Puertas del Camino: Sangüesa

La riqueza decorativa de esta puerta no solo es ornamental, sino que forma una abigarrada enciclopedia de motivos varios, dividida en capítulos: las columnas, el tímpano, el friso…
Portada de Santa María la Real, en Sangüesa. VIAMAGICAE
photo_camera Portada de Santa María la Real, en Sangüesa. VIAMAGICAE

Un día nublado y fresco, el viajero se dispone a cruzar el puente sobre el río Aragón para llegar a su destino. Mientras anda, va tarareando una canción que considera muy apropiada para el momento: "Si me quieres escribir, / ya sabes mi paradero, / en el frente de Sangüesa, / primera línea de fuego". Pero justo al final del puente se da cuenta de su error: la canción no dice Sangüesa, sino Gandesa, una población catalana, tarraconense para ser exactos, y no navarra. Así que enmudece y entra en la ciudad, porque Sangüesa, pese a sus menos de cinco mil habitantes, tiene la denominación oficial de ciudad y esta llena de monumentos, tanto civiles como religiosos. El viajero se va a fijar en algunos.

El puente de hierro que acaba de pasar está construido sobre un antiguo puente románico, del que quedan algunos restos. La iglesia románica de Santa María la Real tiene una de las portadas más espectaculares no solo de Navarra, sino de todas las que vio el viajero, y mira que lleva unas cuantas; las estatuas de las columnas, el tímpano, el friso, los capiteles y las arquivoltas forman un conjunto único, tan religioso como fantástico. Tras pasar un buen rato contemplándola, da una vuelta alrededor de la iglesia, sobria y compacta, no pudiendo acceder al interior porque, como le ocurre tantas veces, esta cerrada. Muy cerca –todo está cerca en Sangüesa, qué bien– el original palacio de los Valle–Santoro, con un enorme alero decorado y con diversos elementos coloniales, pues su primer dueño fue virrey de la Nueva España. Otro palacio es el de los reyes de Navarra o del príncipe de Viana, sólo conservado parcialmente y sobre una de cuyas alas se levanta el ayuntamiento renacentista. Más iglesias, más casonas, algunos conventos: caray con Sangüesa. Recorre sus calles, pasea por la orilla del río y se marcha, porque aún le queda un cercano destino.

El castillo de Javier es un castillazo, aunque prácticamente todo reconstruido. En él nació, en el siglo XVI, San Francisco Javier, uno de los patrones de Navarra, compañero de San Ignacio de Loyola y colaborador suyo en la fundación de los jesuitas, a quienes fue donado el castillo por su legítima dueña. Francisco Javier murió en China, pues pasó varios años por aquellas lejanas tierras en ferviente y fértil misión evangelizadora. En su memoria tiene lugar durante el mes de marzo la Javierada o Javieradas, pues son al menos dos, unas multitudinarias peregrinaciones de muchos miles de personas que tienen a gala hacer a pie los últimos ocho kilómetros, los del Viacrucis.

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