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De Roncesvalles a Compostela (III)

Plaza Mayor de Viana. J.L.
photo_camera Plaza Mayor de Viana. J.L.

4. De Estella a  Los Arcos 22,00 km.
Mayo. Miércoles 26


Después de dedicarle un tiempo al cuidado y vendaje de mi pie, iniciamos la etapa de hoy a las 9:00 alternando el camino carretero con la N-110 con cruces muy peligrosos para los caminantes hasta llegar  a la fragua de Ayegui, que visitamos con su forjador artístico Jesús Ángel Alcoz, todo cortesía, en las inmediaciones del monasterio de Irache al pie del Montejurra, en donde se encuentra la bodega del mismo nombre con sus fuentes del vino y del agua. A ésta última la obviamos y con la del vino nos fotografiamos y compartimos su cosecha joven. Mucho calor por caminos con pronunciados repechos y después de Villamayor diez km de largas y monótonas pistas hasta que en una vaguada encontramos un bar-remolque con bebidas frías, bocadillos calientes   (todos con chistorra, para no variar), fruta y sitio donde sentarse bajo los árboles. Nos descalzamos y descansamos un rato apoyando las espaldas en las mochilas asentadas en los palés que el mesonero colocó en el camino a la sombra mientras nos refrescábamos. Tras un rato, vamos dejando el sitio a otros peregrinos que llegan, y ya puestos en marcha de nuevo, caminando entre trigales y viñedos y más trigales y almendros, alcanzamos a Sunny, una joven y simpática peregrina surcoreana, periodista en Madrid, que camina con chanclas de goma, con un garbo admirable, y que se une al grupo hasta Logroño.

Plaza Mayor de Viana. J.L.
Plaza Mayor de Viana. J.L.



A las 13:00 entramos en Los Arcos, villa medieval ligada a las bodegas y el vino, con sus largas calles y sus fuentes, sus palacios y casas señoriales y un rico patrimonio artístico, destacando la iglesia de Santa María con su grandioso retablo barroco y rococó y uno de los órganos más espectaculares de Navarra. Nos alojamos en el albergue Casa de la Abuela, nada barato; con mucha algarabía, ubicado en una casa antigua de la calle de la Fruta. Compartí habitación con un compañero solidario con los roncadores. Y casi todos los albergados participamos en la cena que ofrecían sus dueños Josu y Sara. Albergue bullicioso y alegre en sintonía con el carácter y personalidad de sus dueños. La cena comunitaria que compartimos catorce caminantes fue distendida y simpática y  estuve a punto de no pagar su importe por la insistencia de Josu, que me la ofrecía como regalo por amenizar con la armónica las canciones del variopinto coro peregrino, conciliando y ajustando a los que entonaban por libre. Fue una sobremesa divertida y cantarina.

5. De Los Arcos a Logroño 28,24km.
Mayo 2021. Jueves 27

Con la ayuda de una crema y una venda adhesiva he mejorado mi pie ampolloso. Iniciamos la etapa a las 8:30 por una pista agrícola paralela a la NA-110, tramo sin desniveles hasta Torres del Río con su bella iglesia románica del Santo Sepulcro de impresionante bóveda interior de nervios entrecruzados que conducen a la verticalidad y cuyos lucernarios iluminan un cristo del siglo XIII con cuatro clavos. El precio de su visita es un euro, pero está cerrada y no se puede visitar. Cerradas como muchas otras en el Camino, por cuestiones de horario (a veces ni siquiera indicado), culto, ausencia del tenedor de la llave, reunir un aforo mínimo para la visita… (Se me ocurre que dentro de poco habrá que cubrir una instancia…).

A partir de aquí trayecto severo de rompepiernas con tramos de escaleras por el barranco de Cornava entre viñedos y olivares alternando con trechos de carretera hasta llegar a Viana, y ya en la plaza de los Fueros o plaza Mayor nos sentamos en la mesa de la terraza de un bar a tomar unas cervezas y el menú tradicional, bocadillos de tortilla rellena de pimientos del piquillo y atún o de chistorra con pimientos verdes y queso. Estamos en la plaza dinámica de Viana, y mientras descansamos observamos a un lado el edificio barroco del Ayuntamiento con una larga balconada y al otro la iglesia gótica de Santa María con aires de catedral.

Dejamos Viana y nos adentramos a través de un pinar en la Comunidad de La Rioja con un fuerte descenso hasta entrar en Logroño por el puente de piedra sobre el Ebro a las 16:30. Nos alojamos en el albergue Albas, muy cerca del casco antiguo, en donde nos reciben con una limonada fresca y  una hospitalidad admirable. Lo primero que hago es ir a una farmacia a abastecerme de crema y apósitos para mi pie. También compro un kg de sal que diluyo en un barreño de agua en el gran patio que tiene el albergue y meto los pies durante media hora. Como son de secado rápido, lavo calcetines, camiseta y bóxer, como todos los días. Hace calor en Logroño; y después de un descanso en mi litera, me dirijo con mi grupo a recorrer la calle Laurel y sus aledaños. Comenzamos por La Bodeguita con un pincho de bollito relleno de picadillo de cerdo adobado con huevo frito y una caña para despertar la carpanta; a continuación  el Bar Jubera para degustar las mejores patatas bravas, con salsa brava y mahonesa, servidas en cazuelas, suculento bocado justo de picante y patata en su punto (crujiente por fuera y esponjosa por dentro), regadas con un Heras Cordón 2015 (coupage de tempranillo, mazuelo y graciano). Acabado el entrenamiento nos damos un homenaje en la Taberna de Baco, compartiendo unas pochas a la riojana con pitarras, anchoas con pimientos, puerros con pimientos y zanahorias confitados y unos embuchados de cabrito crujientes, todo regado con un Marqués de Cáceres 2013.
 

6. De Logroño a Cirueña 45,00km.
Mayo. Viernes 28

   A las 6:30 me levanto y me despido de mis compañeros que retornan a sus casas porque hacen el Camino por tramos. Recojo el plátano y la naranja que el hospitalero nos regala a cada uno de los peregrinos y emprendo esta larga etapa poco complicada saliendo de Logroño a través de la Puerta del Camino donde nace la avenida del Marqués de Murrieta, con sabor a vino. Más de un kilómetro de acera que continúa por una vía verde flanqueada por cipreses como una calzada romana hasta llegar  al parque de la Grajera, a 6 km, con un embalse rodeado de arbolado que forma un entorno recreativo/deportivo. Hago una pequeña parada para descalzarme, quitar los calcetines y airear los pies. Un poco de crema y continúo el ascenso entre viñedos hasta el Alto de la Grajera desde donde se ve Logroño entre brumas. Continúo por un llano en donde están las ruinas del hospital de peregrinos de San Juan de Acre del siglo XII y llego a Navarrete, pueblo de alfareros, y en la terraza del bar al lado de la iglesia de la Asunción, en la calle Mayor, me tomo unos pinchos con una cerveza. Camino entre viñedos y bodegas y llego al crucero de Ventosa, a un km del pueblo. Kilómetro del arte, con obras de pintura y escultura de artistas reconocidos, vecinos y peregrinos en un espacio natural. Subida suave al alto de San Antón en donde se encuentra la bodega de Dinastía Vivanco con una panorámica sobre Nájera, antigua capital del reino de Navarra, a la que llego tras ocho km de bajada suave acompañado de viñedos verdes. Entro en Nájera a las 13:30. Después de visitar el precioso monasterio de Santa María la Real (s. XI) en donde se encuentran los mausoleos de los reyes de Nájera y Pamplona, me voy a comer al restaurante Royalty II a orillas del río  Najerilla, unas patatas a la riojana y una costilleta con unas alcachofas salteadas con limón. Hummm! Cruzo el río y en la ribera me descalzo y meto los pies en el agua fresca. Tras un buen rato tumbado en la hierba me preparo los pies; en el derecho le apareció una compañera a la ampolla que ya tenía. Maniobras de desagüe y desinfección y aplicación de cremas y apósitos  y a continuar. Salgo de Nájera a las 16:15 por una pronunciada cuesta arriba de unos dos km, después pista asfaltada por la vega del río Tuerto hasta Azofra. A partir de aquí, 9,5 km de camino carretero entre viñedos y campos de trigo y cebada cruzado por canales de riego hasta llegar a Cirueña a las 19:30, a 755 m sobre el nivel del mar. De repente un cambio brusco de la temperatura oscurece el cielo y una tormenta está a punto de sorprenderme antes de llegar al Albergue Virgen de Guadalupe, instalado en una casa de pueblo pintada de color azul marino con dinteles y jambas de las ventanas de color amarillo, donde el abuelo vasco Petrus, su dueño, me hizo un hueco (mi meta estaba en Santo Domingo de la Calzada) me ofreció un refrigerio y una ducha desengrasante. Y tras una breve velada con jóvenes peregrinos contando sus anécdotas me fui a dormir.

 Continuará...
 

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