Puertas del Camino: Navarrete

Tras pertenecer durante siglos a un cercano hospital de peregrinos, esta portada románica ha acabado dando paso al cementerio: todo un aviso para los que aún vivimos
Portada del cementerio de Navarrete.
photo_camera Portada del cementerio de Navarrete.

No cabe la menor duda de que está en La Rioja, pues a un lado del camino crecen las vides y al otro se levanta la bodega Don Jacobo, bien visible el nombre. Delante, sobre el cerro Tedeón, la villa de Navarrete, que tiene un considerable sabor e interés, por lo que es recomendable entrar en ella, recorrerla por sus calles principales, la Mayor Alta y la Mayor Baja, tomar un algo en una terraza de la plaza Mayor, fijarse en el edificio del ayuntamiento y echar un vistazo a la iglesia de Santa María de la Asunción. Todo esto en una hora o menos.

Es cierto que el viajero, muy a su pesar, tiene delante el gran letrero de Don Jacobo, pero justo a su vera resisten a duras penas las ruinas del antiguo hospital de peregrinos de San Juan de Acre, de donde proviene la portada que lo trajo a este destino y que está ahora en el cementerio. Pero de la portada hablará dentro de un momento. Ahora aún tiene que decir que le extraña ese nombre de San Juan de Acre, pues sabe –pese a su general ignorancia, también sabe algunas cosas– que San Juan de Acre, hoy en Israel, fue una mítica fortaleza de Tierra Santa, defendida heroicamente por los caballeros cruzados contra los sarracenos. Las actuales ruinas del hospital son pobres y de escaso interés para el no especialista.

Es sorprendente el efecto que hace la espléndida portada románica en un cementerio que nada tiene de histórico ni de artístico. Y lo dice este viajero, del que quizá ya sepan ustedes que, sin llegar a ser necrófilo, gusta de visitar los camposantos, aunque de momento no le apetece gran cosa permanecer in aeternum en uno de ellos. Los capiteles que se conservan, tanto en la portada como en los restos del ábside, están profusamente esculpidos, con motivos variados y de fuerte expresividad, de tal manera que, si se quisiese verlos bien, pasaríamos más tiempo con ellos que el que empleamos en la visita a la villa y a las ruinas. Ahí aparece un león con un cordero en la boca; allí, quizá San Miguel y el dragón; una cara de un hombre barbudo; adornos vegetales: infinidad de representaciones que crean un mundo alucinante.

Acabada la minuciosa observación y casi un poco mareado, el viajero da la espalda al cementerio y ve, al otro lado de la carretera, un puesto de alfarería, no en vano Navarrete –nombre que viene del euskera y que significaría puerta de Navarra– goza de gran fama en este artesano y bello oficio.

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