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De Roncesvalles a Compostela (I). A modo de prólogo

Roncesvalles, inicio del Camino Francés a Santiago. J.L.
photo_camera Roncesvalles, inicio del Camino Francés a Santiago. J.L.

Estaba esperando a jubilarme para iniciar el Camino de Santiago. Pensaba que en esa situación tendría suficiente tiempo e incluso podría elegir el mes más propicio para aventurarme en el periplo y no sacrificar el único mes vacacional que compartía con mi familia cuando estaba activo laboralmente.

Ya jubilado, pero imposibilitado para viajar por las medidas adoptadas como consecuencia del coronavirus por el decreto de estado de alarma, tuve que esperar a su levantamiento el día 9 de mayo de 2021. Por consiguiente, sin restricciones importantes, quedó abierto oficialmente  el Camino a los siete meses de mi jubilación. El día 20 del mismo mes me vacuné con la segunda dosis de Pfizer, y dos días después, el sábado 22, a las ocho de la mañana estaba tomando el tren desde Redondela a Pamplona, a donde llegué a las 17:30.

Por su parte, la publicidad institucional, en especial la gallega a través de la TVG, comunicaba la apertura total de los albergues oficiales del Camino de Santiago, mintiendo a los que habíamos preparado la ruta jacobea y  afectando los programas de alojamiento proyectados. Y  confirmo la falsedad  porque en el trayecto hasta Santiago solo encontré abierto el albergue municipal de Pamplona, ni siquiera el de Roncesvalles daba hospedaje. No obstante estaba entrenado para las grandilocuentes noticias de los organismos públicos, pues como ya nos anunció un político de la casa “Las decisiones se toman en el momento de tomarse”. Y reafirmo también, que el día de mi llegada para hacer noche en Roncesvalles la afluencia de peregrinos era muy pequeña por el motivo de la reciente apertura del Camino; no había más de cuarenta personas que conmigo, por la mañana del día siguiente, emprenderíamos el recorrido hacia Santiago. Por lo tanto, aún sin saber que los albergues públicos iban a estar cerrados, no tendría mayor problema para encontrar plaza de alojamiento. Y así fue: durante todo el trayecto había mucha más oferta que demanda en todos los servicios.

En cuanto al hospedaje existen en el Camino tres tipos de albergues para peregrinos. Los institucionales o públicos (de las diputaciones provinciales o municipales); los religiosos (de las parroquias, monasterios y conventos); y los privados. Los primeros son los más baratos y su precio viene fijado por la Administración. En alguno religioso no se paga o, en algunos casos, se paga la voluntad; dentro de éstos también los hay con precios un poco elevados, pero son los menos. El precio de los privados lo marcan los propietarios y suele haber grandes diferencias entre ellos. A esta serie de hospedaje peregrino se unen las pensiones, hostales y hoteles de distintas categorías que proliferan también a lo largo del Camino y ofrecen todo tipo de precios. En todo caso, el precio depende de la situación del establecimiento, categoría, circunstancias y de la demanda ocasional. 

El Camino de Santiago es una experiencia para la que se requiere estar dispuesto y capacitado mental y físicamente, sobre todo si se viaja solo.

Es imprescindible prepararse y caminar todos los días para estar en forma (durante un año caminaba entre 12 y 18 km cinco días a la semana y los cuatro últimos meses, cada quince días lo complementaba con una sesión de fisioterapia). También supone un reto y una experiencia única. El Camino me comportó una energía diferente y aunque no lo hice por motivos religiosos siempre creí que la ruta hunde sus raíces en la historia medieval deparándome un incentivo espiritual y místico que nada tiene que ver con la fe. No tuve los objetivos formales al uso de la peregrinación jacobea tradicional pero si me ayudó a meditar, a reflexionar y a observar. Por tanto, estoy convencido que el Camino también es, sin duda, el lugar perfecto para la introspección donde descubres, analizas y evalúas tus propias reacciones ante situaciones distintas a las cotidianas, lo que implica un proceso de autoanálisis personal muy profundo. 

Recorrí el Camino sin verdaderos objetivos, como otro experimento en mi vida; más como estudio que como prueba, más como oportunidad que como mérito; con la perspectiva de reencontrar la libertad egoísta de mi juventud y la convivencia altruista con los demás cuando no quise estar solo; de sentir el placer de ser exclusivo ante el paisaje y la naturaleza, de ser partícipe de la historia y del arte,  de conocer los amplios matices culturales y tradicionales de los pueblos por los que pasé; padeciendo dolor, sed y calor, y también, cómo no, gozando frecuentemente de las pausas gastronómicas y enológicas, pues como afirmó Pavarotti "Una de las mejores cosas de la vida es que debemos interrumpir regularmente cualquier labor y concentrar nuestra atención en la comida"

El Camino primero seduce, después engancha. Al principio necesitas algo más de fuerza mental, sobre todo si vas sin compañía; es el comienzo del reto (800 km). Los dos primeros días vas envuelto en una nube de nostalgia, a veces de incertidumbre (¿no será mucho camino para mí?). Pero a medida que vas avanzando parar de andar se hace complicado. Una vez que estás dentro de la rutina del peregrino, las ganas de seguir andando se convierten en una droga. En cualquier caso, el Camino está ahí para disfrutarlo, no para sufrirlo.

El trayecto del camino que transcurre por las provincias de Palencia y León son las más llanas, el resto son etapas complicadas con subidas y bajadas pronunciadas, algunas del 18%, y con la dificultad añadida de la alternancia entre asfalto, caminos y senderos embarrados (de hasta cincuenta metros de ancho en los Montes de Oca). Hay etapas con terrenos muy irregulares y vías de acceso incómodas y con algún que otro obstáculo e inconveniente, llenos de piedras sueltas y de todos los tamaños, guijarros y cantos rodados, en los que el caminante/peregrino tiene que estar constantemente pendiente  del piso y adecuarse a sus características sin descuidar donde poner el pie; un paso mal dado puede obligar a retirarnos. Es muy importante ir provisto de bastones o stiks de trekking que constituyen una gran ayuda para hacer frente a fuertes desniveles y su apoyo proporciona estabilidad y seguridad; además de servir  para repartir el esfuerzo sobre todo el cuerpo; son una herramienta disuasoria frente a algunos perros  conflictivos que a veces encuentras caminando.

En cuanto a la señalización, la flecha amarilla es el único símbolo oficial que marca la dirección a Santiago. Los albergues, restaurantes, tiendas y todo tipo de establecimientos no pueden señalizar sus negocios con este símbolo, pero hay muchos que se lo pasan por el forro y en beneficio propio desvían de  su ruta a los peregrinos/caminantes. Con respecto a la señalización las mejores indicaciones están en el tramo gallego, en el que continuamente puede percibirse la vigilancia, la conservación y el mantenimiento físico del mismo. La Comunidad de Navarra también se lleva un sobresaliente, y las provincias de Palencia y León un notable. La Rioja un aprobado raspado: En la salida de Santo Domingo de la Calzada recorrí con varios caminantes  unos cinco kilómetros dando toda una vuelta de regreso a la población por una deficiente, ambigua y casi nula señalización. La provincia de Burgos es la peor señalizada, posiblemente debido al trabajo de perversos y malvados; mojones con dobles indicaciones, postes de señalización en  las encrucijadas tirados y ocultos entre el trigo, señales cambiadas intencionalmente, problemas de señalización para salir de la ciudad, etc.

Hay múltiples guías del Camino publicadas por diversas editoriales de prestigio, también se pueden encontrar en Internet, algunas subidas por particulares realizadas según su experiencia. Para mí, la mejor del Camino Francés es la editada por Anaya Touring, de Antón Pombo, que consta en 55 pequeños mapas/croquis, cada uno con una etapa, encartados en una cartuchera plástica que cuelgas del cuello, muy práctica y asombrosamente descriptiva, y que incluye los caminos del Sur de Francia, el camino Aragonés y el camino Navarro, esté último es el que seguí yo. Cada guía, distribuye las etapas a su gusto, en muchos casos coincidentes unas con otras; desde Roncesvalles a Compostela, las distribuyen entre 30 y 34, cubriendo unas distancias entre 13,69 km. y  32,12 km. Yo recorrí el Camino en 25 etapas (25 días), que describiré más adelante.

Recorrer el Camino impone contar con una cantidad de dinero indispensable para hacer frente a cierto número de gastos necesarios para acometer el trayecto.  Los fijos y principales son la comida y el hospedaje. Pero el disfrute de la ruta jacobea también requiere entradas a museos, iglesias, sitios de interés, aperitivos con compañeros peregrinos y algún que otro homenaje culinario, como ya señalaré. El gasto depende de la planificación del trayecto  dentro de las posibilidades y de la concepción espiritual o material que cada uno tenga del Camino (turismo, religiosidad, promesas…) Excluyendo los albergues de donativo y los públicos, la ruta se ha convertido en una industria pujante y la mayoría de los pequeños pueblos por donde discurre no existirían sin el incentivo económico que les reporta. De todas formas no es barato para todos. Personalmente no me impuse un presupuesto previo. ¡Faltaría más, a mí edad! En mi caso, el alojamiento fue el que se llevó la mayor parte de mi peculio y ello por una razón muy sencilla y contundente: Soy un roncador empedernido e inexorable y, por tanto, cuando en los albergues no había habitación individual (más cara que la comunitaria en literas) para no molestar pernoctaba en un hotel, hostal o pensión, lo que aumentaba el gasto en este concepto. Algunos jóvenes para evitar costes, dormían en tienda de campaña alejados de las poblaciones y con el riesgo de una multa de varios ceros por la prohibición de la acampada libre.

Dejando aparte los hoteles y hostales, en los albergues, por regla general, el trato es de amabilidad y disponibilidad. En algunos casos, los hospitaleros (nombre de origen medieval, dado a los que atendían a los peregrinos en los hospitales creados a tal fin en el Camino) te reciben con una limonada fría, el agua embotellada que quieras, café...; entre éstos los hay que llevan su dedicación al peregrino como una obligación personal. Otros, en cambio, intentan sacarte todo el dinero que puedan, sin percatarse de la repercusión y mala imagen que les acarrea (solo hay que leer en las redes las opiniones de los caminantes para darte cuenta que hay de todo en el Camino). Otro tanto en hostales del tres al cuarto en aquéllos lugares donde te coge la noche y no hay albergue. El Camino genera mucho dinero por donde pasa y, por tanto, es un muy buen negocio.

Por último doy gracias a mi familia por su apoyo emocional y de ánimo que me brindaron a través de todo el trayecto y, en especial a mi mujer Esther y a mi hija Ainoa que acudieron a Santiago a recibirme vestido con un poncho impermeable (que era lo que publicitaba la marca) calado hasta los huesos porque en ausencia de chaparrón alguno en toda la ruta, en la última etapa desde O Pedrouzo no paró de llover en todo el trecho (pero LLOVER, LLOVER, como llueve en Galicia de forma inclemente y sin escampar, recibiéndome Santiago con el recochineo de la frase acuñada por José Ángel Docobo: ¡Santiago dónde la lluvia es arte!). A mis amigos de Pontevedra: Los que me acosaron con  cariño en todo el itinerario; a José Ramón Segura, mi fisioterapeuta, a quien debo mucho de mi fortaleza, movimiento y resistencia; a Óscar, quien me acompañó en la etapa O Cebreiro/Triacastela. A Joaquín y a Reme, de Ferroliño, por su amistad y afecto de tantos años, esperando en O Cebreiro para compartir conmigo el resto del camino hasta Compostela, frustrado para ellos en la segunda etapa por un infortunado accidente. Una mención especial a José María y Margarita, cariñoso matrimonio de deportistas de Elche que me acogieron en su compañía desde el Alto del Perdón (Navarra) hasta Logroño; a Michel, que sin viajar juntos, nos reencontrábamos allí donde el arte y la historia alía a los caminantes consumidores de vida. Y a todos con los que compartí camino, momentos, tertulias y sueños y de los que adquirí memoria y amistad.

Pontevedra, octubre 2021.

Continuará...

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