Una construcción envejecida capta mano de obra: "É moi necesaria"
La construcción en Galicia encara el reto de captar relevo para un sector cada vez más envejecido.
La edad media de un albañil o un electricista ronda los 50 años y en la próxima década se jubilarán unos 20.000 ocupados en la rama de actividad que suma ahora más de 82.000 activos, lo que supone el retiro de casi una cuarta parte del personal.
Con ese telón de fondo, abre los brazos a jóvenes, extranjeros y mujeres, ofreciendo salarios altos, avances en conciliación y un trabajo cada vez más automatizado como ganchos.
"Se Galicia xa é un lugar avellentado, o oficio da construción aínda o é máis. Necesitamos que a xente nova se incorpore ao sector", señala el monterrosino Fernando García Novo, gerente de la Fundación Laboral de la Construcción de Galicia, una entidad que brinda formación en oficios como el de albañil o electricista y también ofrece cursos de gestión de obras o seguridad y salud laboral.
Todo el mundo puede probar
Se imparten durante todo el año y están dedicados a desempleados y a ocupados, basta con "achegarse ao centro se se ten interese". García Novo destaca que "o 90% de persoas que saen dos cursos querendo traballar, estano facendo".
La Fundación ha puesto todos los esfuerzos en los últimos años en "repoñer os traballadores que se necesitan en Galicia para cubrir xubilacións, que son unhas 1.700 ao ano".
Así, buscan facilitar la entrada a estas profesiones a cualquier colectivo, como es el caso de personas en sistemas de acogida internacional y otros extranjeros que tienen más dificultades "ás veces requírense esforzos pero todo está automatizado e a normativa laboral non permite cargas extremas", ejemplifica.
Oficios en los que se vive muy bien
Su gerente también anima a las mujeres a ver la construcción como una vía profesional ante el falso mito de que son empleos para hombres.
Señala que el sector ha evolucionado mucho en los últimos tiempos y existen avances que facilitan el trabajo más físico: "Os sacos de cemento pesan a metade pensando en que o traballador non se esforce tanto ao movelos", ejemplifica.
"Cuando llegué a Galicia no sabía el significado de la palabra ladrillo"
Abdalahi Amar (Mauritania, 2001) llegó a España hace nueve meses, cuando decidió dejar su país natal en África y a base de mucho sacrificio y "lucha" en busca de "mejorar" su futuro.
Tras una corta estancia en Madrid, decidió mudarse a Galicia junto con sus amigos, que le descubrieron la Fundación Laboral de la Construcción, donde ahora aprende el oficio. Habla con pasión de la albañilería y se muestra agradecido por la oportunidad que le han dado en esta entidad.
Señala que, además de trabajar en Galicia, le gustaría trasladar el aprendizaje a su país, pues allí "es muy necesario".
Relata emocionado que dejó en Mauritania a su familia y amigos, una dura decisión tomada con la pretensión de salir de un entorno en el que no ve posibilidad de "avanzar".
"Tomo nota de cada paso y de cada comportamiento que veo en la gente de aquí porque me gustaría enseñarlo en mi país con la intención de mejorar", dice.
Reflexiona temeroso sobre el cambio y señala que "cuando vas a venir te atreves a dejarlo todo y a cambiar radicalmente tu vida pero al llegar parece que te vas a convertir en una persona distinta porque todo es muy diferente".
"Me falta aprender mucho sobre la cultura, saber lo que está bien y lo que está mal para las personas", afirma poniendo de ejemplo la costumbre que tienen en su país de "comer con las manos".
Destaca la amabilidad con la que lo han tratado en Galicia sin importar su nacionalidad y añade "Necesitamos a la gente de aquí para integrarnos y conocer; cuando llegamos no sabíamos lo que significaba ladrillo".
"Los gallegos empatizan con nuestra situación porque ya la vivieron"
Ingeniero civil, hace trece años que Gerald Ford (Venezuela, 1975) llegó de su país buscando oportunidades que "nunca nos han dado en Venezuela".
Apunta a una situación gubernamental muy complicada que en su caso le hizo abandonar el país por "persecución política" a manos del "régimen dictatorial". Agradece la acogida y las oportunidades formativas y laborales que les han dado y señala que deben "aprovecharlas al máximo".
"Ha sido fuerte, no ha sido fácil porque mientras no tienes el permiso de trabajo no puedes ejercer la profesión con la que muchos ya venimos", afirma, relatando que a él "le queda poco para salir al mercado laboral".
Habla de diferencias como el cambio horario, que provocan en los venezolanos un gran choque. "Muchas familias que conozco y que están aquí me dicen que si cae el gobierno de Venezuela piensan regresar porque se sienten venezolanos, tienen allí a su familia e incluso propiedades".
Gerald se siente comprendido. "Muchos gallegos empatizan y me desean lo mejor recordando la situación parecida que vivieron ellos hace años", relata.
Afirma que en Venezuela existe una gran comunidad gallega, ya que la gran inmesidad de emigrantes se juntaban y creaban lazos entre sí, una situación similar a la que viven ellos aquí en Galicia, donde intentan crear comunidad a través de una entidad que reúne a venezolanos, para poder "compartir y pasar el rato y sentirse como en casa".
Destaca que nunca ha notado "xenofobia en lo personal" y habla de su grata sorpresa al descubrir que "te guían y enseñan cuando lo necesitas".