitio al salvaguardar la Jefatura del Estado y defender la memoria de las víctimas del terrorismo". Sin embargo, la Casa del Rey considera "preferible quedar fuera del debate político". El monarca se ha mostrado distante con Sánchez en la Pascua Militar, recordando el compromiso del Ejército con la Constitución y con España. Pero cuando le dijo en el acto de promesa del cargo que "el dolor viene después", le estaba recordando al nuevo presidente la complejidad de su gobernanza dados los apoyos elegidos: antisistema y anticonstitucionalistas. Estar en manos de independentistas y populistas es como para desconfiar hasta de la propia sombra. Y en Zarzuela hay muchas reservas sobre "la gobernabilidad del comino".