María Valcárcel

Corre, corre, maldito

Rainer Werner Fassbinder
Rainer Werner Fassbinder
Se cumplen ochenta años del nacimiento de Rainer Werner Fassbinder. Vida y cine entrelazados, mirada fundamental de la Alemania del siglo XX.

QUEDAN apenas unos meses para el fin de la Segunda Guerra Mundial y durante ese tiempo, como es bien sabido, en todos los lugares y todas las épocas, la vida continúa. Nace un niño, en mayo de 1945, al que llamarán Rainer. Su entorno, de un primer vistazo, parece ordenado, enmarcado, por así decir, en una idea establecida de la clase media. Su padre, médico; su madre, traductora. La ciudad, Bad Wörishofen, situada al sur de Alemania, podía parecer un lugar válido para pensar en un futuro postbélico.

Sin embargo, la historia no transcurre por esos derroteros. Suceden cosas. Se van a Munich. El matrimonio se separa. Liselotte Eder, su madre, se lleva a Rainer con ella. "Mis padres se divorciaron en 1951, cuando yo tenía cinco años. Pero incluso antes de esta separación nunca me dijo nadie se hace así o asá, no debes hacer esto. En el fondo crecí casi sin padres. Muy pronto comencé a vivir solo. De los siete a los nueve años viví en un apartamento que compartía con otras dos personas. Mi madre estaba enferma en esa época y había alquilado una parte de nuestro apartamento, pero no había nadie encargado de ocuparse de mí". 

Su madre ingresa en un sanatorio, enferma de tuberculosis y permanece allí un año entero. A su vuelta, se encuentra con un niño difícil de controlar. Lo que suele hacer en esos casos es mandarlo al cine. "Desde los siete años de edad iba al cine cada día, en ocasiones hasta dos y tres veces, y veía toda clase de películas". En el colegio, primero; después en la secundaria, como parece lógico deducir, no le va bien. No se adapta a ningún tipo de disciplina. La educación normativa carece de sentido. Pasa el tiempo, más o menos, así. 

En la adolescencia se va. Lo deja todo atrás. Decide irse a Colonia, a vivir con su padre. Helmutt Fassbinder, en el momento en que su hijo llega hasta él, había tenido que dejar su profesión por alguna conducta no clarificada. Existen versiones distintas que apuntan a embriaguez, por una parte, y práctica de aborto ilegal, por otra. En todo caso, para ganarse la vida, compra unas casas de huéspedes y alquila las habitaciones, sobre todo, a inmigrantes que, mayoritariamente, trabajan en la construcción. Rainer convive un poco con todos. Contribuye al mantenimiento del negocio, aprende a cobrar el alquiler, a tapizar y remodelar habitaciones. "Puedo pintar y tapizar como un profesional. Siempre me podré ganar la vida así. Mi padre había transformado algunas habitaciones para alquilarlas a obreros inmigrados. Desde esta época conozco los problemas de los obreros inmigrados y tengo una cierta afinidad con ellos".

Otra afinidad electiva —digámoslo así— es el asunto de la prostitución. Allá en su niñez, Rainer se había familiarizado con todas aquellas mujeres que acudían a la consulta de su padre a realizarse el examen médico exigido por las autoridades y que, posteriormente, se colocaban en su misma calle, epicentro conocido en el que se ejercía la prostitución. Comenzó, él mismo, a prostituirse. Tenía 17 años y una concepción acerca de las relaciones humanas bastante alejada de los parámetros burgueses que, aparentemente, le habrían correspondido al venir al mundo.

Su declarada homosexualidad, su falta de ataduras morales y, menos aún, religiosas, su desinhibición a la hora de manejarse en el entorno, nada de eso estaba exento de contradicciones. Esos nudos o esas grietas, una amalgama de insolencia con quizá dolor, puede que vacío, conforman la personalidad de Rainer. Alguien que un buen día, decide dejar esas actividades para perseguir su verdadera vocación: hacer cine. Cierto es que da unos cuantos rodeos, pero, finalmente, sin tardar demasiado, lo consigue. Y resulta que se convierte en uno de los directores europeos de referencia del siglo XX. 

Comienza a estudiar. Fotografía, arte dramático. Intenta ingresar en la Escuela Superior de Cine y Televisión de Berlín, pero no lo consigue. Aprende, de forma autodidacta, y se integra en el teatro independiente. Primero como actor y, poco a poco, como guionista y director. Conoce a gente que, de alguna forma u otra, estará en su órbita, tanto personal como profesional, durante el resto de su vida. Tiene prisa, mucha prisa. En menos de diez años, escribe, adapta o dirige más de treinta obras, periodo en el que va perfilando su estilo, esa mirada tan característica. 

En 1966 se inicia en el cine con dos cortometrajes titulados ‘El vagabundo’ y ‘El pequeño caos’. Tiene 21 años y se muestra ansioso. Desea experimentarlo todo, vivirlo todo, filmarlo todo. Esa sed, esa impaciencia profesional se entreteje con el mismo furor en el plano personal.

Se une al Action Theater y más tarde funda lo que llamó Antiteatro. Con su compañía trabaja intensamente, busca sin descanso nuevas formas de expresión, experimenta a un ritmo frenético. Esa potencia creadora no siempre se traduce en universos alejados de conflicto. Muy al contrario. Allí no solamente vibra el arte, sino también un modo de dirigir, ordenar, relacionarse con los demás, que puede calificarse de tiránico, abusivo, extremo y, en muchas ocasiones, fatal. 

Esto sucede en escena y fuera de escena. Se relaciona con los demás con un sentido de la urgencia acusado. Se aferra, se suelta, cambia, desea, rechaza, sufre, provoca sufrimiento. A velocidad frenética, irremediable. Todo ese bagaje vital se va incorporando en los guiones de sus películas, al mismo tiempo que toma forma un universo propio: su temática —que bien podría llamarse su obsesión—, su estética, su técnica y su lenguaje. "En nuestra sociedad, la explotación y la dependencia son inevitables. El problema reside en que siempre hay una clase social que quiere educar a la otra, un hombre a su mujer, un hombre a otro hombre: siempre hay esta relación de educación, esta relación amo-esclavo, muy gurú y casi fascista. Para mí, aquel que ama o el que es más dependiente de una relación o de un amor es el derrotado. Esto va ligado a que el que menos ama tiene más poder, claro está. Para aceptar un sentimiento o un amor, se precisa una grandeza que la mayoría de la gente no tiene. Es por esta razón que en la mayoría de los casos estas situaciones resultan muy desagradables. Yo no sé de ninguna relación entre quienquiera que sea de la que pueda decir que se llevan bien".

En 1969 estrena su primer largometraje, El amor es más frío que la muerte, y poco más tarde un segundo, que es la adaptación de una obra teatral escrita y dirigida por él mismo, y representada en su Antiteatro, titulada Katzelmacher, que recibe varios premios y provoca que las miradas comiencen a posarse en él. Ya están prácticamente todos ahí: Hanna Schygulla, Irm Hermann, Christoph Roser, Peer Raben, Günter Kaufmann, Ingrid Caven, Armin Meier, El Hedi ben Salem…

En dos años filmó doce películas, siempre con ese ritmo enajenado, exactamente el mismo son con el que vivía. Admirador confeso del director americano Douglas Sirk, traslada la visión melodramática a la sociedad alemana y dirige las que son consideradas sus grandes obras: Las amargas lágrimas de Petra von Kant (1972), El mercader de las cuatro estaciones (1972), Todos nos llamamos Alí (1974), El viaje a la felicidad de mamá Küster (1975), El matrimonio de María Braun (1979). Esta última, le posicionará definitivamente en el foco internacional. Rueda también para televisión, la famosa adaptación de la novela Berlin Alexanderplatz, de Alfred Döblin, acompañada, claro está, de su correspondiente polémica. 

Creador maldito, perturbador, provocador y lúcido. Encerrado en espirales tóxicas y girando sin parar. Huyendo o buscando. En todo caso, corriendo. Más de cuarenta largometrajes, como director y, en muchas ocasiones, también como actor; tres cortos, 24 obras teatrales, dos series para televisión y varias producciones teatrales. Mucha vida, mucha historia, mucha soledad. Un día, a los 37 años, todo se detiene para siempre. Muere de una sobredosis y, a partir de ahí, ya solo camina la leyenda.

Comentarios