Opinión

Jolene y la monogamia

Hace 61 años que la empleada de un banco de sur de Estados Unidos sufrió un escarnio público internacional. Sus coqueteos con el marido de una vecina se hicieron icónicos en la canción 'Jolene' que Dolly Parton le dedicó. Ella, de nombre desconocido, había logrado hacer de nuevo vida normal hasta que ahora Beyoncé ha traído de vuela ese himno en una nueva versión para su disco 'Cowboy Carter', aunque con una historia distinta
Beyoncé, en una imagen de su nuevo disco. EP
photo_camera Beyoncé, en una imagen de su nuevo disco. EP

SI BIEN las 31 veces que Dolly Parton enuncia el nombre de Jolene en la canción lo hace desde una súplica, desde una plegaria misericordiosa para que no rompa su familia; Beyoncé ha tomado las riendas y siguiendo el principio yankee de que uno puede defender su hogar con las armas, alega estar también en disposición de hacerlo por su pareja. Seis décadas después, se acabó el pedir clemencia y se amenaza con pasar a la acción. Este cambio no es una decisión estética solamente, responde a varias transformaciones.

En el segundo acto del ambicioso proyecto musical de Beyoncé, con el que quiere poner en valor el origen negro de géneros como la música disco y el funk (Renaissance) o ahora el country en Cowboy Carter, la cantante estadounidense ha hecho suyos no solo los ritmos y los mitos que asociamos a los vaqueros y los territorios más racistas de Norteamérica. También ha maximizado una de las frases más extendidas entre las nuevas generaciones por su humorismo realista: "Monogamia o plomo".

Pese a los incontestables avances globales, especialmente en Occidente Norte, en materias como el feminismo o la sexoafectividad, los estudios señalan una regresión entre las personas más jóvenes a posicionamientos conservadores ya superados por otras generaciones. Al mismo tiempo, las relaciones abiertas y otras formas de entender las dinámicas amorosas ganan terreno y, sobre todo, visibilidad en la esfera pública. Frente a ello, el plomo con el que Beyoncé amenaza a la versión actualizada de Jolene gracias a una emancipación femenina que mantiene ciertas dinámicas.

La rapera Azealia Banks, conocida en el universo virtual por sus mordaces y acertadas críticas contra todo el mundo, dio el aviso a Beyoncé de que estamos en 2024 y, sobre todo, de que nadie tiene ninguna intención con su marido. «¿Quién es esta adversaria imaginaria que quiere acostarse con Jay-Z en 2024? Debes encontrar nuevo contenido. Nadie cree que él es ni lo más remotamente atractivo», asestaba Banks sin piedad en sus redes sociales, entre otros comentarios hacia un disco que no le gustó. Pero entre todo el revuelo de un álbum llamado a romper récords, el polvorín de Jolene no ha pasado desapercibido.

Quizás la influencia de los gobiernos conservadores e instituciones, como la Iglesia u órganos educativos, se encuentra detrás del enrocamiento en torno a la monogamia. Sin embargo, es posible teorizar que en un mundo en el que cada vez es más inaccesible poseer un bien por su coste y, al mismo tiempo, el coste no se corresponde con el valor de un bien, la juventud haya elegido el amor y a su pareja como como propiedad. Ya lo adelantaba Rosalía en Pienso en tu mirá: "Y si no te agarro fuerte, siento que será mi culpa". Pero, ¿debemos realmente agarrar fuerte a alguien?

Como a gran parte del planeta, a mí también me fueron infiel y a diferencia de mucha gente, sí me enteré. Fue una cuestión pueril y casi de otra vida. Recuerdo que sentí un rayo atravesando mi espalda una tarde, como si me avisase el universo de la traición, y aquella noche se confesaron ante mí. Me afectó en la manera en que algo así lo hace y de eso no queda nada en mi organismo. Guardo en la memoria la vergüenza propia y la sensación de idiotez por haber confiado, pero sin arrepentimiento de nada, porque solo se quiere de verdad si es sin reservas. La culpa recae en el que rompe y por eso no debemos agarrar ni retener, porque solo permanece quien quiere quedarse.

Es una pena que en toda la revolución por la igualdad del amor se haya quedado en el tintero la igualdad del deseo, de vivir a través de las pasiones. Cuando comenzó a aprobarse el matrimonio entre personas del mismo sexo en diferentes países del mundo, voces de pensadores clave se alzaron en contra porque el matrimonio pertenece a una práctica sexual y vital de naturaleza no solo católica, sino heterosexual. Sería pasarse a su dimensión y sus formas de vida. Como paralelismo exagerado, esto mismo es lo que deben de pensar el resto de animales sobre el animal humano, que creó las normas y las relaciones cerradas luchando así contra su propia naturaleza y creando el concepto de infidelidad, con la pena que acarrea.

La monogamia, por su parte, ha sido una fuente de estabilidad para la próspera formación de sociedades económicas, equilibrios demográficos y una figura que gobiernos, empresas e instituciones religiosas han querido apropiarse por su alto valor: la familia. Frente a todo ello, la discordia y el caos que el símbolo de Jolene representa, personas solteras y con una vida para sí mismas o que comparten su afecto de otro modo particular, con sus normas.

A mi alrededor, el número de parejas cerradas se mantiene superior, aunque muchas de ellas padecen una especie de asfixia. En ocasiones, la tentación o el deseo de una de las partes por hacer sus reglas más laxas es expresado. También me rodea un número considerable de relaciones abiertas, cada una con sus pactos y límites. Funcionan a su modo único porque sirve para las personas que involucra, lo que debería bastar para zanjar las opiniones no solicitadas de terceros que no forman parte del trato.

Manuel Jabois se ha cansado de repetir que, en ocasiones, hay más cuernos en decir "Buenas noches" que en un romance puntual. Cada uno se consuela como puede. En las infidelidades se involucran muchas partes y cada red de traiciones es única, aunque siguen patrones similares. Lo cierto es que sin la monogamia se habría perdido toda una cultura del despecho, la vida sería más lacia sin venganzas, prensa rosa o rancheras como cumbres de la creatividad contra las ‘ratas de dos patas’. En otra ocasión contarán tu historia, Jolene.

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