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El bache del eléctrico

Las ventas repuntan, pero España va lenta con la electromovilidad. Los precios y la escasa red de carga son dos de los grandes obstáculos
Un coche eléctrico enchufado. EP
photo_camera Coche eléctrico enchufado. EP

Mucho ha evolucionado la automoción desde el nacimiento, hace 137 años, del primer coche de la historia más allá del de vapor. Fue un Mercedes de tres ruedas propulsado por un motor de gasolina y patentado por el francés Carl Benz que parecía un carruaje. A finales del siglo XIX y primera mitad del XX llegaron inventos revolucionarios en aquel momento para el sector: la calefacción, el limpiaparabrisas, el retrovisor, los intermitentes... todos ellos ideados por mujeres. Nadie imaginaba entonces que un día circularían por las carreteras coches con GPS, infinidad de sensores o diferentes niveles de conducción autónoma.

Lo que no es nuevo es el coche eléctrico, pues los primeros automóviles movidos con baterías se crearon en el siglo XIX. No tenían nada que ver, eso sí, con los actuales, ni en diseño ni en tecnología.

Hoy, está fórmula de movilidad está en expansión en un escenario en el que la descarbonización se ha convertido en un objetivo ineludible y los combustibles fósiles en enemigos de la salud del planeta, que la Unión Europea está decidida a prohibir en los coches que se matriculen a partir de 2035.

Con ese telón de fondo, el año pasado salieron de los concesionarios en España algo más de 30.500 turismos y todoterrenos eléctricos, lo que supone cinco veces más que hace un lustro, en 2018. En todo caso, esa cifra apenas representa el 4% de todas las unidades matriculadas en 2022. En los que va de año, se adquirió un eléctrico por cada 17 coches a gasolina o diésel. La demanda está en claro aumento, pero ¿al ritmo que ambicionan los objetivos de transición ecológica? No, el despegue va lento.

El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) fija para 2030 el reto de alcanzar una cuota de mercado del vehículo electrificado del 40% y un parque móvil de 3 millones de unidades. Todo un desafío teniendo en cuenta que España está en los puestos de cola de Europa en desarrollo de la electromovilidad y, dentro del país, Galicia figura entre las comunidades más rezagadas, según el barómetro que elabora la patronal de fabricantes de automóviles Anfac.

Cuestiones como el precio de los eléctricos o el coste de sus reparaciones actúan como freno a su expansión. Pero hay otro punto débil con mucho peso: el grado de implantación de las bautizadas como electrolineras. Aunque no hay un registro oficial, diferentes entidades y plataformas tratan de poner cifras al despliegue de estas infraestructuras. La Asociación empresarial para el desarrollo e impulso de la movilidad eléctrica (Aedive) contabilizó algo más de 21.500 puntos de recarga en España a cierre de 2022 —729 de ellos en Galicia—. Esto supone que hay una fuente de alimentación por cada 2.200 habitantes, cuando el PNIEC establece con objetivo diez puntos de recarga por cada 1.000 personas al final de esta década.

Yendo al detalle, la gran mayoría de los surtidores de electricidad son de baja potencia, lo que implica estar mucho tiempo conectado para cargar la batería.

Y el medio rural "es el gran olvidado", denuncian desde la Fundación Economía y Desarrollo (Ecodes), pues apenas concentra el 15% de los conectores en Galicia. Con la dispersión poblacional que hay en la comunidad, la escasez de puntos de carga con la autonomía que tienen los eléctricos supone una barrera a su crecimiento.

Además, todavía existe recelo al cambio entre los conductores, que también miran su capacidad economía. El coche más vendido en la actualidad en España es el Dacia Sandero, un modelo que se puede comprar desde poco más de 13.000 euros. El eléctrico más adquirido es el Tesla Model 3, cuyo precio parte de los 41.000 euros. Los eléctricos no están hoy al alcance de cualquier bolsillo. Y las ayudas públicas para adquirirlos no son la panacea. Queda un largo camino para enchufarnos.

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