El rock y los dálmatas

Damiano David. EP
Damiano David. EP
En la noche del 22 de mayo de 2021, Emmanuel Macron levantó el teléfono para quejarse en nombre de su país. Avisaba de una injusticia, de drogas en la televisión europea. El grupo italiano Måneskin acababa de ganar Eurovisión por sorpresa. Su vocalista, Damiano David (Roma, 1999), parecía haber esnifado cocaína. Era falso. El rock volvía al frente

En la historia del Festival de la Canción, pocos han sido los casos en que sus ganadores o participantes lograron levantar vuelo hacia el estrellato absoluto. Se menciona a ABBA con insistencia o Celine Dion, que era una estrella francófona hasta el momento. La lista se completa con rarezas como Loreen o Salvador Sobral, aunque lo común es el olvido del artista y la supervivencia de la música. Una de estas excepciones es la banda Måneskin y con mayor énfasis, su vocalista, Damiano David, que viene de emanciparse y debutar en solitario.

El cantante italiano ha recorrido cada plató televisivo y contestado respuestas de cada periódico, lo que puede traducirse como terror a volar en solitario. Existe una escuela de artistas que escapan de sus orígenes para emprender un camino propio. Al igual que en Eurovisión, muy pocos lo consiguen. Sorprende su fluidez en español y también en inglés, idioma en que canta durante todo su disco debut, Funny Little Fears. Su infancia lo ha llevado a este escenario perfecto. Ahora debe revolverse, pero como buen italiano: huyendo del cliché desde dentro del cliché.

Damiano nació en Roma el año antes del cambio de milenio. Pese a su aspecto y actitud, apenas sobrepasa el cuarto de siglo. Siempre advierte sobre el carácter de su ciudad natal. Es tan eterna como juez. Cada ciudadano se siente empoderado a cortar la vida de los demás en público y diseccionar sus decisiones, casi con total seguridad desde una óptica conservadora. Al fin y al cabo, es la capital del imperio.

Siendo un niño se rebeló primeramente contra el sistema escolar, aunque no por voluntad propia. Tanto su madre como su padre se dedicaban a ser azafatos de vuelo. El cantante se crió dando vueltas por el mundo, viendo mucho más de lo que le correspondía desde una tempranísima edad. Así se hizo casi nativo en inglés y español, aunque se le resistía el francés. En ese acceso global a un todo, Roma parecía un mero escenario.

Damiano David canta desde los seis años

Comenzó a cantar a los seis años y su familia apoyó la decisión porque lo coordinaba con actividad deportiva. Se dejó influir por la estética de los primeros años 2000 y la decadencia del rock. Afloró entonces en él una necesidad de rebeldía y puso su cuerpo a disposición de la revolución. Experimentó con el maquillaje y los tatuajes, la ropa, el comportamiento. Todo ello sin perderse en el proceso.

A los 15 años, dos amigos del instituto abrieron una prueba de selección. Querían fundar una banda de música dura, muy inusual en Italia. La tradición musical del país oscila entre las baladas dramáticas, el pop melódico de herencia teatral y el guitarreo suave. Recientemente, Damiano explicaba en una entrevista que la pronunciación y la sonoridad italiana es muy difícil de empastar con los sonidos cortantes y rasgados del rock, al igual que con su estructura tradicional.

Victoria De Angelis y Thomas Raggi habían estudiado con Damiano en el instituto, pero a Victoria no le convencía la voz de su compañero. Reconocía su gran dotación para el canto y, sin embargo, veía en él un poso pop y melódico que quería mantener lejos del proyecto. La banda sería dura sí o sí. Damiano insistió durante semanas y terminaron por aceptarlo a cambio de entrenar su estilo. Gracias a un anuncio en Facebook conocieron a Ethan Torchio, el batería y única persona que se presentó a la audición.

Después de probar varios nombres, tomaron por título una palabra danesa, en homenaje a la herencia nórdica de la mujer del grupo. Måneskin significa "luz de luna" y pareciera referirse a sus inicios. Los muchachos combinaban el instituto con tocar en la calle para darse a conocer. Pronto, todos abandonarían el bachillerato y apostarían todo al rock. "Parecíamos niños callejeros", señala Damiano. Muchos vídeos en YouTube dan cuenta del poco público que congregaban en sus versiones de Stevie Wonder o sus primeros temas originales.

En 2016, los cuatro jóvenes tuvieron el arrojo de presentarse a un concurso local de bandas emergentes llamado The Pulse. Ganaron el certamen y eso les abrió, por una parte, una nueva audiencia; también el acceso a la sala Spaghetti Unplugged. Allí, un cazatalento los presenció y recomendó que se presentasen al concurso Factor X en su versión italiana. Pasaron el primer corte y entraron a competición.

Devoraba el escenario

La audiencia se enamoró de la banda y Måneskin se consolidó como una fuerza aglutinadora de generaciones, a la vez que daba lugar al rock un nuevo lugar en el país. Los jueces destacaban, sobre los demás, a Damiano David. Su presencia devoraba el escenario y atravesaba las cámaras, generando tanto miedo como atracción sexual. Sobre él se posaban las miradas y las aspiraciones. Semana a semana, llegaron hasta la final. Sin embargo, perdieron en la última ronda contra un tenor de baladas. Italia se imponía a sí misma.

A su salida del concurso, Måneskin presentó un EP con sus canciones del concurso y se vendió tanto que tres veces lo nombraron disco de platino. Después de un pequeño tour, en el que Damiano solamente crecía como cara visible de la banda, presentaron la canción Zitti e buoni a Sanremo, el festival de preselección italiano para Eurovisión. Sorprendentemente, se impusieron a otros artistas consolidados y el rock, lejos de estar muerto en su idioma, parecía revivir para expandirse por Europa.

Frente a la sorpresa de Francia y Suiza, que partían como contendientes puros gracias a sus baladas, Måneskin se vengó por su pasado y dio la tercera victoria histórica a Italia. Además, era la segunda canción puramente rock que ganaba en toda su historia. Los 524 puntos que los auparon respondían, según los titulares del día siguiente, a que Europa deseaba sexo y pasión. Aquellos veinteañeros mostrando músculo, actitud y mucho cuero revivían a una sociedad postcovid. Al día siguiente, dos de sus canciones conquistaban el top 10 mundial.

Aquella noche, Damiano David se inclinaba sobre una mesa y las cámaras lo captaban. En cuestión de segundos, Francia reclamaba y pedía descalificar a la banda por esnifar una raya de cocaína en directo. Damiano negó con rotundidad las acusaciones y se sometió voluntariamente a un test de drogas, que le dio la razón. Al levantar el micrófono de cristal, acreditación de su victoria, el cantante gritó: "Queremos decir a Europa, al mundo, que el rock'n'roll nunca morirá".

Unha botella de champán en la mano

A continuación, el vocalista se paseó por la sala de prensa con botines Louboutin, una americana larga que cubría su cuerpo y una botella de champán, de la que bebía a morro. Damiano se embriagaba de sí mismo y su éxito, el resto de la banda quedó opacada por el despliegue de carisma. El público lo devoraba desde la envidia y el deseo. Levantaba la pierna desnuda por encima de la mesa y clavaba su mirada maquillada en el objetivo de la cámara. Estaba dispuesto a entregarse.

En menos de 24 horas, Måneskin era el absoluto protagonista global y ninguna cabecera en el mundo quería perder la oportunidad de afirmar que el rock vivía, curiosamente, a través de un país sin rock. En aquellos días, la revista Vogue Italia los congregó y preguntó sobre la polémica de las drogas. Damiano fue tajante. "No vamos a caer en el estereotipo de la estrella del rock alcohólica y drogadicta". Entonces se levantaron las primeras cejas, las puristas.

Desde entonces, los tours de la banda se han multiplicado y en cada directo dejan claro el motivo de su éxito. La crítica, sin embargo, no los acompaña. Varios medios especializados los declaran estafadores. Ellos responden que hacen rock desde la óptica pop y que no pueden retornar al antiguo canon. La supervivencia del género, señalan, va por este otro camino.

Cumplieron determinadas tareas que se les exige a las estrellas del rock. Por una parte, todos vivían su sexualidad libremente y se besaban entre ellos allí donde las leyes lo prohibían. Se pronunciaron políticamente. Damino recuerda que la victoria de Berlusconi fue su primera concepción de la división ideológica. Creciendo dentro de ese contexto, es normal que toda la banda se haya posicionado en el escenario contra Putin y el resto de mandatarios reaccionarios. Sobre la victoria de Meloni, el vocalista expresó: "Es un día triste para Italia".

Unha pausa que genera desconfianza

El anuncio de Måneskin de tomarse una pausa en 2024 fue tomado con alarmismo y algunos especulaban una disolución. En realidad, todos buscaban un proyecto individual con el que diversificar sus ganas y probar otros palos. Llevaban demasiados años dentro de un corsé y se ahogaban por las normas que se autoimponían.

El primero en mostrar su trabajo propio fue Damiano David. Un single, Silverlines. "No hubo un momento específico, fue una acumulación de los últimos años. Estaba madurando y preparándome para mostrar una parte diferente de mí mismo. Nos tomamos un descanso con la banda, así que fue un buen momento para hacerlo y después me sentí muy realizado y quise seguir, publicar el álbum y todo lo que pudiera", comentó sobre la idea de independizarse.

Damiano ha elegido una vía similar a la de Harry Styles, con quien lo comparan constantemente y no rechaza la similitud. Pero también es el camino de Alex Turner, vocalista de Arctic Monkeys, o Justin Timberlake. El destino de los solistas en bandas. Nada queda de su espíritu glam y rock, incluso ha rechazado sus tatuajes tan característicos.

"Me sentía prisionero de lo que significaba para la gente, del prisma desde el que me veían y juzgaban mis acciones", respondió a las primeras críticas. Ahora, de aquella estética en encuerada que levantaba dudas sobre su sexualidad, queda el recuerdo. De las New York Dolls al Uomo italiano promedio. "Lo que de verdad quiero es aportar esa clase y elegancia italianas", señala.

El nuevo Damiano David es el yerno ideal, vestido de traje y cargado de sonrisas, educación y cero maquillaje. Camina en zapato plano y se deja el corazón en cada balada. "Después de dos semanas de Factor X aparecía vestido de drag en horario de máxima audiencia. Las cosas especiales nunca me han asustado. Son dos caras diferentes y reales que forman parte de mí. No creo que uno cancele al otro", se defiende.

La crítica apunta que Funny Little Fears es un buen disco pop que sonará mucho durante el verano, quizá el año entero. Es un debut que suena a otras cosas conocidas, es decir, un salto al vacío muy seguro. Las estructuras y melodías caen en lo predecible y, salvo en algún corte, todo queda en una composición simplona. Se percibe un problema idiomático, o quizá es que no busca la profundidad innecesaria.

Damiano ha querido desprenderse del rock y volver a un sonido limpio que recuerda a los años 50 o 60 en Estados Unidos. Carece de una chispa tan personal, pero lo compensa con carisma andrógina e italianidad. Se distrae leyendo mangas, jugando al baloncesto y escuchando mucha música en español, a la que quiere dar el salto. Finalmente, su compañera tenía razón años atrás cuando le señalaba una vena propia que iba contra el grupo. Bromea en la primera línea de su canción Mars: "Oh, no, el rock'n'roll ha muerto otra vez".

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