Los expertos piden vigilar a escala global el gen que crea 'superbacterias': "Es serio"

Una científica en un laboratorio. PIXABAY
El coruñés César de la Fuente advierte que la expansión mundial del gen npmA2 requiere "control" y seguir avanzando en nuevos antibióticos

El asunto "es serio", confirma César de la Fuente. Tanto es así que el investigador coruñés, que lidera el Machine Biology Group de la Universidad de Pensilvania en busca de respuestas contra la resistencia de las bacterias a los antibióticos –un problema de salud pública que, según se calcula, podría está detrás de unas 20.000 muertes al año en España– apela a la estrategia promovida a escala global por la OMS para controlar la expansión del gen npmA2, capaz de generar lo que popularmente se conoce como superbacterias.

A mediados de julio trascendía la noticia de que científicos de la Universidad Complutense de Madrid habían constatado que este gen npmA2 ha logrado expandirse por el mundo. Su pista puede rastrear en el medioambiente, en granjas y en hospitales a través de seis países. ¿Y cuál es su peligro? "Confiere resistencia a todos los aminoglucósidos", explica De la Fuente. Es decir, a los antibióticos prescritos para tratar infecciones bacterianas graves.

Tras analizar casi dos millones de muestras bacterianas, los investigadores de la Complutense comprobaron que el gen npmA2 se incrusta en bacterias como el clostridium difficile, que puede causar diarrea y afecciones intestinales más serias, como la colitis, o el enterococcus faecium, responsable de contagios hospitalarios con una tasa de mortalidad de un 30% en España cuando se extiende por la sangre.

La razón es que parecen inmunes a la acción de los fármacos clásicos. "El gen npmA2 convierte a estas infecciones en prácticamente incurables", sintetiza el doctor Carlos Serna, coautor del estudio, desarrollado en colaboración con el Wellcome Sanger Institute de Cambridge, el Instituto Pasteur de París y centros de investigación de los Países Bajos y Australia, y publicado en Nature Communications

Genes saltarines

Pero, ¿qué es lo que ha permitido que este gen se expanda de esta manera? El ICE Tn7740, "un vehículo móvil que facilita el salto entre bacterias y nichos", señala De la Fuente.

Se trata de un fragmento genético móvil que el estudio compara con un caballo de Troya, porque dentro del mismo, en un transposón –un segmento de ADN que tienen la capacidad de moverse y reinsertarse en nuevos lugares dentro del genoma, de ahí que se les conozca como genes saltarines–, en concreto el  Tn7734, viaja ese gen npmA2. Y gracias a ello, se le puede hallar ya "en varios países y hospedadores".

La primera vez que se le detectó fue en una unidad de cuidados intensivos de Japón en 2003, integrado en bacterias Escherichia coli. Con pocas noticias suyas posteriormente, los científicos de la Complutense se reencontraron con él a raíz de una epidemia de una bacteria intestinal declarada en otra Uci, esta vez neerlandesa.

"Es como un fantasma: casi nadie sabía de su existencia y, sin hacer ruido, ha empezado a aparecer en distintas partes del mundo y en bacterias que ya de por si son difíciles de controlar", indica Bruno González-Zorn, catedrático del departamento de Sanidad Animal de la universidad madrileña y director del estudio.

Prevención mundial e individual

Una vez conocida la amenaza, urge reaccionar. "Si no actuamos ya, nos abocamos a una era donde una simple infección vuelva a ser mortal", advierte Serna.  

La prevención es clave, y a escala global. De la Fuente apela al enfoque One Health –la estrategia mundial promovida por la Organización Mundial de la Salud para hacer frente a situaciones de crisis biológicas reforzando la colaboración de todos los profesionales sanitarios, desde los médicos a veterinarios, pasando por los farmacéuticos, psicólogos, enfermeros, etcétera– para vigilar tanto el gen npmA2 como ese caballo de Troya en el que se desplaza.

Pero el coruñés abunda asimismo en medidas más cotidianas y que implican un "control" estricto de las infecciones que provocan estas bacterias, aislando al paciente para minimizar los contactos o llevando a cabo una "limpieza esporicida" del entorno para propiciar, en la mayor medida posible, la destrucción de los microorganismos.

Esto último también está en manos de cada uno. Literalmente, porque tanto una adecuada higiene, sobre todo por el lavado a fondo de manos, como el respeto escrupuloso de la cuarentena del paciente, "reduce la selección de resistencias y contagios", recalca el experto.

También cabe recordar que se considera que una de las principales causas del desarrollo de esta resistencia es el uso excesivo e inadecuado de los antibióticos

En busca de nuevos fármacos

En todo caso, esta responsabilidad individual "complementa", pero "no sustituye", la necesaria iniciativa que "las políticas institucionales" deben tener ante este problema, expone De la Fuente.

Pionero en el campo de la biología digital, entre otras vías de investigación, el profesor de la Universidad de Pensilvania se apoya en la potencia del Centro de Supercomputación de Galicia (Cesga), gracias a un convenio con la Xunta, para acelerar el descubrimiento de nuevos antibióticos. Así, utiliza un sistema propio, el Apex, para explora genomas de especies vivas y extintas para, con la ayuda de algoritmos de inteligencia artificial, predecir moléculas con actividad antibiótica y sintetizarlas para su evaluación en modelos preclínicos. 

Encontrar nuevas estrategias para combatir las infecciones es fundamental. Porque el gen  npmA2 no es el único factor que está dando lugar a la que, según algunos, es ya una pandemia silenciosa. "Las bacterias tienen muchas estrategias para inventarse resistencias", informa el científico, citando las  metiltransferasas 16S y las enzimas modificadoras de aminoglucósidos. 

Continúa, pues, la carrera adaptativa entre huésped y bacteria. Precisamente, el desarrollo de nuevos antibióticos y de inhibidores de esas citadas metiltransferasas 16S, actualmente "en investigación", son dos de los caminos más prometedores en los que está embarcada la ciencia, refiere De la Fuente. También la sustitución de sinergias con aminoglucósidos en los tratamientos, añade.

Sin embargo, los retos son grandes. La investigación de los multimecanismos y de la toxicidad de los fármacos, así como superar las obligaciones que marca la regulación farmacéutica existente, son algunos de los pasos a superar. Los límites en la capacidad de procesamiento y gestión de datos es otro. Y De la Fuente apunta asimismo a los "incentivos económicos insuficientes" que afectan a determinadas líneas de investigación privadas por falta de rentabilidad prevista.

Mirando el horizonte más cercano, el coruñés concreta que la fase preclínica de un fármaco acostumbra a llevar aproximadamente entre diez y quince años. Con todo, se muestra optimista ante el potencial de la IA para acelerar trabajos como el suyo. "Lo que ya está en fases iniciales podría llegar antes si todo va bien", afirma.