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De Roncesvalles a Compostela (XI)

21. De O Cebreiro a Triacastela 21,7km

Junio 2021. Sábado 12

Amanece en O Cebreiro y la niebla se extiende más abajo como una cortina, ocultando los valles y las vaguadas por donde transcurre el camino que ayer ascendí. A las 7:30 desayunamos en el salón del albergue que en un instante se llena de gente y el personal no da abasto para atender a tantos peregrinos y turistas que han pernoctado en el pueblo. Muchos de ellos, animados por el escaso requisito de los 100km para obtener la Compostela, comienzan el camino desde aquí (160km) o desde Sarria (114km). Y el Camino en Galicia se masifica y deteriora convirtiéndose en un embotellamiento que se transforma en embudo cuanto más se acerca a Compostela, postergando la universalidad de la ruta jacobea a trayectos ofrecidos por agencias especializadas en etapas a la carta que van avituallando cada dos o tres kilómetros a sus clientes y supuestos peregrinos con relucientes ropas de senderismo en una exhibición y alarde de medios, como furgonetas de catering, autobuses y todoterrenos que los acompañan. El camino se transmuta en una romería sin fin por donde transitan estos grupos con su guía al frente portando un banderín o un paraguas multicolor para que la manada perciba siempre al conductor y no se pierda. Hay jolgorios en el camino que obstruyen el paso a los peregrinos y la crítica e irritación que me produce esta situación se vuelven contra mí por los argumentos violentos de los energúmenos. Después el premio para los que han recorrido la etapa o no, será el pulpo a feira y una larga sobremesa con cantos populares.

Emprendo esta etapa en compañía de Reme y Oscar hasta el Alto de San Roque (1.270m) coronado por la monumental estatua del peregrino esculpida en bronce desde donde se avista un paisaje montañoso y espectacular; a un lado la sierra de O Courel y al otro Os Ancares en un espacio revestido de verdes, violetas y amarillos tras la floración de los arbustos, con muchas evocaciones mágicas. Estoy en Galicia.

En Hospital da Condesa Oscar se adelanta y hace la etapa solo. Reme y yo continuamos juntos y tras un fuerte repecho alcanzamos el Alto do Poio (1.335m) y en el bar El Puerto descansamos un poco tomando un refrigerio. Continuamos por un llano con una ligera pendiente hasta el alto do Furco, en donde termina la Legua do Rañadoiro, y a partir de aquí descenso entre bosques y prados, por corredoiras que parecen túneles vegetales entre árboles centenarios como si fueran sus arbotantes hasta llegar a Triacastela a las 12:30 en la que Xocas que vino en su coche, nos está esperando en el albergue Complexo Xacobeo. Después de comer los cuatro juntos, Oscar parte para Pontevedra una vez cumplida su promesa de acompañarme en la primera etapa en Galicia. Luego, tras descansar, Xocas, Reme y yo damos un paseo por el pueblo, cuyo nombre evoca a los tres castros de los que se conservan restos arqueológicos, y en el que aún perduran restos de construcciones relacionadas con el Camino, como el hospital o Casa Pedreira, la cárcel y el mesón. Caminamos por el entorno del río Oribio poblado de árboles y un antiguo molino de mampostería vista con la cubierta de pizarra dentro de un escenario bucólico rodeado arroyos, montañas, picos y outeiros.

Más tarde cenamos juntos en el albergue y tras una tertulia nos vamos a dormir.

22. De Triacastela a Sarria 24,5km

Junio 2021. Domingo 13
A las 7:30 Xocas regresa a casa en su coche, mientras Reme y yo emprendemos esta etapa, una de las más bonitas del Camino. Escogemos la variante de Samos, de mayor longitud que la de San Xil, por el motivo de visitar su abadía-monasterio y que sigue el curso del río Sarria, que en su tramo inicial recibe el nombre de Oribio. La etapa es prácticamente llana y los primeros cuatro quilómetros los andamos por la carretera Triacastela-Sarria (LU634); más adelante la senda va oculta entre bosques frondosos hasta San Cristovo do Real, aldea de casas-molino y exuberante vegetación de ribera. Reme se adelanta y va a su ritmo, que es más rápido que el mío; nos vamos distanciando por caminos estrechos y profundos entre vallados y muros rústicos de contención, sobre los que, a veces, se levanta algún hórreo de pizarra, penetrando en uno de los tramos de vegetación autóctona más recóndita y misteriosa.

En San Martiño do Real entro de nuevo en la LU-634 y al salir de ella comienzo a descender por un dificultoso camino de cantos rodados desde el que se ve, allá abajo el Monasterio de Samos y en donde encuentro a Reme sentada al borde con unos grandes hematomas en la cara, resultado de una desdichada caída. Tras las primeras curas entramos en Samos (km 10) y nos tomamos un tentempié, y a continuación previendo las posibles consecuencias de sus heridas, Reme coge un taxi hasta el Centro de Salud de Sarria para hacerse un reconocimiento médico. Poco después me anuncia por teléfono, que aunque sus lesiones no revisten gravedad, abandona la travesía para retomarla más adelante y que Xocas ya está con ella para trasladarse ambos a Ferrol.

A las 10:00 me dirijo al monasterio. Esta grandiosa abadía que intercala y combina estilos románico, gótico, renacentista y barroco, tiene sus orígenes en el siglo VII, fue construida con sillería de granito y pizarra, muy presente en la arquitectura gallega del Camino. Tras cruzar el río Sarria que discurre por su fachada Este, camino por la avenida de Compostela hasta la puerta de la hostería del convento y en la gasolinera, -adefesio adosado a la cara Oeste de este impresionante monumento-, me informan que para sellar la credencial he de esperar a la finalización de la misa, que comenzará a la una de la tarde. Las visitas también empiezan a las 12:45. Con la Iglesia hemos topado! Y vuelvo al bar Adega Abadía para que me sellen la credencial y continuar frustrado mi camino.

Salgo de Samos disgustado e indignado. Disgustado por el accidente de Reme que me deja un resquemor de culpabilidad. E indignado ante la actitud de la Iglesia en el Camino de Santiago, institución que desempeña una función de interés público en el mismo y cuyo patrimonio monumental es financiado con el dinero de todos. Así, desde Roncesvalles a Compostela, la mayoría de las iglesias del Camino que tienen interés histórico y arquitectónico están cerradas: un agravio para los que hacen la ruta jacobea. En Navarra, sin embargo, reciben además una ayuda del gobierno autónomo para que permanezcan abiertas y puedan ser visitadas por los peregrinos. A muchos de ellos, compañeros de viaje creyentes, les he oído quejarse de su abandono espiritual y cristiano por parte de la sagrada institución, lamentándose asimismo de que lo más importante del Camino es el negocio que reporta, y que todo lo prioriza el dinero ante la individualidad del peregrino de quien se espera sea un mero pagador del arte y de la cultura, incluso de la espiritualidad, perdiendo la ruta toda su esencia por el comercio de la institución con horarios de apertura y cierre según su conveniencia; resultando decepcionante y desalentador para los caminantes, especialmente después de patear ochocientos quilómetros.

Hasta Teiguín transito unos dos quilómetros por la LU-634, después alterno el camino carretero con senderos, corredoiras y tramos asfaltados, siempre acompañado del canto de los pájaros y del rumor del río Sarria que se abre paso entre prados, pastizales, bosques de castaños y árboles de ribera, formando meandros salpicados de molinos y arroyos tributarios, de una belleza incomparable. Alterno también ambas orillas del río cuando me obligan a cruzarlo los puentes, algunos de ellos custodiados por petos de ánimas, o con cruces en memoria de peregrinos allí fallecidos. También me topo con señales manipuladas con spray amarillo para obligar al peregrino a pasar por bares y demás hostelería privada. En Aguiada confluye mi itinerario con el de San Xil y desde aquí marcho sobre camino de herradura paralelo a la carretera que me conduce a Sarria, cruzandola de Sur a Norte hasta llegar a la pensión La Estación a las 13:40, a la que previamente Xocas comunicó la ausencia de Reme y por consiguiente la anulación de su estancia.

Hoy es domingo y Sarria está desbordada por turistas y peregrinos, los que hacemos el camino completo y los que comienzan desde aquí. El Malecón del río es una terraza continúa de los bares y restaurantes allí asentados y no cabe un alfiler. Resulta difícil encontrar un sitio para comer, por lo que me alejo del centro y encuentro el bar cafetería Central en el que tras una corta espera almuerzo.

A las 19:00, después de descansar, me doy una vuelta por el pueblo y hago acopio de fruta y agua para la etapa de mañana. Ya se puede pasear por el malecón y me tomo algo en una cafetería para resguardarme de la tormenta que está cayendo. Aquí inician el Camino miles de peregrinos todos los años por el reclamo de ser el pueblo que marca la distancia mínima para poder conseguir la compostela.

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