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De Roncesvalles a Compostela (XII)

23. De Sarria a Vendas de Narón 36,00 km.

Junio 2021. Lunes 14

Hoy me levanto temprano con el único fin de no coincidir con la multitud de personas que recorrerán esta etapa. A las 6:00 salgo de la pensión y retrocedo hasta la rúa Maior para continuar por la rúa do Castelo y cruzar el río Celeiro a través del Ponte da Áspera, puente medieval del siglo XIII en las afueras de la población. El camino está lleno de charcos originados por la fuerte tormenta de ayer y he de ayudarme a esta hora de una linterna para poder vadearlos. Continúo paralelo a la vía del tren y después de cruzarla arriesgadamente me enfrento a un tramo con una pendiente severa y agotadora encerrada en una carballeira centenaria en donde comienzan a despertar los pájaros. Después de este fuerte repecho el itinerario es sencillo con desniveles muy moderados y salpicado de numerosas parroquias y aldeas donde abundan los servicios al peregrino sin ninguna dificultad para avituallarse en cualquier momento, pues hay máquinas expendedoras de bebidas en donde menos te lo esperas y con la mayor cantidad de altares chabacanos levantados por caminantes osados que rayan la ordinariez. Me detengo en Barbadelo para ver por fuera la hermosa iglesia de Santiago, románico gallego del siglo XII. Alternando camino de tierra con asfalto alcanzo Mercado da Serra, que en el Medievo tenía una feria franca en la que los judíos de Portomarín abastecían a los peregrinos. Voy inmerso en la Galicia rural en donde todavía existen pasales de inverno, tramos empedrados en medio de los caminos por donde discurren arroyos, o el del Muíño de Marzán, valiosa muestra popular de patrimonio viario gallego. Varios trechos de tierra con baches y surcos dificultan el poder mantener un ritmo constante. El cambio de firme cada poca distancia es una de las características de esta etapa. En A Brea, siguiendo el sendero poblado de castaños y robles, se encuentra el mojón que anuncia los 100 kilómetros a Santiago portador de gran cantidad de pintadas y grafitis que va acumulando al paso de los gamberros del Camino de fin de semana; es, por los recuerdos que atesora, el hito más emblemático de la ruta jacobea, el que marca la distancia mínima para que los peregrinos que cubren el itinerario a pie puedan hacerse con la compostela, como si de un albarán se tratara: Es el certificado que publicitan incesantemente las agencias del todo incluido. El destino es el propio Camino y no hay atajos, todo lo demás es puro mercantilismo. Y me agobia. En Vilachá, perteneciente al municipio de Paradela, me tomo un tentempié en el Albergue Bandeiras abierto por el antes peregrino sudafricano Gordon Bell, vegetariano confeso y peregrino de fe. Ya en Portomarín, a las 11:30 sello la credencial en el Ayuntamiento porque la iglesia, como no podía ser de otro modo, está cerrada. El pueblo comienza a llenarse de usuarios que toman en tropel las terrazas de los soportales, perfecto mirador para apreciar los variopintos prototipos de clientes de la ruta jacobea gallega mientras se beben una cerveza. Además de los que venimos a pie, hay pelotones de ciclistas, grupos de jinetes con su bagaje montero; colectivos que vienen con sus mascotas, algunas de ellas tirando de su propio carrito; los vintages que conducen sus coches antiguos vestidos acorde con la edad del automóvil. Y los grupos inconfundibles que alardean de su pañuelo atado al cuello del color de la empresa contratada para diferenciarse de la competencia. El muestrario es inagotable y los bares y restaurantes se llenan.

Portomarín nació en las dos riberas del río Miño unidas por un puente romano del siglo II, y en el siglo XIII la Orden de San Juan de Jerusalén construyó la iglesia fortaleza de San Xoán al lado del hospital de peregrinos. El general Franco y Pedro Barrié de la Maza, presidente de FENOSA, lo condenaron a muerte en 1963 anegándolo con el embalse hidroeléctrico de Belesar. Portomarín hoy es un poblado nuevo asentado en el Monte do Cristo, al que se le han añadido, procedentes del antiguo pueblo, ciertos edificios religiosos y civiles, entre ellos la iglesia románicogallega de San Xoán.

Almuerzo en el bar España, ubicado en los soportales de la calle General Franco, en una mesa que ocupé poco después de llegar y de la que no me levanté previendo la marabunta. Tomé el menú peregrino con una sabrosa tortilla española sin ideología, de las que ya es difícil encontrar. Después de tomar un café emprendo de nuevo la marcha cruzando la LU-633 que discurre paralela a la ruta con varias y peligrosas intersecciones hasta el final de etapa. Asciendo por el camino flanqueado de pinos en unos tramos, y en otros prados y montes repoblados, hasta llegar a la Hostería de Gonzar, llena de caminantes, en donde me hago un sitio para tomar una cerveza en este día de sol y calor. Continúo hasta Castromaior y, pasado el pueblo, tras un largo y empinado repecho de grava me encuentro con su castro de la Edad de Hierro y luego romanizado, excavado parcialmente en un monte desolado. Salvo el nudo de la LU-633 con la N-540 y N-640 por un viaducto a través del cual accedo al nuevo camino asfaltado que además tiene una senda de tierra paralela, por lo que puedo escoger el tipo de suelo para caminar. A las 17:45, antes de caer una tormenta, llego a mi meta, el albergue O Cruceiro, en Vendas de Narón, entrada a la comarca de A Ulloa.

24. De Vendas de Narón a Arzúa 41,00 km.

Junio 2021. Martes 15

A las 6:00 estoy caminando por la pista asfaltada de unos 10km que termina en las inmediaciones de Palas de Rei. La tormenta de ayer y el calor han originado una niebla espesa que reduce la visibilidad a unos pocos metros, por lo que echo mano de la linterna para no salirme del camino. El trayecto transcurre por un terreno desigual, de perfil quebrado y rompepiernas, con altos y bajos, característico del paisaje gallego, sembrado de multitud de aldeas y lugares con pequeños monumentos y cruceiros y una insólita abundancia de albergues, casas rurales, hostales y pensiones. Al principio asciende suavemente la Sierra de Ligonde que divide las cuencas del Miño y el Ulla en un entorno de robledales y pinares, y se adentra en tierras de A Ulloa, centro geográfico de Galicia; comarca que integra los municipios de Monterroso, Palas de Rei y Antas de Ulla, zona agrícola-ganadera de reconocidos quesos.

En Palas de Rei (km 12) desayuno a las 8:30. Reanudo la marcha por la N-547 y prosigo repitiendo la alternancia de tramos asfaltados y carreteros por toboganes que van superando continuos afluentes del Ulla. Llego a Porto de Bois, en donde tuvo lugar la cruel batalla que lleva su nombre en 1371, donde el ejército gallego al mando del Conde de Lemos sucumbió heroicamente frente a las mucho más numerosas tropas castellanas, que tomaron el dominio y la anulación del Reino de Galicia.

Después de cruzar el puente medieval de San Xoán sobre el río Furelos, a las 12:00 paro en el restaurante Casa Alongos, a las puertas de Melide, que dispone a su entrada de una amplia terraza de césped con mobiliario rústico bajo un emparrado. Conozco a su dueña y chef, Concha Casares, con una vasta cultura artística y literaria, quien me recomienda haga noche en Melide y no en Arzúa como tengo previsto. ¡Melide cheira a arte, Arzúa a vaca! Le explico que pernoctar en Arzúa es una cuestión de estrategia logística ya planificada pero que una vez concluya el Camino volveré a Melide en invierno, sin el bullicio que ahora me ahoga pero que comprendo el beneficio que supone al pujante comercio de hostelería y repostería tradicional, que convierten a esta capital de Terras de Melide en una parada obligatoria para los caminantes.

Concha me da de comer extraordinariamente una vez rechazado el pulpo, que me consta que es quien mejor lo cocina y prepara, y que se ha convertido en el único alimento que conocen los caminantes de Sarria a Santiago, subestimando otros manjares de este lugar como las truchas, el queso Arzúa-Ulloa y los melindres.

Dejo la capital de la gaita de toque pechado a través del casco antiguo, y ya fuera del pueblo, el camino vuelve a convertirse en una montaña rusa que va franqueando ríos y regatos. En Raído, el bello entorno del arroyo Valverde está invadido por una muchedumbre que después de comer en su ribera, chapotea en la poza que el río forma junto al estrecho puente de enormes lajas de pizarra. A nuestro paso está tomado por algunos que campan sentados sobre él refrescando sus pies, obstruyendo la marcha a los peregrinos. Hemos de pedir por favor que lo despejen para poder pasar. Aún así, los caminantes recibimos sonoras bravuconadas de los importunados.

En Ribadiso de Abaixo, a orillas del río Iso, se encuentra el único hospital antiguo de peregrinos del camino francés en Galicia que mantiene su función asistencial a día de hoy, conocido como hospital de San Antón, del siglo XIII, pertenece a la Xunta de Galicia. Después de un repecho conecto con la N-547 que a partir de las primeras casas de la insulsa Arzúa se llama Avenida de Lugo, plagada de establecimientos dedicados al alojamiento y a la comida, todos ofertando pulpo; y en el número 107 llego a mi meta a las 17:15, el alberguepensión A de Teresa. En Melide el Camino Francés se conecta con el Camino Primitivo, que parte de Oviedo, y en Arzúa enlaza con el Camino del Norte que nace en Irún, por lo tanto, a partir de aquí la afluencia de peregrinos aumenta considerablemente las dos etapas que faltan.

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