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#estrellageriátrica

Iris Apfel se convirtió en influencer a los casi 90 años. Hoy tiene 102 y todo el mundo puede seguir su historia en las redes sociales. Accidentalmente, su peculiar sentido de la moda creó escuela. La tecnología hizo lo demás.
Iris Apfel. EP
photo_camera Iris Apfel. EP

IT-GIRL. Fashionista. Influencer senior. Socialité neoyorkina. Rara avis. Así la llaman los demás. Ella se denomina a sí misma estrella geriátrica o icono accidental. El pasado agosto cumplió 102 años y subió un vídeo a Instagram soplando una vela con el que, presumiblemente, se deleitaron los 2,9 millones de seguidores que tiene. En su perfil de redes sociales preside la frase: "More is more & less is a bore" ("Más es más, menos es aburrido"). Toda una declaración de intenciones.

El estallido mediático vino con el tiempo, la tecnología y una exposición. Ocurrió en el año 2005 de la mano de Harold Koda, comisario del MET (Museo de Arte Metropolitano) de Nueva York, cuya intención primera era exhibir la colección de joyas de una mujer mayor con un gusto tremendo. Entonces la conoció. Tenía 84 años y se llamaba Iris Apfel. Koda ya no se sintió capaz de presentar al mundo sólo las joyas y así fue como la dueña se convirtió en protagonista. 

Unas gafas redondas de pasta negra enmarcan su rostro repleto de pliegues lógicos. La edad escribe su propia historia en la piel de cada cual. Los ojos azules siguen conservando una mirada astuta no cubierta aún por el velo de la antigüedad y nada parece difuminar el brillo auténtico. La sombra de ojos se alarga como un gesto exagerado y chillón, que a ella le aporta el carácter que debe poseer toda figura icónica. Los labios rojos, las uñas rojas. El pelo blanco, de corte moderno, que resulta el contraste perfecto con la rotundidad esférica de los anteojos de montura negra. Los accesorios son llamativos, por la cantidad y el colorido. Pulseras, collares, anillos, grandes, resplandecientes, tendentes a dejar la sobriedad en un rincón. La suelen calificar de extravagante, aunque sigue dando la impresión de saber perfectamente lo que hace. No es una extravagancia loca ni grotesca, sino extraña. Sin embargo, cada vez hay más investigaciones que analizan el fenómeno del envejecimiento asociado a la imagen, al mundo virtual y a una resignificación de la mirada en la sociedad contemporánea. Iris Apfel es elegida para numerosos estudios de caso. El mercado de la ancianidad empieza a tener una base teórica importante.

Un agosto de 1921 nacía Iris Barrel, hija de Sadye y Samuel Barrel, de origen judío, habitantes de Queens, Nueva York. Él era empresario y ella regentaba una boutique de moda. Poco más tarde cayó la bolsa. El Crack del 29 desató la crisis financiera que se llevó por delante los felices años 20. "Viví la época de la Gran Depresión en Estados Unidos, no teníamos mucho dinero. Mi madre me enseñó que de un vestido negro se hacen quince ropas diferentes, si sabes usar los accesorios. Si tienes imaginación, da para hacer muchas cosas, se personaliza, se hace diferente y además ayuda a ahorrar dinero".

La moda, como lo demás, busca caminos nuevos de supervivencia. Creció así, ejercitando una estética marcada por el gusto refinado y el contexto socioeconómico. Cuenta que a los 11 años se compró un broche en una tienda de Greenwich Village y que, a partir de ahí, se aficionó a comprar joyas. Se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Nueva York y asistió a la Escuela de Arte de la Universidad de Wisconsin. Le gustaba ir al cine, leer y visitar museos. Comenzó su trayectoria profesional como redactora de una revista de moda, la Women’s Wear Daily, pero pronto se dio cuenta de que no era eso lo que quería. Después trabajaría para Eleanor Johnson, empresaria de espíritu pionero, de quien beben todos los exitosos programas televisivos actuales de decoración, con la que se lanzaría a transformar propiedades destinadas a la venta. 

En 1947 conoció a Carl Apfel, con quien se casó al año siguiente y juntos emprendieron un negocio que se mantuvo cincuenta años en pie: la empresa textil Old World Weavers, especializada en tejidos de lujo y dedicada al diseño de interiores y la restauración de inmuebles. Se hicieron hueco en el exclusivo ambiente de la alta sociedad neoyorquina y la jet set de Hollywood. Greta Garbo contrató sus servicios. Estée Lauder contrató sus servicios. Los moradores de la Casa Blanca, en sucesivas administraciones, contrataron sus servicios. Viajaban alrededor del mundo para volver a casa con telas variopintas y antigüedades que sabían combinar de una manera única, cruce de dos personalidades refinadas, curiosas, exuberantes, atrevidas. Su impulso vino dado por otra pionera, Dorothy Draper, cuyo estilo conocido como ‘toque Draper’ reinó en la mayoría de los espacios públicos de Nueva York de mediados de siglo XX. Ella fue la que encargó a los Apfel su primer trabajo. Coincidían en el gusto por la mezcla exótica, los colores vívidos, los contrastes estrambóticos. Después de eso todo salió a la perfección. "Nunca tuve un plan, ni de negocios ni de cualquier otro tipo", declaró en una entrevista. Y también dijo: "Siempre me ha gustado la moda poco convencional que, por suerte, no se vendía tan bien y era más barata. Así fue como construí una hermosa colección gastando poco dinero".

En los años 90 se retiraron de los negocios y mantuvieron un perfil bajo. Exclusivo. De lujo. Lo de las masas vino después. A principios del nuevo siglo, Harold Koda, comisario jefe de las exhibiciones de moda del Instituto del Traje en el Metropolitan de Nueva York, buscaba algo especial. Quería exponer joyas imponentes y se topó, no sólo con la colección de accesorios de Iris Apfel, sino también con Iris Apfel. Una mujer de 84 años cuyos objetos decorativos no podían ser concebidos sin su personalidad. Koda decidió ampliar el concepto de la exposición y centrar el foco en ella. La tituló: Rara Avis: La irreverente Iris Apfel. Prendas y accesorios combinados a la manera Iris. El toque Apfel. Fue a partir de entonces cuando la historia de una mujer mayor, triunfadora en su profesión, conocida en su círculo próximo de influencia, entró de golpe en la globalidad. Fue el momento de estas palabras: "Mi esposo y yo nos reímos todo el tiempo de mi fama. No estoy haciendo nada diferente de lo que hacía hace setenta años y de repente soy tan cool y estoy tan de moda. Soy una estrella geriátrica. Soy la adolescente más vieja del planeta".

Multitud de portadas en revistas y periódicos. Especiales con su nombre. Imagen de marcas de moda y cosméticos. Profesora visitante de la Universidad de Texas, Austin, con noventa años. Un documental: Iris, dirigido por Albert Maysles, en 2014. En 2015 fallece su esposo Carl, tres días antes de que ella cumpliese. "Su humor y generosidad eran legendarios. Hicimos casi todo juntos. Me empujó a la fama y luego se deleitó con mi éxito". "Al principio quedé destrozada. No creía que pudiera soportarlo, pero un día me di cuenta de que no querría que me quedara sentada y deprimida. Él era como una de esas madres escénicas".

En 2016 recibió el galardón Women Together Special Award of the Year (Premio Especial del Año Mujeres Juntas) de la ONU. En 2017 protagonizó un documental que recoge las vidas de personajes famosos mayores de 90. Poco después se fue a Barcelona. La 080 Barcelona Fashion es una plataforma que tiene como objetivo impulsar la moda como centro de arte y creatividad. En 2019 le rindió un homenaje que quedó para la historia. Una de sus peticiones fue esta: "¿Hay alguna tienda en Barcelona que tenga joyas grandes y raras?".

Tiene su propia marca de joyas, diseñó las pulseras del futuro de la firma tecnológica WiseWear, posee una Barbie propia, diseñó toda una colección para H&M. Dice que la creatividad es muy importante y que no entiende la cirugía estética. Su casa es fotografiada una y otra y otra vez por las grandes revistas de arquitectura, decoración y moda. Sus posts tienen miles de likes. Multitud de corazones, adhesiones, comentarios pasionales, cariñosos, de auténtico fervor, aparecen cada minuto en las pantallas. Envejecer, por si interesa, puede ser algo así.

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