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De Roncesvalles a Compostela (XIII)

25. De Arzúa a O Pedrouzo 20 km

Junio 2021. Miércoles 16

A las 7:10 inicio esta etapa con un perfil suave para caminar a través de un entorno rural en el que comienzan a proliferar las plantaciones intensivas de eucaliptos y un enmarañado de pistas de concentración parcelaria que imprimen al campo un aspecto geométrico, por lo que la esencia del camino pierde ese encanto onírico que tiene el paisaje gallego. En esta zona quesera abundan los prados y las explotaciones ganaderas de las que a mi paso rezuma el olor a estiércol, emanación que me evoca gratas sensaciones sin las que no podría entender Galicia. Hoy, la falta de relevo generacional y la crisis permanente que vive el campo por los bajos precios de la leche que las industrias pagan a los ganaderos los obligan uno tras otro a cerrar sus granjas y tentarlos a cambiar sus empresas familiares por los servicios hosteleros al peregrino, que son más rentables.

En este tramo escasean los monumentos y destacan algún que otro feísmo y un par de altares adornados con flores de plástico en recuerdo de peregrinos fallecidos. Voy sorteando pequeñas aldeas tras una constante dispersión de casas que pululan y me acompañan a cada paso con abundantes bares, tabernas y sobre todo albergues y demás hospedajes. En los últimos ocho kilómetros el camino se alterna peligrosamente con la N-547, a veces a través de un paso de cebra, otras salvándola por medio de un túnel, y algunas caminando sobre ella. La N-547 es aquí la que manda, subordinando el camino a su antojo, con travesías arriesgadas y cruces inseguros que denotan la mala planificación física del trayecto exponiendo al peregrino a una aventura de accidentes, pero pensada para atender al servicio de la hostelería que se ubica en todos los recodos y encrucijadas.

A mitad de camino hay que descansar un rato y reponer fuerzas. Donde menos te lo esperas aparece un mesón o taberna de nuevo cuño, en donde la reina es la Estrella Galicia. Desde Roncesvalles hasta Compostela esta empresa ha realizado una excelente estrategia de marketing llegando a asociar la imagen de su cerveza con el Camino de Santiago. Y lo ha conseguido. A lo largo del camino, generalmente en zonas previas o posteriores a poblaciones, proliferan los establecimientos decorados con mobiliario rústico en el que va estampado y se anuncia el nombre de la marca. Perfectamente destacados se adecúan correctamente al entorno y ofrecen descanso al caminante despachando su cerveza. Por cierto, no me duelen prendas, para mí la mejor cerveza.

A 3,5km de mi destino me detengo en el restaurante O Ceadoiro, en O Empalme. Me tomo una Estrella con un trozo de empanada de pulpo, y como sé que la tortilla aquí es espectacular no puedo resistirme a catarla. Buena gente. No se estresan y siempre tienen una sonrisa para todos. De sus magníficos chipirones a la plancha no voy a hablar aquí, porque luego todo se sabe y no conviene dar pistas.

A las 13:15 llego a O Pedrouzo y me instalo en el Albergue O Burgo, a la entrada del pueblo, atendido por Jacobo, cordial y deferente hospitalero. Al lado del hospedaje hay una pensión-residencia-cafetería-restaurante de nombre Compas en donde quiero comer pero lo único que me puedo tomar es una cerveza, ya que desde hace tiempo no sirven comidas por falta de cocinero. Pero el anuncio sigue ahí! Después de asearme y cambiar mis Salomom por las sandalias, recorro los quinientos metros que separan mi albergue del centro del pueblo por la carretera que en esta zona urbana atiende por avenida de Lugo hasta el Concello y por avenida de Santiago después. Así tienen contentos a todos. Esta población perteneciente al ayuntamiento de O Pino tiene unos quinientos habitantes y cuenta con 9 albergues, 15 pensiones, una casa rural, un hostal, un edificio de apartamentos, un camping, 13 bares/restaurantes y 5 supermercados. La economía del pueblo, como la de otros muchos de la ruta jacobea, depende del Camino del que pervive. Esto nos da una idea de la cantidad de peregrinos/caminantes que pueden concentrarse aquí en temporada alta para al otro día atacar la última etapa a Santiago. Al igual que en tramos anteriores, aparte de las excursiones que las agencias promueven por trayectos, no encuentro a muchos peregrinos en O Pedrouzo. Tampoco suele ser fin de etapa para los que prefieren pernoctar un poco más cerca de Santiago. Algunos caminantes me confesaron que la penúltima etapa la harían desde Arzúa hasta Monte do Gozo, quedándose así a tan solo cuatro quilómetros de Compostela, para llegar pronto y poder gestionar mejor el día. Hoy voy a comer solo.

Por la tarde voy a visitar el cruceiro que está instalado en la rotonda cercana al consistorio y también la iglesia parroquial de Santa Eulalia de Arca de estilo neoclásico, con un peculiar altar en forma de vieira. Declaro que no he tenido que pagar por ninguna de estas dos visitas.

También confieso que mi vanidad me llevo a comprar en una tienda de souvenirs una chapa azul en la que consta “Roncesvalles-Compostela 780 km” y que mañana llevaré prendida en la mochila. 

26. De O Pedrouzo a Santiago de Compostela 20 km.

Junio 2021. Miércoles 17

Madrugo. Esta noche ha llovido sin avisar. Amanece sin sol y con una ligera llovizna. Hasta Amenal el trecho es llano con algunos tramos de cemento hasta llegar al polígono industrial de O Pino que fue construido dejando el camino en medio; otro despropósito imputable a las mentes más preclaras de este país que carecen de cultura y de sentido común y al organismo oficial competente que mirando para otro lado ha consentido este atentado. Empieza a llover. Voy provisto de mi poncho impermeable, pero a cada paso, la lluvia es más intensa. Llego a la confluencia de la N-547 con la Autovía y el camino se transforma en una vía de servicio que transcurre y bordea el aeropuerto por la que transito lloviendo a cántaros. El poncho impermeable no deja que el agua lo traspase pero debido a la transpiración voy completamente mojado por dentro y por fuera. Caen chuzos y como llevo pantalón corto el agua resbala por las piernas y tengo las las zapatillas de gore-tex totalmente encharcadas. Me adelanta un peregrino con un gran paraguas y me pregunto: Ves para lo que sirven los chinos? No hay construcción alguna en esta zona y me detengo debajo de un árbol para poner a buen recaudo la bolsa en donde guardo los mapas y la documentación que llevo colgada del cuello; la introduzco en el interior del pantalón para evitar que se inunde. Llueve tanto que en Lavacolla las calles y el camino asfaltado se transforman en un río y tan empapado estoy que ya no tiene sentido el saltar de aquí para allá para tratar de vadear tal avenida de agua, por lo que no me queda más remedio que caminar en un continuo chapoteo. Cruzo el Rego de Lavacolla o río Sionlla cubierto de algas en el que la tradición recomienda lavarse antes de llegar a Santiago y yo me río de mi mismo ante el rito que no me deja opción. A Las 8:00, después de una suave subida llego al hotel-restaurante Casa de Amancio, en Vilamaior. Aquí me despojo de mi impermeable y de la mochila y con ayuda de una toalla que me brinda la hostelera trato de secarme un poco. No hay nadie en este establecimiento y por tanto recabo toda la atención de la posadera con un buen desayuno caliente y toda la consideración y cortesía que podría merecer este peregrino al que no se le ocurrió comprar un paraguas en un chino. Después de media hora y un poco menos mojado emprendo de nuevo esta andaina a través de un pinar que desaparece en San Marcos con las estaciones de TVE y TVG y un poco más allá el enorme camping, hasta llegar al Monte do Gozo desde donde diviso ya la catedral, pero queda mucha lluvia por medio. Faltan todavía 6km. Voy solo y este chaparrón continuo no me anima a sacar fotografías ni a pararme a ver panorámicas. Cada vez llueve más y mi ansia es llegar cuanto antes a Compostela en donde la lluvia es arte ¡O Carallo! Voy chorreando por San Lázaro hasta la rúa das Fontiñas. En la rúa de San Pedro tomo un café para ver, necio de mí, si escampa un poco. Llego a la plaza de Cervantes, bajo por Azabachería y accedo a la Plaza do Obradoiro a las 10:30. Bajo los soportales del Pazo de Raxoi le pido a un turista que me saque unas fotografías con la catedral al fondo para tener constancia: parezco un gallo desplumado. A continuación me dirijo a la Puerta Santa donde hay una pequeña fila para entrar. Los peregrinos tenemos preferencia y tras enseñar al vigilante de seguridad mi credencial me deja pasar. No puedo seguir el ritual de abrazar al apóstol a causa de las restricciones impuestas por la pandemia. Doy una vuelta alrededor de la nave y vuelvo a salir por la Puerta Santa para dirigirme a la Oficina del Peregrino en la calle Carretas. Cuando llego allí, unas veinte personas me preceden para adquirir la Compostela bajo una lluvia incesante. Un vigilante obstruye el paso y no deja acceder a las oficinas a nadie que previamente haya obtenido mediante un código QR de una máquina puesta en la calle, el pertinente número para su despacho. Imposible con la que estaba cayendo. No sirvió de nada las protestas en contra de la incoherencia de la medida y solicitar que la dichosa máquina estuviese dentro del atrio del edificio para así poder operar con el teléfono móvil sin que la lluvia lo impidiese. (Un mes después acudí a sellar mi credencial y obtener la Compostela. Habían modificado las normas y atendían según el orden de llegada).

Me abracé a mi mujer e hija que me estaban esperando en una cafetería donde pude cambiarme de ropa y calzado y me trasladaron a Pontevedra.

Estoy satisfecho y contento. La experiencia es única, reconfortante y estimulante. La naturaleza ha sido gratificante; las personas singulares, inspiradoras y diferentes. Las historias edificantes y los lazos personales eliminaron todas las fronteras.

¡Buen camino a todos!

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