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Blancos que enganchan

Con su llegada a la D.O. Ribeiro, José Pariente se suma a CVNE, Matarromera, Vega Sicilia y otras grandes sagas del vino atraídas por Galicia
El pazo Torre Penelas, propiedad de la familia Torres, en Portas.EP
photo_camera El pazo Torre Penelas, propiedad de la familia Torres, en Portas.EP

Los vinos gallegos gustan y en particular los blancos, cuya producción se ha convertido en objeto de deseo por parte de las grandes bodegas del país. El último desembarco en la comunidad es el del grupo vallisoletano José Pariente, cuyas raíces beben del verdejo que el padre de la fundadora comenzó a elaborar en los 60 para vender en su bar. Su última apuesta ha sido la compra de un viñedo emblemático de la Denominación de Origen (D.O.) Ribeiro: A Vilerma, el proyecto personal del abogado, viticultor y exalcalde Arsenio Paz Carballo, que recuperó y puso en valor hasta diez variedades de uva en una propiedad de seis hectáreas en Leiros. Ahora, el propósito de la compañía familiar de la D.O. Rueda —que envasa unas 800.000 botellas al año y cuya producción es ecológica, con un tercio destinado a la exportación— se ha propuesto profesionalizar la explotación y contribuir a posicionar los caldos de Ribeiro entre «la élite» de los vinos españoles.

En un sector que afronta desafíos como el cambio climático, el vaciado del rural y la reducción del consumo de vino —que sigue un 13% por debajo del nivel histórico alcanzado en febrero de 2020, antes de que se declarase la pandemia—, otras grandes enseñas han visto su oportunidad en Galicia.

Una es la riojana CVNE, que en marzo entró en la D.O. Rías Baixas con la adquisición de Bodegas La Val, en Salvaterra de Miño, en pleno condado do Tea. Con 90 hectáreas de viñedo, el 70% de sus ventas se ejecutan fuera. Dentro de su estrategia de plantar una pica en las zonas vitivinícolas más relevantes del país, la compañía que dirige el alavés Víctor Urrutia —con una facturación de 125 millones en 2022— también está presente desde 2017 en Valdeorras, donde la bodega de Haro, con 144 años de tradición, controla Virgen del Galir, en O Barco.

Carlos Moro, el fundador de Bodegas Familiares Matarromera, es otro amante de los blancos gallegos. En 2023, tras seis años de planificación, amplió su carta de albariños al lanzar al mercado Viña Caeiro, el fruto de la bodega homónima de Salvaterra de Miño. La aventura gallega del ingeniero agrónomo vallisoletano arrancó en 2016 con una colaboración con Viña Costeira, que le cedió un pago en la D.O. Ribeiro, y en julio de 2019 se hizo con Casar de Vide, en Castrelo de Miño. Tres años más tarde llegó la compra de Sanclodio, la bodega del fallecido director y productor cinematográfico José Luis Cuerda, con más de nueve hectáreas produciendo treixadura, albariño, loureiro y godello en Leiro, en el corazón de O Ribeiro, una zona cuya tradición vitivinícola se remonta al siglo II antes de Cristo.

Su potencial también lo supieron ver los Ruiz Aragoneses, los dueños de Pagos de Carraovejas, uno de los emblemas de Ribera del Duero, que desembarcaron en la comarca ourensana en 2019 para hacerse con Viña Meín y Emilio Rojo.

Más de una década lleva la familia Torres en la comunidad, donde en 2012 lanzó su primer albariño: Pazo das bruxas, que produce en el Pazo Torre Penelas, en el concello de Portas, donde en unos singulares depósitos de granito fermenta un albariño de alta gama: Blanco Granito. Fundada en 1870 en Vilafranca del Penedès, la compañía amplió su presencia con la adquisición de Valdamor, en Meaño, para abastecer la creciente demanda de albariño en países como Estados Unidos.

Otra saga consciente del potencial gallego es la de los Álvarez de Mezquiriz, los dueños de Vega Sicilia, que a inicios de 2022 anunciaron la construcción de una bodega en Crecente con una inversión de 20 millones con la previsión de lanzar dos albariños: Deiva y Arnela. Incluso los fondos de inversión ven un filón. Es el caso de Sherpa Capital, que el año pasado apostó por la D.O. Monterrei con la adquisición de Crego e Monaguillo, que elabora godello y mencía.

Está claro que el vino gallego está de moda

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