La eucaristía del siglo XXI
Rosalía recorría el pasado lunes las calles de la ciudad rodeada de una multitud de personas que coreaban y vociferaban su nombre con júbilo; en la parte superior de su cabello se percibía una línea horizontal rubia recorriendo su cabeza, que producía el efecto visual de un halo. Sus pies tocaban el suelo, pero más de una persona, con seguridad, podría llegar a afirmar que llegó a ver como la cantante levitaba. La devoción no invita muchas veces al raciocinio ni al pensamiento crítico. En el coche de la artista sobresalía un rosario sobre el retrovisor, que sigue la línea de la recién estrenada carátula de su nuevo álbum: ella portando un hábito de monja. Directamente me vino a la imagen Santa Teresa de Jesús y su mística. En el 2017 ya nos dio alguna pista al reinterpretar un poema de San Juan de la Cruz bajo el ritmo de Enrique Morente Catelo, en la canción Aunque es de noche. Que nadie descarte que las iglesias saquen un cartel con aforo completo en los próximos días por no poder recibir a tanto cristiano converso.
"Cantar es una carta de amor a la verticalidad, una escalera hacia Dios", expresa la artista catalana en una publicación de su blog en la aplicación Substack. La religiosidad de la que beben los relatos místicos y la devoción parecen estar más vivos que nunca en el arte contemporáneo.
Ethel Cain, cantante estadounidense que ha logrado gran popularidad en los últimos años, ya nos acercaba a esta idea en su reciente disco Perverts de comienzos de año. En este versiona un himno del siglo XIX que habla de un sueño y una visión de una escalera hasta el cielo, lazo entre la humanidad y Dios. El cuadro de William Blake La escalera de Jacob representa en lo visual esta idea basada en un pasaje bíblico, en el que hay un desfile de mujeres angelicales que, con elegante parsimonia, suben y bajan por una escalera en espiral ascendente hasta los cielos.
A pesar de que el disco de Ethel Cain es en gran parte una crítica hacia las ideas religiosas defendidas por la ultraderecha de su país, la estructura de su álbum se basa en la repetición de palabras y frases a modo de oración u salmo cantado durante un rito religioso. Esto va en la línea del resto otras portadas de su discografía, como Preacher's Daughter. Parece que la deriva pop y la música más comercial lleva sufriendo una transformación estética en los últimos años que desemboca en una imaginería religiosa directamente pensada para el consumo. El debate está cada vez más latente. Por un lado, los defensores de la sacralización del arte, postura que defiende lo religioso y espiritual como parte de lo colectivo. Por el otro, quienes tildan este movimiento de atraso y una muestra del auge de ideas conservadoras cada vez de mayor calado a nivel social.
El empleo de la iconografía religiosa en la música, en principio, laica, no es algo novedoso ni siquiera para este siglo. Artistas de los 90, como Madonna en los con su Like a prayer o Lady Gaga con el controvertido videoclip de Alejandro, exploraban los límites de la estética religiosa al emplearla como reclamo y a modo de crítica directa hacia las ideas que se divulgan con la fe.
Lo que en ese momento se emplea con fines reaccionarios o críticos parece que ha ido evolucionando en otra dirección. El escándalo se encontraba del lado profano, nadar a contracorriente significaba apostar por esa burla o sátira. Pero Guitarricadelafuente ya nos habló en primavera en formato de disco de un nuevo resurgimiento, de un Spanish Leater en el que lo tradicional se revaloriza.
La religión, por supuesto, entra dentro de este movimiento cultural. Los roles se han invertido, y ahora ha surgido un lado reaccionario que presenta la espiritualidad como anteposición a la corriente cultural actual. Llevado esto hasta extremos, artistas ideológicamente cuestionables como Kanye West llegan a autobautizarse como Yeezus. Se le dedica todo un artículo en la revista Rolling Stone.
La duda reside en si este afán por lo espiritual persigue una finalidad más elaborada o es una simple tendencia que amenaza con convertirse en un movimiento cultural Kitsch usado como reclamo. Lo cierto es que, bien hecho, no deja de suscitar cierto encanto la evocación a la espiritualidad como refugio auditivo. Ahora la duda reside en si nos veremos obligados a añadir una sotana o hábitos conventuales como nuevo complemento a nuestra vestimenta habitual.
Eucaristía pop
Se invita a todos los creyentes a tomar asiento en sus respectivos bancos; la función está a punto de comenzar. Se escucha un coro que obliga a los feligreses a incorporarse de sus asientos y fijar su atención al altar que les hipnotiza. De detrás de diferentes elementos decorativos barrocos revestidos de iconos de vírgenes y santos, aparece una figura cuya silueta reconocen al momento. Se aproxima al ambón. La hora de la liturgia. Las familias allí presentes sienten la llamada, y se respira un aire denso que se justifica por el oxígeno consumido por los humanos amontonados en un espacio tan reducido y por la hilera de velas blancas encendidas. La silueta sube a un altillo. Enciende el micrófono y comienza a recitar su particular sermón. Todos los asistentes bailan y celebran la eucaristía. Ninguna de las palabras allí pronunciadas se ha encontrado ni en el Nuevo ni en el Viejo Testamento.