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La despedida del cobre

A unas semanas del gran apagón de la vieja red, el despliegue de la fibra se acelera y los hogares del rural deben moverse para evitar la desconexión
Telefonistas trabajando. Fundación Telefónica
photo_camera Telefonistas trabajando. FUNDACIÓN TELEFÓNICA

En abril, el cable de cobre que canaliza las llamadas telefónicas y lleva internet por ADSL a muchas viviendas gallegas, sobre todo del rural, pasará a la historia. En la recta final de una transición tecnológica que arrancó en 2015, Telefónica (Movistar) ha ido comunicando a los clientes que todavía dependen de una tecnología cuyos orígenes se remontan al siglo XIX —y que tiene entre sus fechas claves el 10 de marzo de 1876, cuando el escocés Alexander Graham Bell realizó la primera llamada de la historia entre dos habitaciones en una vivienda de Boston— el cierre de las últimas centrales de cobre operativas. Mediante el envío de burofaxes, la operadora insta a acudir a una de sus tiendas o a llamar al 1004 dentro de un plazo para contratar una solución alternativa, como la fibra óptica, la conexión por radio o bien por satélite, con el fin de mantener el fijo y/o internet. Aquellos que no muevan ficha perderán la línea, lo que en muchas aldeas desprovistas de cobertura móvil equivale a la desconexión total.

En una era en la que tiende a darse por supuesto que todos debemos estar a la última en lo que a tecnología se refiere, una vez más, se deja de lado a nuestros mayores, que en muchos casos reciben esas cartas sin entender lo que se avecina. Y a esto debemos sumar que llamar al número de atención de la operadora no es tarea apta para todos los públicos, pues tras seguir las indicaciones de un robot para poder llegar a ser atendido por un operador de carne y hueso toca seguir conservando la calma para, en el mejor de los casos, acabar contratando un nuevo servicio para lo cual es muy probable que sea necesario firmar digitalmente tras recibir un SMS al móvil, lo que para muchos sigue sonando a chino.

En resumidas cuentas, la transición deriva en desazón para muchos mayores que no están para afrontar auténticas yincanas cuando lo único que quieren es conservar el teléfono fijo. Según los datos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), la fecha de cierre de las últimas centrales de cobre —que Telefónica desplegó en régimen de monopolio, teniendo luego que facilitar el acceso a la red a otros operadores— está fijada en Galicia para el 27 de mayo de 2025 como fecha tope, aunque el grueso del apagón está previsto para abril de este año, coincidiendo con el centenario de la compañía. En total, son 8.526 las centrales de cobre repartidas por el país las que pasan a la historia, 729 en Galicia.

Como señala el regulador —encargado de pautar la migración tecnológica— entre las bondades de la fibra óptica (FTTH) está el hecho de que son necesarias menos centrales «para atender a la población». Y claro está, la calidad del servicio también mejora ostensiblemente tanto en lo que toca a la señal del teléfono como a la velocidad de navegación en internet. Además, las averías se reducen, lo que minora los costes del operador. A los consumidores, la CNMC les recuerda que la nueva instalación debe ser «totalmente gratuita» y debe permitir conservar el número de teléfono actual.

A finales de 2023, ya eran 14,8 millones las líneas de fibra óptica operativas en España, de las que un 36% corresponde a Movistar y un 10,6% a Vodafone, en tanto que la fusión de Orange (24,2%) con MásMóvil (19,9%) —autorizada por la Comisión Europea con algunos condicionantes— pasa a copar el 44% del mercado español. Mientras el FTTH se extiende, sigue el repliegue de las líneas de cobre (DSL), de tal manera que al término de 2023 quedaban poco más de 476.000, un 46% contratadas con Movistar.

Todo ello en un país que ya tiene más móviles que población: hay 59,56 millones de líneas para 48,59 millones de habitantes.

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