El cirujano que salvó a una madre y su bebé en Vigo: "Fue una situación excepcional, con dos vidas en juego"

Francisco Estévez, del hospital Álvaro Cunqueiro, relata la tensión, el dilema ético y la emoción de una cirugía inédita en Galicia que culminó con el nacimiento de una niña sana

El jefe de servicio de Cirurxía Cardíaca del Chuvi, Juan José Legarra, junto al equipo médico que intervino en la operación, Rocío Casais y Francisco Estévez. EP
El jefe de servicio de Cirurxía Cardíaca del Chuvi, Juan José Legarra, junto al equipo médico que intervino en la operación, Rocío Casais y Francisco Estévez. EP

El pasado mes de mayo, una mujer embarazada de 24 semanas ingresó de urgencia en el hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo con una disección aórtica aguda tipo A, una de las patologías cardíacas más graves y con una mortalidad extremadamente alta en las primeras horas, que afecta a tres de cada 100.000 personas al año.

La operación requirió la parada circulatoria de la madre durante aproximadamente media hora, un procedimiento de altísimo riesgo que comprometía también la vida del feto. Afortunadamente, la historia tuvo un final feliz.

La madre se recuperó completamente y la niña nació sana en agosto a través de una cesárea. El desenlace constituye un hito médico en Galicia y un caso de relevancia internacional por su excepcionalidad. El doctor Francisco Estévez, cirujano cardíaco responsable de la intervención –junto a su compañera Rocío Casais y los anestesiólogos José Luis Barreiro e Iria de la Torre–, habla sobre la experiencia, los retos y la dimensión humana de esta historia.

Experiencia y contexto profesional

¿Cuánto tiempo lleva trabajando en cirugía cardíaca?
Ahora cumplo tres años en el hospital de Vigo, y antes estuve 19 en el Chuac en A Coruña. Llevo más de dos décadas con pacientes de altísimo riesgo, pero debo reconocer que este caso nos puso a todos frente a algo fuera de lo habitual.

¿Qué diferencia esta cirugía de otras disecciones aórticas que suele afrontar?
En un año realizamos unas 25 disecciones graves, pero lo que hacía extraordinario este caso era la gestación de 24 semanas. Esa variable añade complejidad en todos los niveles: anestesia, intervención quirúrgica y seguimiento posterior. Es una situación muy poco frecuente; apenas existen casos documentados internacionalmente. Afrontamos la operación con presión adicional, porque nos movíamos en un escenario con mucha incertidumbre y sin precedentes claros.

La urgencia que no admitía demora

¿Cómo se vive un caso así desde dentro del quirófano?
Se trata de una urgencia real, con un margen de tiempo mínimo. Desde que la paciente sintió dolor hasta que entró en quirófano pasaron solo unas pocas horas. Esa rapidez fue crucial: si transcurre más tiempo, los daños ya pueden ser irreversibles, sobre todo para el feto.

¿Hubo tensión adicional por la presencia del feto?
Sí, hay un componente emocional que no está presente en operaciones habituales. Tienes que hablar con la paciente y su familia, explicar riesgos y decisiones, y aparece un dilema ético: no es solo la vida de la madre, sino también la del feto. Esa responsabilidad extra añade un plus de tensión y de gestión emocional a todo el equipo.

La complejidad técnica de la cirugía

¿Qué particularidades tenía la operación?
La cirugía consistió en realizar una esternotomía, usar circulación extracorpórea para sustituir temporalmente las funciones de corazón y pulmones, y aplicar parada circulatoria completa durante media hora, con hipotermia controlada a 28 grados. El objetivo era preservar los órganos vitales de la madre y mantener, en la medida de lo posible, la perfusión cerebral y fetal. Fue un procedimiento de máxima complejidad, incluso para profesionales acostumbrados a intervenciones de alto riesgo.

¿Cómo se percibe la evolución durante la operación?
Al acabar, veíamos que la madre estaba estable, pero no podíamos asegurar nada respecto al feto. Esa incertidumbre se prolongó horas después. Solo con pruebas y el latido fetal empezamos a ver indicios de que había sobrevivido. Hasta ese momento, no podíamos garantizar que todo hubiese salido bien.

El dilema ético: dos vidas en juego

¿Cómo se toma una decisión así?
Se priorizó la vida de la madre, que tenía una mortalidad muy alta sin intervención inmediata, pero pusimos todos los medios posibles para proteger también al feto. El dilema ético existe porque la perfusión sanguínea del bebé se interrumpe durante la parada circulatoria, y la viabilidad de un feto de 24 semanas es muy delicada. No hay margen para errores.

¿Se puede describir la tensión en esos momentos?
Es difícil de explicar. Cada decisión se discute, se evalúa el riesgo y se comunica a la familia. Hay un componente de estrés enorme, porque no se trata solo de técnica; es responsabilidad sobre dos vidas humanas. Ese plus emocional se nota en cada gesto y cada decisión en quirófano.

La recompensa de un desenlace positivo

¿Qué sintieron cuando confirmaron que todo había salido bien?
Fue excepcional. La recuperación de la madre fue favorable, y semanas después nació la niña sana. Para el equipo, fue una historia bonita y emocionante, incluso sorprendente, porque no esperábamos un desenlace tan favorable dadas las circunstancias.

¿Cómo se vive la emoción después de una operación de este tipo?
Cada día de recuperación es una mezcla de alivio y tensión residual. Durante los controles, preguntábamos por la evolución del feto. No estamos acostumbrados a esa variable porque es extremadamente rara. Ver que todo había salido bien nos llenó de satisfacción y orgullo.

Relevancia científica y médica

¿Qué valor tiene este caso para la medicina?
Es muy importante documentarlo. Casos como este son escasos, y este en particular no está asociado a factores genéticos predisponentes. Publicarlo servirá para que otros profesionales puedan tomar decisiones fundamentadas en situaciones similares. Aunque sean excepcionales, aporta conocimiento y guía.

¿La comunidad internacional se interesa por este tipo de intervenciones?
Sí, hay casos reportados, pero muy pocos. Este caso tiene singularidad y relevancia para cirujanos y obstetras que puedan enfrentarse a urgencias similares en el futuro.

La dimensión humana de la cirugía cardíaca

¿Mantienen contacto con la paciente?
Sí, por WhatsApp y revisiones presenciales. Es importante que sepan que las decisiones se toman en equipo, con ellos y con la familia. La comunicación es fundamental, especialmente en situaciones de alto riesgo y dilema ético.

 A nivel personal, ¿qué supone para usted este caso?
Es muy reconfortante. En cirugía cardíaca lidiamos con pacientes de riesgo extremo; a veces los resultados no son los esperados. Pero incluso cuando hay complicaciones, como en algún caso, el reconocimiento de las familias por nuestro esfuerzo es muy valioso. Y cuando todo sale bien, como esta vez, la satisfacción es enorme: te recuerda por qué elegiste esta especialidad.

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