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Miss Camp

El texto plasmaba un variado catálogo de 'artefactos' camp: las lámparas de Tyffanys, las óperas de Bellini, Gina Lollobrigida, Greta Garbo, King Kong de Schoedsak, las boas de pluma, los vestidos con flecos y abalorios, 'Lástima que no seas puta' de Visconti, las películas cómicas de Flash Gordon, El lago de los cines, las películas de Erich vonStroheim con Marlene Dietrich, los dibujos de Anbrey Beardsley, etc

EN 1964 cuando muy poca gente conocía a Susan Sontag, el crítico cultural Dwight Macdonald le dio un consejo rápido: "A nadie le interesan hoy en día las novelas. ¡Escribe ensayos!". Sontag había publicado el año anterior su primera obra de ficción, El benefactor, que no se convirtió en un éxito comercial, precisamente. The New York Times Book Review la tachó de antinovela, donde "los personajes no tienen vida, sino que adoptan poses". La obra apenas le permitió hacerse un pequeño nombre en los círculos intelectuales de Nueva York. Pero al año siguiente, cuando siguió consejo de Macdonald, se hizo famosa. A veces un cambio de género trae consigo un cambio de vida.

Acababa de renunciar a su vida universitaria para dedicarse a la vida literaria. Las creía incompatibles. "He visto a la vida académica destruir a los mejores escritores de mi generación", declaró a The Paris Review en 1994. Después de la novela, dirigió sus esfuerzos en los ensayos periodísticos.

El 3 de marzo de 1964, la policía de Nueva York entró en un cine underground mientras se proyectaba la película semipornográfica Flaming creatures, de Jack Smith, en la que se muestra una orgía sexual donde participan por igual heterosexuales, homosexuales, lesbianas y drag queens. Detuvieron a los asistentes y a los organizadores, secuestraron las copias de la película y cerraron el cine temporalmente. Se levantó un alud de protestas, que, en el caso de Sontag, desembocó en un artículo en The Nation en el que defendía apasionadamente la obra y situaba a Smith en la tradición artística del expresionismo abstracto y del pop art. Su defensa de la película fue tal, que en el proceso judicial al que dio paso la acusación de pornografía fue invitada a declarar como experta.

Cada uno de sus artículos empezó a recibirse como un acontecimiento, por su estilo fresco y singular, y por los temas que elegía, inopinados. Enseguida amplió sus colaboraciones a revistas como Vogue, Harper's o Life, por aquel entonces consideradas despectivamente publicaciones de "clase media", según Daniel Schreiber, uno de sus biógrafos.

Al final del ensayo sobre Smith iba a introducir el concepto Camp, que sería el que, poco después, la impulsaría al estrellato. Camp equivalía a una actitud que permitía disfrutar de películas, novelas u objetos decorativos kitsch y de cultura de masas, que no encajaban en la retícula tradicional de la alta cultura burguesa. "Me siento fuertemente atraída por el Camp, y casi tan fuertemente ofendida por él", sostenía. Esta ambivalencia era la que mejor definía el Camp, que intentaba destruir los muros entre lo popular y lo culto, lo banal y lo elevado, lo frívolo y lo serio. De ahí que la consigna preferida de muchos camps fuese "es bello porque es horrible".

En el verano de 1964 publicó el ensayo Notes on Camp en Partisan Review. Y su vida cambió para siempre. El artículo, con una peculiar estructura, contaba con 58 párrafos numerados, que describían otras tantas facetas del Camp. El texto plasmaba un variado catálogo de ‘artefactos’: las lámparas Tyffanys, las óperas de Bellini, Gina Lollobrigida, Greta Garbo, King Kong de Schoedsack, las boas de pluma, los vestidos con flecos y abalorios, Lástima que no seas puta de Visconti, las películas cómicas de Flash Gordon, El lago de los cines, las películas de Erich von Stroheim con Marlene Dietrich, los dibujos de Anbrey Beardsley, etc.

Fue un artículo escandaloso, pero serio, que popularizó tanto el concepto que veinte años después Sontag se molestaba por "haber generado esa cosa que pronto comenzó a tener su propia vida".

Parecía increíble, pero un ensayo cultural había catapultado a una mujer de treinta años al estatus de estrella intelectual. Pronto llegaron los malentendidos, utilizándose la etiqueta camp para referirse a nuevos fenómenos culturales, e incluso como equivalente de pop o ironía. A raíz del éxito, en The New York Times empezaron a llamar a Sontag Miss Camp y Sir Isaac Newton del Camp.

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