Sogama desgrana las claves para no desperdiciar comida

Consumidoras en un súper.EP
El complejo de Cerceda lanza una guía de recomendaciones para concienciar sobre el impacto ambiental, social y económico derivado de tirar alimentos a la basura y pone el foco en los hogares, responsables del 60% de este tipo de residuos

Tirar comida a la basura es un gesto que debe llevarnos a la reflexión por su impacto económico, social, ambiental y, por supuesto, moral. En un escenario en el que el último informe publicado por el Ministerio de Agricultura indica que los españoles desperdiciaron en 2023 un total de 1.183,4 millones de kilos o litros de alimentos y bebidas en el hogar, lo que supone un incremento del 1,1% con respecto al ejercicio anterior, la Sociedade Galega do Medio Ambiente (Sogama) lanza la guía didáctica 'Faite responsable da túa cesta'.

El complejo de Cerceda da el paso coincidiendo con la semana europea de la prevención de residuos, que se celebra entre el 16 y el 24 de noviembre y que, en esta ocasión, pone el foco en la necesaria reducción del desperdicio alimentario.

El problema, de trascendencia mundial, no es menor, pues los datos del Programa para el medio ambiente de la ONU indican que los hogares de todos los continentes desperdiciaron en 2022 el equivalente a más de 1.000 millones de comidas al día mientras 783 millones de ciudadanos padecían hambre y un tercio de la humanidad atravesaba una delicada situación de inseguridad alimentaria.

El hogar, el principal punto en el que toca mejorar

El 60% de los alimentos que acaban en el contenedor proceden de las casas, mientras que un 28% se atribuye a los proveedores de servicios alimentarios y un 12%, al comercio minorista.

Cabe recordar que la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible adoptada en 2015 por Naciones Unidas —que los países de la UE adoptaron— fija el reto de "reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita" en las tiendas y supermercados y entre los propios consumidores, además de aminorar los descartes de alimentos en las cadenas de producción y suministro, incluidas las pérdidas posteriores a la cosecha.

En España, la radiografía del ministerio —en este caso, en base a los registros de 2022— indica que cada hogar tiró de media unos 65,5 kilos-litros de alimentos o bebidas, siendo los productos sin elaborar los más desechados al copar el 70,8% del residuo total.

En los establecimientos comerciales, además de la limitación de la vida útil de los alimentos perecederos, influye la necesidad de cumplir con normas estéticas en términos de color, forma y tamaño, algo que afecta particularmente a la fruta y los productos de la huerta. Otro factor que incide en que se acaben desechando alimentos es la variabilidad de la demanda.

¿Qué productos de la cesta son los que más tiramos?

Bajando más al detalle, el estudio indica que en 2022 el desperdicio de frutas se vio aminorado, aunque toca ponerse más las pilas con las verduras y las hortalizas frescas, que en muchas ocasiones acaban perdiéndose.

En cuanto a los productos cárnicos, llama la atención el aumento de un 1,2% del volumen que acabó en el cubo de la basura, un hecho que el informe achaca a que se desecharon más embutidos —especialmente jamón york— y salchichas, dos productos que están detrás de la mitad de las carnes que no se consumen.

También invita a la reflexión el hecho de que un 30,2% de las familias se deshicieron de platos ya cocinados. En este punto, los datos indican que en 2022 se logró reducir un 24% la pérdida de potajes y otros platos preparados con legumbres, cuando en años anteriores estaban a la cabeza de las recetas que acababan en el interior del contenedor.

El coste ambiental del desperdicio de alimentos

Al margen del evidente coste para el bolsillo de estas actitudes, no hay que perder de vista la repercusión en el medioambiente. Sogama recuerda que se generan gases de efecto invernadero (GEI) "en todas las etapas por las que atraviesan los alimentos, desde su producción hasta su consumo".

Los cálculos indican que la pérdida de comida generó entre el 8 y el 10% de las emisiones mundiales de GEI, lo que quintuplica de largo la polución que emite  la aviación. "Debemos pensar que cuando desperdiciamos un alimento, desperdiciamos también la energía, el terreno, el agua, el combustible y el trabajo invertido en el cultivo, transporte, envasado y comercialización", recalca la sociedad participada por la Xunta (51%) y por Naturgy (49%).

Muchos países de ingresos bajos y medios carecen de sistemas adecuados para monitorizar su progresión hacia el cumplimiento del objetivo de desarrollo sostenible de reducir a la mitad el desperdicio de alimentos para 2030, especialmente en el ámbito del comercio y en los servicios alimentarios.

Junto con la Unión Europea, solamente cuatro países del G20, que son Australia, Estados Unidos, Japón y Reino Unido, tienen estimaciones al respecto.

Las escasas radiografías disponibles indican que no se trata de un problema restringido a los países más desarrollados, pues los niveles de desperdicio alimentario en el seno de los hogares varían solo en unos siete kilos por persona respecto a la media de los países de ingresos altos, medios-altos y medios-bajos.

Planificar el menú semanal y la lista de la compra

Reducir los alimentos que acaban en el cubo de la basura está en nuestras manos y depende de gestos sencillos. Entre las recetas que extiende Sogama figura planificar un menú semanal y hacer una lista de la compra ajustada a esa previsión para evitar gastos en compras superfluas de alimentos.

Para dar en el clavo, hay que pararse a calcular las cantidades que van a ser necesarias en función del número de comensales y ajustar las raciones para que no falte y tampoco quede nada en el plato. Y si esto último pasa, antes de desechar nada toca reaprovechar los alimentos en nuevas recetas.

Otra clave es priorizar los productos de proximidad, de temporada y que se vendan a granel. En este punto, la sociedad con base de operaciones en Cerceda llama a no regirse por la "estética" de los alimentos, pues aunque una fruta, una verdura o una hortaliza pueda parecer "imperfecta" o "fea" tendrá iguales propiedades nutritivas que otra pieza que parezca atractiva a la vista.

Ordenar la nevera resulta vital. En este caso, los alimentos perecederos han de colocarse en un lugar visible para que los consumamos antes.

Y también es relevante tener clara la diferencia entre la fecha de caducidad y la de consumo preferente. Mientras el primer indicativo refleja el día a partir del cual un producto puede ser perjudicial para la salud, el segundo simplemente alude al momento a partir del cual un alimento puede perder cualidades, aunque se puede tomar sin miedo a enfermar.

Y si no da tiempo, Sogama recuerda que una opción puede ser la congelación. Es una solución adecuada para carnes, pescados y algunos embutidos. Eso sí, una vez descongelados, hay que tener en cuenta que el consumo debe hacerse en menos de 24 horas.

Los alimentos que ya no son comestibles tienen otra vida

Transformar la parte no comestible de los alimentos en abono natural es otra de las recomendaciones que extiende Sogama como forma de dar salida a la parte de los alimentos que no es comestible. Es la base del compostaje doméstico e industrial.

¿Cómo puedo producir compost en casa?

Es posible producir compost si se dispone de un terreno en para aprovechar el sustrato generado, lo que supone cerrar el ciclo de recuperación de la materia orgánica en el domicilio. Sogama tiene 474 entidades adscritas a su plan de autocompostaje, de las cuales 231 son concellos; 211, centros educativos y 32 son colectivos sociales. La sociedad ha repartido 22.700 compostadores.

¿Qué es el compostaje industrial?

Es el que se realiza en los contenedores marrones dispuestos en las calles para dar servicio a los edificios con varias viviendas. Una vez que los equipos municipales efectúan la recogida, estos desechos son trasladados a la planta de biorresiduos que se encuentre más próxima.

Cuatro plantas se encargan de la valorización de la fracción orgánica. Están ubicadas en Cervo, Cerceda, Vilanova de Arousa y Verín. A mayores, hay 13 plantas de transferencia de apoyo. Esto implica que “la práctica totalidad” de los concellos adheridos a Sogama tienen una planta de transferencia o de compostaje a menos de 50 kilómetros. Esta red contó con una inversión de 45 millones, de los cuales 30 proceden de los fondos Feder y React-UE.

¿Qué puedo compostar?

Los restos de comida, como frutas y verduras, cáscaras de huevos, arroces, pescado o carne. Los posos del café, té e infusiones. Las cenizas y el serrín de madera no tratada, así como el papel, el cartón y los periódicos. También sirven los restos de podas, raíces, hierba o los descartes de la cosecha de la huerta que no lleven pesticidas. El estiércol de herbívoros, el polvo y pelo del aspirador, las fibras y telas naturales e incluso las plumas.