Una huella de violencia relegada al pasado

El terrorismo independentista se reinventó en Galicia durante más de cuatro décadas hasta quedar hoy "enterrado", según el último informe del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo
El atentado en la discoteca Clangor fue el acto más sangriento del terrorismo independentista en Galicia. AEP
photo_camera El atentado en la discoteca Clangor fue el acto más sangriento del terrorismo independentista en Galicia. AEP

Hoy, la actividad terrorista en Galicia "parece enterrada" tras sucesivos movimientos que, desde los años sesenta del siglo pasado, practicaron la lucha armada bajo distintas organizaciones, una de las cuales, el Exército Guerrilheiro do Povo Galego Ceive (EGPGC), incluso llegó a dejar víctimas mortales. Esta es la conclusión del último informe del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, centrado en los grupos que operaron en la comunidad y que, "como en otros lugares", partieron inicialmente de "una mezcla de viejo nacionalismo, construido con agravios reales o supuestos, con un nuevo leninismo-maoísmo surgido al calor de mayo de 1968", para irse renovando hasta alcanzar una nueva reorganización del independentismo en la que "la violencia ha ido quedando, afortunadamente, en el olvido".

El documentalista de TVE, Manuel Aguilar Gutiérrez, autor de la investigación, identifica "tres grandes oleadas" de un "terrorismo independentista gallego" que comienza "en pleno franquismo" de la mano de "organizaciones nacionalistas de extrema izquierda" que considera "el germen de grupos terroristas" responsables de acciones propagandísticas y "de baja intensidad", buscando siempre alianzas con organizaciones similares de Euskadi y Cataluña, como por ejemplo Eta-político militar.

Esta fase inicial se contextualiza en un periodo de reivindicaciones obreras, agitación estudiantil y muertes por la represión policial. Aquí sitúa primero a "un núcleo muy reducido" de la UPG favorable a la "lucha armada" y "capitaneado por Moncho Reboiras", cuya muerte a tiros por la Policía en 1975 será "un antes y un después en el imaginario nacionalista" y "en la actividad terrorista en Galicia" –cabe recordar que Reboiras sería reconocido oficialmente como víctima de la dictadura en 2009–.

Mural en Ferrol en homenaje a Moncho Reboiras. AEP
Mural en Ferrol en homenaje a Moncho Reboiras. AEP

Luego, apunta a las acciones de la Liga Armada Revolucionaria, Liga Armada Gallega o Loita Armada Galega, "su nombre definitivo", y sus  "sabotajes" a empresas que construían la Autopista del Atlántico desde 1978. Pese a que también realizarían atracos, pondrían bombas y reivindicarían ataques a policías y guardias civiles, en la Transición "el terrorismo puro y duro estaba a cargo de los Grapo, que cometen tres asesinatos, las primeras víctimas de este tipo" en la historia reciente de Galicia, señala.

Muertes

La actividad de la LAG apenas duraría tres años, desarticulada en 1980 tras un atraco a la Caja de Ahorros de Orense que se saldaría con quince detenidos y la huida de otros militantes a Portugal. En el siguiente lustro, el terrorismo en Galicia queda por tanto "monopolizado por los Grapo".

Pero en clave independentista, la aparición del EGPGC a mediados de los ochenta marcaría una segunda oleada. A juicio de Aguilar, intentaron "combinar lucha urbana y guerrilla rural" con acciones que, fundamentalmente, consistieron en explosivos en edificios gubernamentales y policiales; bancos, oficinas del Inem y torres eléctricas, al actuar "contra os monopolios de enerxía que expolian a Galicia". También volarían en 1988 el chalé de Manuel Fraga en Perbes, en su proclamada lucha contra los "fascistas" y "opresores" en aras de la "liberación do pobo galego".

Terminaría corriendo la sangre. En febrero de 1989 ocurrió "lo que parecía inevitable" por la escalada de violencia y, en un frustrado robo de armas a dos guardias civiles en Monfero, moriría uno de los agentes, Benedicto García Ruzo. A raíz de ello, las organizaciones políticas tenderían a desmarcarse de un EGPGC "dividido" y, a la vez, "muy diezmado" por las detenciones.

Tras meses de escasa actuación, el grupo recobró cierta pujanza en la segunda mitad de 1990, incluida una "campaña contra el tráfico de drogas" con explosiones en locales o empresas ligados a narcos. Pero el 11 de noviembre de ese año, el estallido de una bomba en la discoteca Clangor, a la salida de Santiago, marcaría un nuevo punto de inflexión: 46 heridos y tres muertos; los dos terroristas y la estudiante viguesa María Mercedes Domínguez Rodríguez. Además, se especula con que el objetivo no era este establecimiento y que fue un accidente producido por tener los explosivos cerca de los bafles.

En una "huida hacia adelante", el grupo llega a actuar fuera de Galicia, en El Bierzo. Pero las desafecciones tras lo ocurrido en la Clangor y una operación policial con ocho arrestados daría la puntilla al Exército Guerrilheiro.

El final

La violencia de la lucha armada en Galicia ya nunca alcanzaría cotas semejantes. Aguilar abre una fase de reconfiguración hasta el surgimiento en el nuevo milenio de "nuevos grupos independentistas de extrema izquierda", marginales en las urnas y de corte juvenil, como la Assembleia da Mocidade Independentista (Ami). "Muy inspiradas en el terrorismo abertzale", reivindican actos vandálicos contra sedes del PPdeG, PSdeG, y UGT, entre otros.

Es el punto de partida de la tercera oleada, protagonizada por Resistencia Galega desde julio de 2005, cuando se detiene a dos jóvenes acusados de poner una bomba en Santiago y se publica un Manifesto pola resistencia galega. Mientras la reacción se divide entre quienes "exageran la amenaza" de este grupo y quienes niegan que siquiera exista, se producen un centenar de acciones, como atentados con artefactos incendiarios y cargas explosivas contra sucursales, juzgados y constructoras, vagamente reivindicados con panfletos y pintadas. Precisamente, la Justicia buscaría acreditar este factor organizativo, "elemento esencial" junto a la acción violenta y la finalidad politica para una condena por terrorismo. A ello apuntaría, explica Aguilar, el vídeo de Antón García Matos llamando a la lucha armada en el verano de 2014. Pero, con "una práctica ya devaluada en toda Europa tras el cese de los atentados del Ira y Eta", solo habría ya un atentado más: un artefacto en la sede del Ayuntamiento de Baralla en octubre.

El último atentado en Galicia fue el artefacto explosivo en el Concello de Baralla en octubre de 2014. PEPE TEJERO
El último atentado en Galicia fue el artefacto explosivo en el Concello de Baralla en octubre de 2014. PEPE TEJERO

Rematada la lucha contra el terrorismo activo, las fuerzas del orden se centrarían en perseguir su enaltecimiento para evitar "nuevos imitadores" y en arrestar a los militantes fugados. Así caerían en 2019 García Matos y su pareja, que vivían aislados en Fornelos de Montes. En enero de 2022 aceptaron en la Audiencia Nacional 28 años de prisión al confesar varios delitos terroristas. Fue el punto final del terrorismo en Galicia.

Un nexo

Aguilar destaca una figura como "nexo de unión" entre las tres oleadas: el monfortino Antón Arias Curto, ya detenido en 1968 por acciones contra el régimen franquista, condenado por su pertenencia a la Liga Armada, considerado uno de las cabezas del Exército Guerrilheiro y arrestado por enaltecimiento en 2015 –y luego absuelto junto a otros once militantes de Causa Galiza y Ceivar–.

Escaso apoyo social y un nacionalismo que se desvincula

El informe expone algunos motivos que explicarían que, en Galicia, los movimientos terroristas tuvieran menos impacto que en otros lugares de España y Europa donde se produjo una "eclosión de nacionalismos radicales periféricos" y grupos como Eta o el Ira.

Entre ellos está el "rápido interés" por parte del nacionalismo gallego, ya desde la primera oleada, por "desvincularse de estas prácticas", si bien acompañado de una tendencia a "trastocarlas" para otorgarles "un nuevo sentido, ocultando los detalles de hechos criminales e incluso poniendo en duda el carácter terrorista de estos grupos", a lo que se añade una "fragmentación" que observa "habitual en el nacionalismo radical gallego".

Pero también destaca "la falta de apoyo social ante los intentos de usar las armas y explosivos en la reivindicación separatista", una "constante en Galicia", afirma.

Algunos datos

La investigación atribuye al Exército Guerrilheiro 89 acciones –incluidos atentados frustrados– que se saldaron con 47 heridos y cuatro muertos –dos de ellos, terroristas–. Se arrestó a 39 personas –sin contar a las que quedasen en libertad en las siguientes 48 horas– por presunta vinculación con el grupo.

A Resistencia Galega, un centenar de ellas con un único herido. Hubo 36 arrestos relacionados.

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