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De la calle a los consejos

La protesta del 8-M tiene todos los ingredientes para convertirse en movimiento social

Manifestación en Santiago. XOÁN REY (EFE)
photo_camera Manifestación en Santiago. XOÁN REY (EFE)

LA LLUVIA fina de los números y los datos sobre desigualdad entre hombres y mujeres que marcó la agenda de este país durante más de una semana desembocó en una tormenta perfecta en cuanto a cohesión y transversalidad, que son los dos rasgos que pueden convertir una simple protesta en todo un movimiento social. Sucedió el Día Internacional de la Mujer, todo un seísmo de reivindicaciones con singular epicentro en España. La igualdad en cuanto a salarios, oportunidades o responsabilidad, sin embargo, es un movimiento que se demostrará andando. En el qué, erradicar esas diferencias, todos podemos coincidir. El cuándo, con la masiva movilización del jueves, es ya. Nos falta el cómo. Esta no es una historia de números. Va de mujeres.

"La huelga a la japonesa (es decir, protestar trabajando más, como sugirió en las semanas previas alguna ministra) la hago todos los días al llegar a casa". Recurre a la metáfora María Bastida, madre y profesora de Organización de Empresas en la facultad de Económicas de Santiago, a quien preocupa especialmente la brecha salarial indirecta. Son las primas por objetivos, los pluses, los complementos, por ejemplo, lo que hace que las diferencias salariales entre hombres y mujeres tengan un efecto que va mucho más allá del mero apunte estadístico. "¿La evaluación de resultados es neutra?", inquiere la académica. "¿La mujer no acepta determinados puestos? ¿Se le ofrecen? ¿No se le ofrecen porque se asume que no va a aceptar?". La brecha se convierte en sima.

Las concentraciones del pasado jueves también han demostrado algo más: el movimiento feminista, si se le puede llamar así porque parece ya algo más, no es en absoluto excluyente, como muchos han pensado durante demasiado tiempo. Y ese ha sido otro de los éxitos de una convocatoria que hace historia por sus nulos precedentes.

La verdad de las diferencias salariales pasa por el fuego sin quemarse. Lo viene a explicar un oportuno informe de CC OO., que paradójicamente forma parte de esos sindicatos mayoritarios descolocados ante una revolución sobrevenida, como le ha sucedido a gran parte de la clase política. La autocomplacencia que transpiran los discursos que se refugian en los avances alcanzados en cuarenta años de democracia se cae con repasar las diferencias. "Maior segregación ocupacional, desemprego, crecente fenda salarial, persistencia do teito de cristal, acoso sexual ou por razón de sexo, déficits na conciliación e na corresponsabilidade, menor protección social, fenda nas pensións...". Lo sintetiza Mamen Sabio Sanz, de la Secretaría da Muller de CC OO.

Ese otro puerto refugio que son las comparaciones alude a que en Alemania las diferencias salariales entre hombres y mujeres son mucho más acusadas que en España. ¿Por qué? ¿Son más machistas? La respuesta está en su propio modelo productivo. Alemania es un país más industrializado, frente a España como país de servicios, y por triste que parezca, esto de las brechas salariales también va por sectores. Sin ir más lejos, en Galicia, el salario medio anual de los hombres en la industria supera al de las mujeres en un 39%, diferencia que baja hasta poco más del 26% en los servicios. En la cadena de montaje de Citroën abundan los hombres, que son excepción, cada vez menos, entre los dependientes de Zara.

Faltan referencias femeninas. Y que sean visibles. Repasar las mujeres en puestos ejecutivos y consejos en el Ibex-35, las empresas más capitalizadas, y casi por definición las más modernas, representa un viaje en el tiempo a lo más oscuro de un patriarcado rancio y decimonónico. El sector público, frente a las grandes corporaciones, salva los muebles de algún modo, pese a esa falta en la generalización de planes de conciliación. A mismo puesto, para un funcionario o un contratado laboral que pase por un concurso, mismo salario, sea hombre o mujer.

Esas referencias femeninas tan necesarias en un entorno discriminatorio, como el de la cadena de mando de las empresas, es una luz que todavía no pasa de destello, pero en breve tornará en resplandor. También en Galicia. Porque existe una nutrida nómina de jóvenes directivas que escalan puestos en las empresas familiares más allá de procesos sucesorios. Están en la treintena larga, y pronto darán que hablar. El futuro de grandes compañías como Coren, Adolfo Domínguez, Cortizo, Megasa, Lonia, Castrosua e incluso Inditex se conjuga en femenino singular.

Quien vea cualquier tic populista en las movilizaciones de esta semana se equivoca. El discurso feminista, simplemente, se ha democratizado. Y con argumentos. Son esos datos que ilustran tanta desigualdad. Y que han calado. Como la lluvia fina.

Los nombres propios de las obras públicas
A este paso la obra pública, uno de los pulmones del sector de la construcción, acabará siendo un negocio residual para las empresas. De ello se encarga un brutal descenso en las adjudicaciones durante 2017, al caer prácticamente a la mitad, con especial desplome de las licitaciones de la Administración central. Por poner un ejemplo, las diputaciones gallegas adjudican más obra que el propio Gobierno. Inédito. El final de los grandes proyectos del Ave explica esta mutación, según los datos de la Federación Gallega de la Construcción. Pero más allá de los números, conviene detenerse en los nombres propios, porque hay sorpresas.

Una constructora que a simple vista es una desconocida para el común de los gallegos emerge de nuevo como gran adjudicataria de obra de la Xunta. Se trata de Taboada y Ramos, el pasado que vuelve. Fundada en Silleda por un antiguo concejal del PP, que comenzó de albañil en los ochenta, la constructora lidera de nuevo las obras de la Xunta y se lleva casi diez millones de los licitados por el Gobierno de Núñez Feijóo, con casi un 7% de todo lo que salió el año pasado a concurso, que estuvo bastante repartido, sea dicho de paso.

Taboada y Ramos se convirtió en los noventa en la constructora de cabecera de la obra pública de la Xunta de Manuel Fraga y Xosé Cuiña. Era la favorita, para sorpresa de medio sector. Hoy en día está afincada en Lalín, y desde allí concurre a todo concurso público que puede, tambien eólicos y de depuración de aguas. Taboada y Ramos emerge de nuevo frente a Copasa. La ourensana se sitúa en el puesto quince entre los adjudicatarios de la Xunta. Otra sorpresa.

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