Opinión

El último bufón de clase

El día en que Bob Dylan recibió el premio Nobel de Literatura todos los críticos y no tan expertos comenzaron a argumentar sobre el error y la falta al propio honor del galardón. Ese mismo día fallecía el anterior escándalo para recordar al mundo quién fue el auténtico provocador. El dramaturgo italiano Dario Fo (1926-2016) no quiso ceder ni en el día de su muerte.
Dario Fo. EFE
photo_camera Dario Fo. EFE

Resulta de una complicación desafiante intentar clasificar Dario Fo según su aportación a la literatura universal. Es un acuerdo común resumirlo como dramaturgo, aunque eso deja fuera de escena otras facetas que lo han convertido por comparación en la versión más moderna del hombre humanista, del artista del Renacimiento. Fo fue bufón, poeta, crítico, director de escena, agitador político, novelista, cuentacuentos, actor, investigador y un luchador convencido. También fue el bebé de una joven pareja del norte de Italia y nació con la placenta a su alrededor, lo cual es signo de buena fortuna, según la tradición local.

Felice Fo era un hombre de aspecto común que al conocer a Pina Rota supo que formarían una familia. Él se dedicaba por oficio a ser jefe de estación y en sus ratos libres se entregaba a ser actor en una compañía de aficionados, su esposa era campesina y mano de obra. Lo intelectual y cultural se respiraba de manera orgánica en casa de los Fo, de donde no solo salió Dario como artista, Fulvio y Bianca también se dedicaron a las artes de un modo u otro.

La familia Fo se mudaba con frecuencia por el trabajo del padre, quien además se mostraba políticamente activo con grandes críticas a su presente. Pero los desplazamientos ocurrían casi siempre pegados a la línea fronteriza con Suiza. Así fue como Dario nació envuelto en la placenta en un lugar de Lombardía, un pueblo que marcaría de manera decisiva el devenir de su carrera sin que él pudiera detectarlo temprano. Leggiuno se convirtió para Fo en su "pueblo de las maravillas".

En su pequeño universo, Dario Fo estuvo a punto de ahogarse en uno de los lagos de la zona y de amor perdió el sentido siendo niño, aunque la enamorada fuese la mujer de su tío. Quiso aprender esgrima para poder defenderse y devolver los golpes que le propinaban sus amigos de jaleos. Pasó un tiempo valioso en compañía de su abuelo, un agricultor mujeriego que poseía el don del cortejo oral para obtener sus beneficios. Pero el niño no solo era testigo de ese arte, también de la incesante narración oral de un grupo de sopladores de vidrio que paulatinamente fue perdiendo el juicio a causa de la silicosis.

Descubrió pronto el jazz y el blues, al mismo tiempo que la rebeldía y el éxito con las mujeres. Había ganado terreno en su pueblo y en su casa pudo cultivar las ansias de saber que lo consumían. Gracias a esta conjunción de elementos, Fo pudo entrar a los 16 años en la academia Brera de Milán para formarse como arquitecto, su gran pasión, pero el pulso vital de 1942 le reservaba otro destino.

Debido a la situación política, Dario Fo se afilió a la causa de Mussolini no por empatía, sino por autodefensa. El padre del dramaturgo había vivido aireando su desacuerdo y apostando por posiciones arriesgadas en ese contexto, por lo que su hijo se unió al dictador italiano para alejar las dudas sobre su padre. Sin embargo, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, ambos hombres son llamados al frente para proteger la República de Saló empuñando fusiles nazis y, con el tiempo, se pasan a la resistencia.

A la vuelta de la guerra, Dario Fo quiso terminar sus estudios, pero no encontró fuerza ni sentido a continuar con una formación que no se alineaba con sus principios. Dejó la academia antes de los exámenes y sufrió una crisis nerviosa que derivó en un diagnóstico médico claro: pasar tiempo en actividades que le reportasen felicidad. Así nacieron dos perfiles necesarios para el futuro dramaturgo: pintor y actor de monólogos improvisados.

Poco a poco, comenzó a trabajar con textos satíricos para la RAI al comienzo de la década de 1950 y a poner en pantalla lo aprendido como especialista en teatro callejero. Así dio inicio a una relación fructífera con la idea de recuperar al trovador medieval para convertirse además en una versión moderna de él. Su éxito se intuía gracias a guiones de radio, cuyas sesiones se encontraban entre las más exitosas de las emisoras. Así pudo llegar a Roma en 1955 con el cargo de guionista bajo el brazo, todo ello sin abandonar el teatro, su punto de anclaje y referencia.

Un año antes se había casado con una de las mujeres más atractivas de Italia, la popular actriz Franca Rame. Fo declaró en múltiples ocasiones que nunca en su mente se había cruzado la posibilidad de que el enamoramiento fuese recíproco y ella se convirtió en el motivo de su felicidad. Se encontraron por los pasillos y escenarios de televisiones y radios, hasta que lo inevitable tuvo lugar. Dario y Franca se convirtieron en un combo único dentro de la cultura italiana.

En su llegada a Roma, la pareja y su hijo se encontraban en una situación financiera poco favorable. Sus vecinos de al lado, Roberto Rossellini e Ingrid Bergman, eran solo otro de los dúos artísticos que dieron forma a la capital italiana en aquellos años. Entre todos, construyeron un momento y un lugar para el arte.

Fo se introdujo levemente en el cine para, según él mismo declaró, aprender lo que ya había podido recibir del teatro. Gracias a los escenarios, platós y cámaras pudo entender el gusto del pueblo más llano, además de cómo el montaje influye en la transmisión de un mensaje. Su estancia en Roma fue tan breve como su coqueteo con el cine, solamente unos años, hasta que en 1958 se instalase en Milán por causa mayor, ya que a Franca la habían contratado en el teatro para realizar farsas.

Por entonces, el nombre de Dario Fo comenzaba a ser conocido por sus comedias de situación disparatadas y dementes, algunas de sus obras habían conocido éxito de público y crítica, pero faltaba dar forma a un carácter y modo de entender la dramaturgia. Todo ello cambió con Los arcángeles no juegan al billar (1959). En este texto, los símbolos de Fo asoman e inician su trayectoria: crítica a la Iglesia, al sistema de clases, a la clase política, a la moral imperante, a la peor tradición italiana y al doble rasero del pueblo.

Para poder ejecutar sus obras con la libertad necesaria, Fo y Rame montan una compañía de teatro. Las barreras no existían en sus funciones, aunque Franca tomaba gran parte del trabajo administrativo. Este hecho resultó decisivo en la trayectoria de ambos porque les concedió independencia y una libertad de expresión desbordante que siempre se topaba con la censura política. En cuestión de dos años, las comedias-vodeviles de la compañía Fo-Rame se habían convertido en éxitos nacionales, incluso internacionales, y aquello no pasó desapercibido.

Con la llegada de los años 60, la RAI decidió ponerse de nuevo en contacto con el tándem cómico para dirigir y escribir Canzonissima, el espectáculo de variedades y humor que reinó en las noches de sábado italianas durante más de una década. Fo y Rame afrontaban la censura de todos los programas en los que trabajaron pese a que sus programas eran un éxito de tal calibre que, según comentarios de la época, hasta los taxistas dejaban de trabajar para ver la televisión. El secreto parecía radicar en que la vida más auténtica y real se representaba ahora también en la pequeña pantalla.

En un momento político tenso como aquel en todo el mundo, Fo tomó posición y se alineó junto a su mujer con la Contracultura, lo que suponía oponerse al capitalismo, la globalización, Estados Unidos, los conflictos bélicos y una retahíla de otros elementos. El resumen, a todas luces, era que Dario y Rame militaban en el Partido Comunista Italiano (PCI) y con su ideario sin ningún tipo de tapujo.

Una intensa discusión por uno de los episodios supuso que la pareja abandonase para siempre el programa. La RAI, por venganza, eliminó todas las grabaciones y prohibió el acceso a Fo y Rame durante 14 años. Aquello forzó a que el dramaturgo se volcase en el teatro y su compañía, lo que supuso una segunda etapa creativa en donde la comedia se topaba con la historia y la protesta. El conjunto de características del sello de Dario Fo parecía fraguarse al tiempo que su popularidad no cesaba.

Con la revolución de mayo del 68, Fo y Rame decidieron dejar cualquier forma de teatro burgués y desaparecer de instituciones oficiales. Fundaron Nuova Scena de la mano del Partido Comunista Italiano y cambiaron los grandes escenarios por cualquier lugar en el que fuese posible representar su trabajo, desde fábricas a descampados. Nada de ello supuso un freno al éxito que experimentaron, pese a ser necesario un carnet para poder atender a sus espectáculos.

Su obra maestra Misterio buffo se estrenó en 1969 como respuesta a una convulsa situación política que asolaba Italia por el auge de grupos de extrema derecha violentos, lo que determinó el devenir de la sociedad en la década siguiente. Durante años, Fo se dedicó a la investigación de la comedia del arte y la figura del trovador, lo que derivó en un profundo conocimiento del género como forma subversiva contra las élites de todo tipo. En Misterio buffo, pone en práctica todo ello con perspectiva histórica y voluntad presente. Este texto no dejó de escribirlo y actualizarlo hasta el final de sus días.

En los años 70, Il Collettivo Teatrale La Comune tomó forma y tanto Fo como Rame se desvincularon del PCI por diferencias respecto a la violencia y la represión soviéticas. Ahora sí, la libertad se había vuelto absoluta. La sede se ubicó en Milán, en una nave industrial abandonada, y se convirtió en un punto caliente de conflicto. Los grupos fascistas atentaban con frecuencia las instalaciones y los años del plomo se instauraron con naturalidad entre la población.

Al año siguiente de su obra maestra, Fo continuó efectivo con la reconocida Muerte accidental de un anarquista, un golpe directo al sistema político y la trampa en la que la democracia estaba cayendo. Su época dorada como dramaturgo había comenzado y de manera anual reforzó su valía con representaciones exitosas que, sin embargo, no gustaban a determinados grupos sociales. Tras varios atentados contra la sede de la compañía, un hecho lo cambió todo.

En 1973, un grupo de cinco fascistas secuestró a Franca Rame a punta de pistola y la retuvieron contra su voluntad en una furgoneta. Allí dentro, le propinaron una paliza y la violaron durante horas. Cortaron su cuerpo con cuchillas y apagaron sobre su piel varios cigarrillos. La abandonaron en un parque y la policía, a la cual siempre consideraron cómplice, jamás investigó ni detuvo a nadie. Tras 25 años, los hechos prescribieron.

Aquel episodio marcó a la mitad del tándem y, por consiguiente, supuso un cambio de perspectiva en Dario Fo, cuyo ánimo social ahora tomaba una especial perspectiva sobre la identidad femenina. Franca se negó a cesar su actividad y los espectáculos continuaron para no darle la victoria a sus enemigos.

En 1975, la agresión a Franca se convirtió en una obra de teatro, Lo stupro, y la esposa de Fo se convirtió por mérito propio en un icono nacional al romper el silencio alrededor de la violencia fascista. En el momento de mayor activismo político de la pareja, la artista italiana apostaba por el feminismo y la revolución sexual como arma. En la primera de las más de 2.000 representaciones que alcanzó el espectáculo, muchas de las jóvenes del público se desmayaron sobre las butacas rojas. Cuando Franca falleció en 2013, centenares de mujeres vestidas con ropa roja esperaron en la plaza al paso de su féretro.

En paralelo, Dario Fo trabajó durante toda la década en engrandecer su Misterio buffo y alimentar su ingente cantidad de textos. Con obras como Pareja abierta, las nuevas dianas del bufón intelectual parecían ser los progresistas que se instalaron en el poder para repetir los actos de los conservadores. Nadie quedó a salvo de su mordaz sátira.

Con el paso de los años la figura de Dario Fo se asentó hasta convertirse, según determinados expertos, en el autor teatral vivo más representado de Europa y probablemente del mundo. Su actividad incesante se truncó en 1995 tras sufrir un ictus que lo dejó ciego y sin memoria durante unos días. El aviso sirvió.

En 1997, Dario Fo recibió por sorpresa el premio Nobel de Literatura. Resultó la confirmación para él e Italia de que su obra era algo más que comedia y crítica. Tardó horas en creérselo para no dejar de repetirlo nunca desde entonces, aunque Franca Rema repitiese sin parar que el 50% de su galardón se lo debía a ella,por lo que era compartido. La pareja donó la dotación económica a causas benéficas y Fo rompió todas las normas durante la ceremonia de recepción, hasta el punto de que su discurso llegó a componerse únicamente de 24 hojas llenas de dibujos. La Academia sueca reconocía su valor como trovador que restauraba la dignidad de los humillados.

En sus últimos años de vida, Fo no cesó en su actividad, pero redujo la intensidad e incursionó en la narrativa para contar su propia vida. Arremetió contra Berlusconi como si fuese el propio diablo e intentó presentarse a alcalde de Milán en dos ocasiones. Desencantado por completo apoyó al Movimiento 5 Estrellas y llegó a vender falsos cuadros de Picasso hechos por él para financiar al partido.

El bufón que vivió y murió con él hizo del mundo un lugar divertido y crítico, siempre aspirando a una sociedad mejor. En los días cercanos a su muerte, ya ingresado para el resultado fatal, se dedicó a cantar y recitar en los pasillos del hospital para enfermos y trabajadores. El telón cayó, aunque la broma del bufón todavía continúa.

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