Hang Sang Soo, manzanas cotidianas

Hang Sang Soo. AEP
En los años 80, un estudiante de cine planeaba filmar a una mujer comiendo un filete para un cortometraje. De hecho, eso era lo único que sucedía en él. Encontró a la actriz, pero el día del rodaje ella confesó ser vegetariana. Aquel mínimo detalle, tan cotidiano, revolucionó sin querer la obra del muchacho, el director Hong Sang-soo (Seúl, 1961).

DESPUÉS de la victoria de ‘Parásitos’ en la ceremonia de los premios Oscar en 2020, el cine surcoreano saltó a primera plana tras una larga temporada de dominación y expansión por los festivales más prestigiosos, gracias a cintas como ‘Oldboy’, ‘Hierro 3’, ‘Memorias de un asesino’ o ‘La doncella’. El director de ese éxito, Bong Joon-ho, pertenece a una generación de cineastas que completan nombres como Park Chan-wook, Kim Ki-duk, Lee Chang-dong y Hong Sang-soo. Este último es el más diferente de ellos, distante tanto en estilo como en ejecución.

La obra de Sang-soo ya es revisitada en múltiples retrospectivas, aunque el volumen de su trabajo crece cada año y a un ritmo elevado. Él insiste que quizá sus películas son, en realidad, la misma, aunque contada con diferentes voces o perspectivas. Admite también que relata su experiencia vital, sus preocupaciones y la rutina. O al menos, lo intenta. A falta de que llegue a cartelera la última de sus cintas, es posible trazar una línea de su vida y estilo a través de su filmografía, posiblemente su confesión más personal y honesta, y así entender a la vez el motivo para sus temas reiterativos.

Nacer en la década de los 60 en un lugar como Corea del Sur marca de manera innegable tu carácter. El año 1961 es fundamental en su historia, no solo porque llegase al mundo el futuro cineasta. Las revueltas populares y estudiantiles en el país asiático provocaron un cambio en el gobierno, por aquel entonces una dictadura militar muy violenta consecuencia de la Guerra de Corea. La dimisión de Syngman Rhee abrió la puerta a la idea de democracia y a la inestabilidad. Duró apenas unos meses la esperanza y volvió la represión en forma de golpe de Estado, esta vez con el coronel Park Chung-hee, causante de la futura jornada laboral esclavista, los conglomerados de la burguesía tecnológica o el ratio de suicidio más alto del mundo.

En medio de aquel hervidero político y cultural, la familia de Sang-soo experimentaba internamente las mismas tensiones que su nación. El conflicto en su hogar, que gozaba de un nivel económico muy favorable y privilegiado, marca al director hasta la actualidad. Los padres del cineasta eran dueños de la productora Yeonhap Films y juntos formaron la pareja más relevante, arriesgada y pop del momento. Sin embargo, sus integrantes guardaban posturas confrontadas.

Una madre pionera y valiente

Su madre, Jeon-ok, es recordada como una pionera del sector en Corea del Sur y la madrina de futuros artistas. Una mujer vanguardista y con visión, con tanto carácter que su figura ha trascendido hasta convertirse en un emblema de resistencia. Militaba en la izquierda radical y ayudó a trabajar y huir a muchos camaradas. Ella misma fue detenida durante un intento de fuga a Corea del Norte, en el marco de la batalla de Incheon. Su irreprochable belleza fue clave en su supervivencia, para evitar prisiones fatales o campos de concentración.

El jefe de la policía militar se había enamorado de ella y, de algún modo, también ella de él. Una vez logró que la liberasen, el hombre le propuso matrimonio. Hong Ui-seon se convirtió en productor de cine, luego de abandonar las fuerzas armadas, y no renunció a su ideología de extrema derecha. Jeon-ok aceptó y ambos consumaron el amor con hijos hasta en tres ocasiones, una de ellas, Hong Sang-soo. Juntos renovaron el cine coreano y produjeron 76 películas, entre ellas ‘Hyuil’, obra clave en su país. Sin embargo, con la progresión del totalitarismo y la presión por avanzar a democracia, la pareja se resintió y culminó en una separación, alimentada por las deudas y la bancarrota de la productora.

Aunque Sang-soo se había criado en un ambiente estimulante y libre de necesidad económica, la infancia y su adolescencia transcurrieron marcadas por el abandono. Salvo por su abuela, a la que recuerda cocinando siempre, nadie le prestaba atención. El salón de su casa se copaba de visitantes, de las mentes y artesanos más vanguardistas, o tradicionales. En el segundo año de instituto, el joven comenzó a delinquir y a consumir alcohol de manera muy precoz. Ha reconocido en múltiples entrevistas que la falta de amor por parte de sus padres lo atormentó durante la primera mitad de su vida.

Sang-soo experimentó la llegada de la juventud en un contexto social opresor, centrado en el milagro económico y sin ningún espacio a la reflexión, un elemento que ya le preocupaba. Fracasaba escolarmente y no mostraba interés alguno, lo cual se convirtió en un problema dentro del hogar. Con 19 años, se entretiene por la calle y no llega a tiempo para poder presentarse al examen de acceso a la Universidad, lo cual no le preocupaba. Poco después intentó suicidarse en un motel con una ingesta masiva de fármacos.

Sin embargo, una noche su madre recibió la visita de un famoso director de teatro. El hombre se emborrachó en exceso y comenzó a manchar la mesa. El joven limpió el estropicio y se mantuvo pegado al invitado para evitar que sucediese. Hablaban sin mayor profusión cuando le planteó una pregunta simple: ¿qué haces para vivir? Sang-soo respondió que nada, que carecía de profesión. El hombre le confirmó que de ser así, sería perfecto para el teatro.
Días después, Sang-soo buscó dónde estudiar y encontró un departamento de Teatro en la Universidad de Chung-Ang. Entró a formar parte y pronto se vio envuelto en fuertes discusiones. El carácter militar que imperaba en las aulas y ensayos desa-gradaron al joven, al que prohibieron desobedecer o sublevarse. Los maestros insistían en que debía cumplir órdenes para crecer como artista o su ego lo dominaría. Todo terminó cuando un estudiante veterano le pidió que hiciese una locura, que ha mantenido en secreto tras tantos años, y se negó delante del resto. Aquello provocó una pelea y así se despidió del teatro.

Una mujer come un filete

Debido a que compartían área con el sector audiovisual, comprendió que quizá el cine podría ser el lugar adecuado, ya que le permitía ahondar en recursos y significados, lejos de los límites del teatro. Probó suerte. Siendo aprendiz se vio animado a montar cortometrajes y adquirir visión. Así concibió ‘Beef’, aquella pieza en la que una mujer comería un filete y ya. La sorpresa vino con la negativa de la actriz, que accedió a comerse una manzana por ser vegetariana. Aquel conflicto y cambio despertó algo en Sang-soo que lo acompañaría siempre: lo arbitrario, lo caprichoso, la vida imponiéndose, el proceso natural contra el artificial.

El director confiesa guardar pocos recuerdos de aquella época, quizá por su consumo de alcohol o por su estado mental. Algunos compañeros recuerdan cómo se rapó la cabeza en una ocasión en mitad de una clase, hecho que a él no le consta, pero tampoco niega. Entonces, el Gobierno modifica la ley de reclutamiento y permite a los estudiantes marcharse al extranjero a completar su carrera antes de pasar por el servicio militar. Lo había leído en un pequeño artículo. Al terminar sus clases, fue al departamento de solicitudes y pidió que le buscasen hueco en cualquier universidad de Estados Unidos.

Primero se formó en San Francisco y completó sus estudios superiores en Chicago, en el Art Institute. Reconoce que debe mucho a la ciudad y, sobre todo, a sus museos. Allí conoció al único artista que admite como completo, ya que otras de sus inspiraciones, como Buñuel o Bresson, fallaron en algún momento. El único referente que mantiene es el pintor Cézanne porque lo induce a un estado de hipnosis y reflexión. Le ocurrió por primera vez con ‘Cesto de manzanas’.

En 1985 se casó con una muchacha ajena a las artes y al cine, que no daba importancia a sus orígenes y que se sentía embaucada por su filosofía. Con el matrimonio se resolvía también la deuda militar pendiente. Libre del reclutamiento, Sang-soo decide incorporarse al sector. Después de tener una hija, la familia se muda a París en 1991, donde se formaría y trabajaría. Sin embargo, al no hablar francés, solamente se involucra en proyecciones estadounidenses.

Un año después, regresa a Corea del Sur y ficha por Cinetel Seoul, la nueva productora de su madre, que volvía a la industria después de haberse pasado a la promoción de literatura coreana. Allí se dedica a la realización de documentales para televisión. Pese a la tranquilidad con la que vive, siente que debe dedicarse al cine y recibe un empujón al encontrarse con una novela de Gu Hyo-seo.

Sang-soo se lanzó a escribir y rodar ‘El día que el cerdo cayó en el pozo’, que fue estrenada en 1996. La crítica y los galardones lo recibieron con entusiasmo, por lo que rápidamente repite y estrena ‘El poder de la provincia de Kangwon’ y ‘La virgen desnudada por sus pretendientes’, en 1998 y 2000. Ambas son admitidas en el festival de Cannes, en la sección Un Certain Regard, para nuevos talentos.

En sus tres primeras películas se encuentran los elementos que a lo largo de las siguientes 27 ha decantado, filtrado y reducido a la mínima expresión para alcanzar su discurso más pleno, el que actualmente maneja. El universo de Sang-soo capta la cotidianeidad de la sociedad surcoreana en su realismo doméstico. Plasma espacios comunes, como apartamentos, hoteles, parques, cafeterías o barrios residenciales, y huye de la grandilocuencia. La mayoría de sus tramas suceden durante comidas, cenas, coitos, paseos y rondas de soju, el licor de arroz tradicional. Sus personajes se dedican al cine o a la literatura y sufren problemas de amor o frustraciones rutinarias. Todo sucede alrededor del diálogo y las variaciones lentas, pero trascendentales.

Sang-soo ha progresado en su carrera asumiendo renuncias, al contrario que sus contemporáneos, adscritos al énfasis y la extravagancia. Este cineasta explora lo psicológico y metafísico de la cotidianeidad a través del humor y la elegancia, no como fin, sino como lenguaje. Por ello es frecuentemente agrupado con Bresson, Éric Rohmer o Woody Allen; aunque él difiere de esas comparativas, especialmente con Rohmer.

Una cámara que avanza lentamente

La cámara en sus películas avanza lentamente y se fija sobre objetos o rostros, para después abrirse en planos generales totales. Así ubica los milagros ínfimos de una rutina dentro de un marco amplio, agitado y veloz, como la sociedad consumista. Su idea es buscar esos gestos diarios que desatan el motor de la vida y el conflicto. Ese costumbrismo lo ha llevado a captar por accidente la humanidad contemporánea.

Para poder mejorar su discurso y producción, descartó el sistema frecuente con que se trabaja en cine y halló el suyo, único para él. Para crear una película, Sang-soo se reúne con un intérprete que haya llamado su atención. En ese punto ni siquiera existe el personaje, quizá con suerte haya una guía de la trama o una sinopsis. A través de conocer al actor, crea un protagonista. Esos encuentros transportan al cineasta a situaciones anteriores y recuerdos similares. Después pasea por barrios, bebe en bares y recorre restaurantes para observar la vida y encontrar localizaciones. Ensaya una estructura y dibuja los personajes, que comunica a los actores sin dar texto. Entonces avisa de las fechas de rodaje, cada día previsto esboza el guion para la jornada y deja que mute en directo, delante del objetivo. En algún momento, según él, sucede la magia y sabe cuál es el filme que está rodando. Graba poco metraje, edita poco metraje. Renuncia incluso a cortar.

Así ha logrado estrenar ‘Hahaha’, ‘En otro país’, ‘Lo tuyo y tú’, ‘La cámara de Claire’, ‘En la playa sola de noche’, ‘Grass’, ‘La mujer que escapó’, ‘Delante de ti’, ‘En lo alto’, ‘La novelista y su película’, ‘In Water’, ‘La viaje’ o ‘En la corriente; títulos que le han reportado éxitos en festivales como Venecia, Locarno, San Sebastián, Berlín, Cannes, Gijón o Mar de Plata, además de múltiples galardones tanto asiáticos como globales. Sang-soo es considerado uno de los cineastas más vanguardistas de nuestro tiempo y es celebrado por la industria y por compañeros.

En 2016, el cineasta se convirtió en diana de la prensa rosa surcoreana tras filtrarse su romance con la actriz Kim Min-hee, musa y frecuente colaboradora. Aquel escándalo hizo mermar la popularidad de ambos. Sang-soo seguía casado con su mujer, que se negaba a firmar el divorcio, por lo que el director delinquía por adulterio, una falta legal y muy denostada en Corea del Sur. Tanto así, Kim Min-hee se vio obligada a abandonar el país para cesar el acoso y Sang-soo mantuvo solo ruedas de prensa con medios extranjeros.

Tras acceder a una separación, el cineasta y la actriz han podido normalizar su situación e incluso tuvieron su primer hijo. Ninguna farándula ni titular detuvieron a Sang-soo, que se encuentra en la fase más productiva y fructífera de su carrera. No se distrae, sigue buscando cuadros de Cézanne en cada museo que visita y atiende a la nada que tanto persigue.