Opinión

Pájaros y bombas en Carnaval

El 14 de mayo de 1944, en Estados Unidos, un joven regresó al hogar familiar. Encontró a su madre muerta, se había suicidado la noche anterior con un cóctel de barbitúricos y alcohol. Allí, era el Día de la Madre. Así fue como el escritor Kurt Vunnegut (1922-2007) quedó marcado por la pérdida y el absurdo durante el resto de su vida.
Kurt Vonnegut. AP PHOTO
photo_camera Kurt Vonnegut. AP PHOTO

Kurt Vonnegut es uno de los escritores estadounidenses de mayor calado en el siglo XX y otro de esos casos en los que una figura relevante pareció diluirse con la llegada del año 2000. Su papel como gran autor de la Contracultura e icono literario del movimiento hippie, pese a no ser él nada parecido, ayudó a cimentar el tardío éxito de un narrador heredero de la tradición de Mark Twain y enemigo de la crítica literaria. A Vonnegut, sobre todas las cosas, lo amaba la gente y, en especial, los jóvenes.

El asombroso equilibrio de humor socarrón, drama, barbarie, catastrofismo y ciencia ficción que atraviesa toda la obra literaria de Vonnegut es una consecuencia directa de la personalidad del autor, es la expresión última del conjunto de situaciones que afrontó durante su vida y que, una vez condensadas, tomaron una forma determinada. Con 14 novelas e innumerables escritos más, Vonnegut desmontó la manera en que el conflicto humano a todas sus escalas podría ser narrado y afrontado, quizás por exceso de práctica en su intimidad.

Kurt Vonnegut nació en Indianápolis, capital del estado de Indiana, y la trivialidad de ese hecho fue clave, ya que el autor consideraba esta como una de las ciudades más feas que había visto nunca. De hecho, afirmaba que antes de salir de Indianápolis desconocía la belleza que pueden poseer las ciudades respecto al campo.

Como bien indica su apellido, Vonnegut es descendiente de inmigrantes alemanes, sus padres, pero de una clase social superior a la idea general. Es bisnieto e hijo de arquitectos, así como nieto de un científico, y su familia pertenecía a un estrato adinerado y sofisticado. Por vergüenza y miedo a las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, los Vonnegut dieron la espalda a su pasado y cultura, apartaron todo lo germano de su vida y no enseñaron al escritor ni media palabra de su idioma materno, el cual escuchaba en su casa durante las discusiones.

Con el colapso económico que supuso la Gran Depresión en 1929, los Vonnegut perdieron casi todo su capital y la vida de la familia cambió tanto como para que se cerniese sobre ellos un manto perenne de tristeza. Fue la criada afroamericana que vivía interna con ellos la que, según el propio escritor, dio alguna lección de vida y moral al joven Kurt, siendo incluso la única forma de compasión y sentimentalismo que conoció.

Mientras que sus hermanos mayores habían podido acudir a la mejor educación privada en Indiana, Vonnegut fue el primero de su estirpe en dejarse caer por la escuela pública y ese signo lo marcaría hondamente. El desprecio de clase que desarrolló a lo largo de su vida fue consecuencia directa de la Gran Depresión. Como consecuencia de la deriva mental del momento, el padre de familia decidió abandonar toda vocación y convertirse en artista libre. La madre, por su lado, se volvió agresiva, manipuladora y desagradable con sus hijos, además de comenzar una fracasada carrera como cuentista para revistas. El odio entre ambos era definido por la esposa como "ácido corrosivo".

Vonnegut creció hasta convertirse en un adolescente medio de instituto con impulsos artísticos. Dividía su tiempo entre el clarinete y el periódico escolar, el lugar en el que descubrió su verdadera capacidad para describir la realidad y desplegar un punto de vista propio. Como buen periodista cliché, Vonnegut ya fumaba Pall Mall desde los 12 años. En esa redacción infantil, encontró la libertad de cualquier forma de tutela, especialmente de los profesores, a los que apreciaba y hallaba limitantes. El escritor recordaría el resto de su vida cómo uno de sus maestros insistió en el hecho de que dejase las letras porque sus relatos carecían de sentido.

La naturaleza de Vonnegut indicaba que las Humanidades eran su ámbito y en ellas debía desarrollarse. Sin embargo,cuando llegó el momento de elegir futuro, la presión de su hermano, un ingeniero climático, y de su padre le llevó a elegir la bioquímica y el alemán en la Universidad de Cornell, en Ithaca, en el estado de Nueva York. Miembro de fraternidad por intervención paterna, Vonnegut se abrió camino y de manera inevitable terminó escribiendo en el periódico de la universidad. En sus textos se mostraba contrario a la intervención de Estados Unidos en la escalada de violencia y posterior guerra en Europa.

Su voluntad, sin embargo, se vio truncada cuando su país se vio forzado a intervenir en la Segunda Guerra Mundial tras el ataque a Pearl Harbor. Vonnegut formaba parte de los reservistas del ejército, pero sus malas notas en la universidad y todos los artículos satíricos que había publicado le granjearon un puesto fijo en filas. Tras varios vaivenes internos, en 1943 puso fin a la burocracia e impedimentos aceptando la situación y alistándose voluntariamente en el ejército. En su formación, fue ubicado en los equipos que disparaban cañones para repararlos y mantenerlos a punto.

Su programa militar se canceló porque el golpe del Día D comenzaba a fraguarse internamente y la preparación a todos los niveles era una urgencia. Lo enviaron a una ciudad tan cerca de su casa que pudo dormir en su cama y conducir el coche familiar los domingos. En cierto modo, era un alivio dentro de una condena. En el permiso concedido durante el fin de semana del Día de la Madre de 1944, Vonnegut encontró muerta a su madre. Barbitúricos y alcohol como solución a un largo episodio de depresión causado por la caída social de la que  había sido la mujer más rica de Indianápolis. Todos los fracasos, incluidos los relatos, forzaron aquella situación.

Todavía afectado y desconcertado, Vonnegut es enviado al frente tres meses después como un cadete de inteligencia de la 106 División de Infantería de los Estados Unidos. En diciembre de 1944, el joven fue partícipe de la Batalla de las Ardenas, generalmente conocida como la última gran ofensiva nazi. Alemania derrotó a Estados Unidos, dejó 500 muertos y tomó 6.000 prisioneros, entre ellos, Vonnegut.

Bajo mando alemán, el joven fue conducido a Dresde. Durante el trayecto en tren, la fuerza aérea británica bombardeó por error los vagones y causó todavía más bajas entre los rehenes. Vonnegut, de nuevo, sobrevivió. Recuerda que entre el horror tuvo el privilegio de ser un espectador en primera persona de la ciudad más bella que jamás había visto. Dresde era la joya barroca de Europa, con excepción de Italia. Allí, fue forzado a trabajar en un matadero readaptado como fábrica de suplementación alimentaria para embarazadas. Se encargaba de elaborar sirope de malta.

Era una ciudad calmada, sin fábricas de armas y numerosos hospitales, La principal industria local era la cigarrera y la artesanía de clarinetes. Tras duras semanas de invierno, el ejército alemán se vio sorprendido el 13 de febrero de 1945 por el ataque indiscriminado de las fuerzas aliadas sobre Dresde. Era el último día de Carnaval aquel año. Durante las 48 horas que duró el bombardeo aéreo, cayeron 4.000 toneladas de armamento que arrasaron el 90% de la ciudad y mató a un número indefinido de personas, se estiman entre 25.000 y 40.000 víctimas. A día de hoy, este ataque no se ha juzgado como crímen de guerra, pero es ampliamente reconocido como una ofensiva evitable y sin trascendencia en el transcurso de una guerra ya ganada.

Vonnegut dijo que había sido una tormenta de fuego que arrasó con toda la belleza barroca que engrandecía Dresde. Él pudo sobrevivir porque se encerró en una cámara frigorífica del matadero tres plantas bajo el suelo. Allí, recordaba con frecuencia, estuvo a gusto rodeado de cadáveres.

Al salir del matadero, encontró ceniza donde antes estaba la ciudad. Vonnegut definió el suelo como una papilla de ceniza similar a la superficie lunar y frivolizar sobre el evento, décadas después, definiéndolo como la peor búsqueda del huevo de Pascua que había vivido. Lo cierto es que Dresde había desaparecido y con toda certeza el shock imprimió un trauma imborrable en el cerebro del escritor. Las cenizas de la ciudad más bella que había visto eran mucho más horrendas que las de un simple leño consumido.

En las posteriores jornadas, se vio forzado a quemar en piras todos los cuerpos que encontraba, de amigos y de desconocidos. Él no había matado a nadie en toda la guerra. Cuando Estados Unidos tomó Leipzig, los nazis abandonaron a los prisioneros y Vonnegut huyó a Le Havre, a un campamento aliado para comenzar su repatriación. Fue uno de los siete soldados de su división que sobrevivió.

A su regreso a casa, fue condecorado con el Corazón Púrpura, una medalla que recibe cualquier soldado herido en servicio tras 1917. Es entregada por el presidente del país. Vonnegut definió este suceso como irrisorio, había recibido la segunda condecoración más baja del ejército por haber sufrido congelación en los dedos de los pies. El absurdo, de nuevo, se le abría a su paso.

Con 22 años, comenzó a trabajar para el ejército redactando informes y tomando datos a cadetes. Pronto recibió la dispensa y recuperó su condición de civil para retornar a Indianápolis. Lo primero que hizo al volver a casa fue casarse con Jane Marie Cox, su novia y compañera desde el parvulario. Ambos se mudaron a Chicago, ya que Vonnegut había sido aceptado en un innovador curso de Antropología de cinco años y Jane investigaría sobre literatura rusa con una beca. De noche, él trabajaba en una agencia de noticias para conseguir más dinero.

Con el paso de los años, Jane se quedó embarazada y abandonó sus estudios. Kurt, por su parte, no fue capaz de entregar ninguna tesis satisfactoria y dejó la universidad de nuevo sin conseguir un título. En una situación complicada, pidió ayuda a su hermano y pasó a trabajar como escritor técnico en General Electric, una empresa tecnológica puntera en el momento con fuertes lazos con el ejército.

La faceta de escritor de Vonnegut comenzaba a asomar y su mujer lo animaba en el hogar a invertir tiempo, a editar sus textos y a enviarlos para ser publicados. Finalmente, en 1949, el primer texto firmado por él es aceptado en una revista. El pago fue de 750 dólares. Pronto llegó el segundo para el mismo medio, esta vez por 950 dólares. Completamente asombrado y obnubilado, Vonnegut abandona su trabajo y comunica a su familia la firme intención de vivir en exclusiva de la literatura.

La noticia horrorizó a su mujer, que había comprendido entonces que sus ánimos alentaron el aspecto equivocado del padre de familia. La pianola fue la primera novela de Vonnegut y salió al mercado tres años después de su anuncio de renuncia a cualquier otro trabajo salvo el de ser escritor. Fue valorado positivamente, comparado con Aldous Huxley por su aproximación de ciencia ficción al escenario de una Tercera Guerra Mundial. El texto era una declaración abierta contra McCarthy y un ejemplo de lo aprendido en General Electric.

Rechazó la etiqueta de autor de ciencia ficción desde ese primer momento. Declaró al respecto que lo único que necesita un escritor para caer en ese cajón es reconocer la existencia de la tecnología e incluirla en sus historias. Con frecuencia, expresó que la Academia no podía soportar la idea de que un escritor pudiese además saber cómo se arregla una nevera.

El bloqueo literario no tardó en llegar, casi lo mismo que las necesidades del hogar y las dificultades para hacer frente a una vida al sur de Boston. Jane, por tercera vez, se quedó embarazada. Vonnegut vendía y vendía relatos, pero todo se complicaba. Por ello abrió un concesionario de Saab, aunque fue a la bancarrota en el mismo año. Y si la situación era compleja, estaba a punto de torcerse todavía más.

En septiembre de 1958, el cuñado de Vonnegut fallece en un accidente de tren y dos días después lo hace Alice, hermana del escritor y afectada por cáncer, a los 41 años. El matrimonio dejaba cuatro hijos pequeños y Kurt decidió hacerse cargo de ellos. De golpe, su familia se componía de 9 miembros. Al año y medio, el menor de todos los niños tuvo que ser transferido a otro familiar porque la situación familiar era insostenible económicamente.
Debido a compromisos editoriales, entregó las novelas Las sirenas del Titán (1959), Madre Noche (1961) y Cuna de gato (1963), aunque solo esta última recibió alguna forma de atención crítica y mediática. Los temas en estos textos eran ya los habituales y los que vendrían a continuación, contenían todos los tics de la literatura de Vonnegut. Ricos ajenos a la realidad y paseando por el espacio, ordenadores que gobiernan el mundo sin emociones, personas sin identidad que enloquecen, religiones descabelladas, invasores marcianos, tensiones geopolíticas y crisis económicas plagan sus novelas con toda naturalidad.

A mediados de la década de 1960, reflexiona sobre abandonar la literatura y asumir que no es lo suyo. La carta de un admirador lo cambia todo. Su fiel lector le ofrece trabajo como profesor de escritura en la Universidad de Iowa. Tras dos años satisfactorios, aunque sin nuevas novelas, el autor recibió una beca Guggenheim para realizar trabajos de investigación en Alemania. Así pudo volver a Dresde, en donde todavía pudo encontrar ruinas.

Lo cierto es que, en la intimidad, Vonnegut había escrito sobre su experiencia en la Segunda Guerra Mundial desde su retorno del campo de batalla. Nunca había abandonado ese lugar. Sin embargo, nunca había podido escribir algo a la altura o digno del propio gusto del escritor. Más de 25 años después, estaba dispuesto a recomponer lo sucedido a través de su propia mirada. Así fue como surgió Matadero cinco, su obra maestra.

La quinta novela del escritor fue un éxito absoluto de ventas desde su publicación en 1969, además de encandilar a la crítica que lo había despedazado. Vonnegut se centró en contar lo que había visto y narrarlo a través de un trasunto de sí mismo. "Después de una matanza solo queda gente muerta que nada dice ni nada desea: todo queda silencioso para siempre. Solamente los pájaros cantan", dijo sobre la creación de un libro que él definía como confuso, corto y discutible.

Matadero cinco se ha convertido en una de las novelas antibelicistas más importantes de la historia y un referente de la Contracultura. En el momento de su publicación, Estados Unidos se recuperaba del asesinato de Kennedy y Martin Luther King, además de de la Guerra de Vietnam. El contexto daba la razón al autor, que expresaba el delirio de la muerte y la destrucción como si fuese psicodelia.

A lo largo del texto, la frase "Es lo que hay" es la respuesta común de los personajes ante el fallecimiento continuo de diferentes personas. Ese mantra gana sentido cuando se termina la historia, así como el subtítulo con el que se edita: La cruzada de los niños. La mujer de un amigo de Vonnegut discutió largo y tendido con el autor que la novela que estaba escribiendo no era una de héroes, sino del patético sentido de criar hijos para enviarlos a morir y del horror de ver a niños con fusiles. Por eso, cuando se adaptó al cine, se rechazó a cualquier estrella masculina como Marlon Brando.

Gracias al efecto arrastre de Matadero cinco, todos los libros previos de Vonnegut fueron revisados y la juventud encontró a un nuevo mesías. Ateo y defensor del socialismo, compañero del Jesucristo del Sermón de la montaña, enemigo de tele evangelista y el bipartidismo político estadounidense, un ludita que desconfiaba de la tecnología y, ante todo, un humanista heredero de Aristófanes y de Mark Twain que declaraba: "Ser humanista significa intentar comportarse decentemente sin esperar recompensas ni castigos después de la muerte".

Al año siguiente de Matadero cinco, se divorció de su mujer y vivió el ascenso meteórico a la fama y el reconocimiento. Desde entonces, sus estrenos literarios fueron vividos como acontecimientos y pasó a ser una voz indispensable en tertulias, conferencias y congresos. Su peculiar carácter, inusual en el panorama de Estados Unidos, le creó un perfil mediático que en ocasiones devoraba a la persona. Todo ello dio lugar a un intento de suicidio en 1984 con barbitúricos, como su madre.

Su segundo matrimonio fue definido como un infierno y terminó en 1991. Poco a poco, se convirtió en un hombre cascarrabias que criticaba al progreso y el paso del tiempo, un rival absoluto de la televisión y de George Bush Jr.

Vonnegut se retiró de la escritura a los 80 años, tras afirmar que Shakespeare era un narrador nefasto, llegando a compararlo con un indio arapahoe, pero que había trascendido a la historia por haber sido uno de los pocos en revelar la verdad al ser humano. Sustituyó a Isaac Asimov al frente de la Asociación Humanista. Estadounidense hasta su muerte en 2007, causada por una lesión irreversible a consecuencia de una caída en su casa.

En una de sus últimas entrevistas, concedida a la revista Rolling Stone, Vonnegut afirmó que estaba a punto de denunciar a la tabacalera Brown & Williamson por publicidad engañosa. Al ser preguntado el motivo, respondió con ira socarrona: "Llevo fumando desde los 12 años y dicen que el tabaco mata a la gente. ¡Los cabrones mentirosos! Prometieron que me matarían".

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