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El dinero que arde

Los incendios forestales queman pulmones verdes y billetes: apagar el mayor de Galicia, el de O Courel en 2022, costó 2,7 millones
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photo_camera Medios de extinción en el incendio de O Courel el verano pasado. AEP

Gran incendio de O Courel. Julio de 2022. Dos semanas de trabajo hasta su extinción total. En torno a 11.800 hectáreas quemadas por unas llamas que afectaron a cinco concellos. Más de 1.000 personas en el operativo para luchar contra un fuego que llegó a tener un perímetro de 330 kilómetros. Centenares de personas desalojadas. Pérdidas por valor de 27 millones de euros —más las ambientales, incalculables— y una factura que pagamos todos: 2,7 millones de coste para el erario público, a los que habría que sumar la inversión posterior para restaurar la zona afectada y recuperar, con el paso del tiempo, los brotes verdes.

Son las principales cifras del mayor incendio forestal de la historia de Galicia, que permiten hacerse una idea del impacto a muchos niveles, entre ellos el económico. Este caso también sirve de ejemplo para señalar algo que está ocurriendo y es que, aunque cada vez hay menos fuegos en los montes, tienden a ser más grandes y a afectar a más superficie.

Esto pone a prueba a unos operativos antiicendios que se deben enfrentar además a "novos escenarios", como explicó esta semana en un seminario sobre comunicación en incendios forestales Xabier Bruñas, doctor ingeniero de montes y técnico en el distrito forestal IX Lugo-Sarria. Ocurre, en buena medida, por el cambio climático. Cada vez hay más olas de calor y tormentas extremas, ante las que el monte es vulnerable.

Los rayos fueron, de hecho, los que desencadenaron el incendio de O Courel. Al contrario de lo que suele ocurrir, no vinieron acompañados de lluvia, y cayeron en terreno ya abonado para el fuego por estar seco. Aquel 14 de julio prendieron diez incendios en 11 kilómetros, que acabaron siendo uno. Estas situaciones climáticas más extremas —que pueden derivar en incendios allí donde, a priori, no se veía un riesgo elevado— se suman a otras debilidades como una actividad incendiaria humana mayor que en otras comunidades, el abandono del rural y el aumento de carga de combustible en el monte, con la acumulación de biomasa. Es una cuestión que siempre genera debate en torno a la gestión del territorio, la limpieza del bosque, lo que se hace bien y mal y qué medidas serían efectivas para atajar la lacra del fuego.

Más allá de la controversia sobre la prevención, los ingenieros forestales que trabajan sobre el terreno reivindican la calidad del operativo para apagar fuegos. "Somos buenos en extinción", afirmó en el mismo foro Francisco Losada, jefe de área en el servicio de prevención de A Coruña, quien alegó que "es muy difícil coordinar un gran incendio". Una labor que también defendió el ingeniero forestal Ferran Dalmau, director de la consultora de ingeniería ambiental Medi XXI GSA: "Los incendios del año pasado en Galicia fueron como para tener varios muertos, pero no los hubo, por lo que algo se hizo bien", afirmó.

En el conjunto de 2022 las llamas devoraron en Galicia más de 50.000 hectáreas, el tercer mayor registro en lo que va de siglo, y los expertos no prevén un cambio de tendencia. "Viene un verano con curvas", afirmó Ferrán Dalmau.

Los fuegos queman el pulmón verde del planeta, arrasan con los múltiples beneficios que el monte aporta a la sociedad y, en ocasiones, truncan la vida de familias que pierden hasta sus casas. Pero en ellos también arde dinero, el que cuesta la extinción y la restauración del terreno después. Son millones de euros cada año que podrían usarse para reforzar el estado del bienestar. Conocer la factura no es sencillo, pero los 4,2 millones que se consumieron el año pasado en apagar los incendios de O Courel y Valdeorras, los dos más grandes declarados en Galicia hasta el momento, son indicativos del elevado coste económico de los fuegos, sean intencionados, fruto de un descuido o del clima.

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