El narcotráfico, de mercadillo

Laureano Oubiña, un hombre que no necesita presentaciones, pasea ahora sus memorias por los "mercadillos" en los que busca vender sus recuerdos

Laureano Oubiña, durante la presentación de su libro. SALVADOR SAS (Efe)
photo_camera Laureano Oubiña, durante la presentación de su libro. SALVADOR SAS (Efe)

Laureano Oubiña, un hombre que no necesita presentaciones y que el pasado 2 de septiembre quedó liberado de sus ataduras penitenciarias después de pasar entre rejas por narcotráfico tres décadas de sus 72 años cumplidos, pasea ahora sus memorias por los "mercadillos" en los que busca vender sus recuerdos, de su puño y letra de inicio a fin.

"He sido adicto al contrabando", "he sido millonario y me han arruinado", "he sobrevivido a varios tiroteos", "me sancionaron por hablar de más y me castigaron por hablar de menos" son solamente algunas de las confesiones que reproduce el libro "Toda la verdad" publicado por la sociedad limitada Pejurito.

El excapo, como pide que hoy se le llame o amenaza con acciones legales, cedió los derechos editoriales a uno de sus hijos que creó una sociedad para dar salida a la historia del "patrón", escrita entre rejas, porque "las figuras de cera también tenemos algo que decir".

La Fundación Galega contra o Narcotráfico censura, en todo caso, un periplo que, a pesar de la reinserción social, no es "ético ni moral"

Nacido en Cambados (Pontevedra) el 30 de marzo de 1946, el autor, que en alguna ocasión ha sido definido como el "Pablo Escobar gallego", fue padre hasta en diez ocasiones, ocho con su primera mujer Rosa María Carro Otero, uno de ellos fallecido; y dos con la segunda, su secretaria Esther Lago -que murió en un accidente de tráfico-, aparte de ser padrastro del hijo de ella, David Pérez.

Laureano Oubiña quiso que ahora fuese su turno, porque los que son "principales protagonistas" de la historia de este negocio siguen vivos, razón por la que cuenta en estas páginas aquello de lo que entiende, ya desde una vida "normal de legalidad", como él mismo suscribe, y que, pese a las críticas, consigue comercializar, dice, dado que la tirada de 5.000 ejemplares se ha quedado pequeña.

Así, urge una segunda edición y, además, hay otra obra menos "templada" que esta, que en algún momento verá la luz en el mercado. Ha dejado caer. Las redes sociales se han convertido en plataforma de promoción.

Laureano Oubiña asegura vivir de la pensión que le ha quedado, como tantos otros en este país, y de su autobiografía

En "Toda la verdad", habla Oubiña de la opulencia, pero, además, y "sin cortapisas", de jueces, fiscales, políticos, de arrepentidos, de madres contra la droga, chivatazos, traiciones y ajustes de cuentas, así como de la vida en prisión, tras entrar y salir prácticamente de todas las que conforman el mapa en España.

"No le tengo ningún miedo a la muerte desde que le arranqué el bastón a mi padre", afirma cada vez que puede, tras describir a su progenitor como un señor estricto y recto amante de la caza, que le daba palizas; y de definirse a sí mismo como un ejemplo no bueno para con sus descendientes, porque lo contrario hubiese significado no arriesgarse a "cosas" que pueden acabar con uno privado de libertad.

Habla "alto y claro" de esta turbia ocupación, según apostilla, en la versión escrita, pero igualmente en la pantalla, puesto que el 13 de noviembre se estrenó el documental de DMAX "Yo fui un narco" que reconstruye en dos episodios su trayectoria y su largo peregrinaje penitenciario, desde una primera condena por delito de cohecho en 1978, hasta sus últimos litigios, incluyendo la famosa detención en 1990 en el marco de la mediática Operación Nécora.

En esta grabación desvela cómo fue la compra del famoso pazo de Baión, más por la voluntad de Esther Lago, el amor de su vida, que "se celaba hasta del viento", y desliza que no hay fortuna en el mundo, "ninguna", que a su juicio se haya conseguido "legalmente".

Con su nueva empresa no lo tiene fácil, o más bien prohibido, en Cambados, la tierra del Albariño, la que lo vio nacer

Laureano Oubiña no intenta únicamente que su realidad se sepa en "primera persona" por la televisión, ni siquiera únicamente por una obra que es su testimonio más íntimo, por decirlo de algún modo, ya que además se ha apuntado a la mercadotecnia, con camisetas con su caricatura, hecha por el reconocido y premiado dibujante gallego Gogue.

Con su nueva empresa no lo tiene fácil, o más bien prohibido, en Cambados, la tierra del Albariño, la que lo vio nacer. Su alcaldesa, Fátima Abal, no le permitió llevar este trabajo, ni el "merchandising" asociado, a un puesto en su famosa feria del vino por el perjuicio a la imagen del municipio, a lo que él acabó por contestar con un contencioso-administrativo. Pero si en otros lugares.

La Fundación Galega contra o Narcotráfico, de la que actúa como portavoz Fernando Alonso, censura, en todo caso, un periplo que, a pesar de la reinserción social, no es "ético ni moral", y sí "un espectáculo grotesco".

Un calificativo similar empleó Laureano Oubiña para quejarse de una escena de sexo entre Esther Lago y él mismo -su personaje en la ficción interpretado por el humorista Carlos Blanco- por ver en ella una "insinuación de una compulsividad completamente falsaria".

De ahí, una demanda a la productora, a la que reclama que se le indemnice con millón y medio de euros por entender que se ha dañado su honor.

Con este asunto por resolver, Laureano Oubiña asegura vivir de la pensión que le ha quedado, como tantos otros en este país, y de su autobiografía. 

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