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Las dos caras de Alcoa

Frente a amenazas y urgencias, hace falta sosiego para buscar soluciones para A Mariña

Una cruz con el lema 'Alcoa, peche non', a la entrada de la planta de A Coruña. CABALAR (EFE)
photo_camera Una cruz con el lema 'Alcoa, peche non', a la entrada de la planta de A Coruña. CABALAR (EFE)

EN el término medio suele estar la virtud. Conviene recordar el principio aristotélico para situar la crisis generada por Alcoa y las industrias electrointensivas en su lugar correcto. Porque en esta semana de tanto desasosiego en A Mariña lucense, que se suma a la incertidumbre en A Coruña y Avilés, hemos puesto todas nuestras miradas en Madrid. Ha sido un foco constante. Tiene bastante lógica. Casi toda. Veamos el porqué.

Siendo tantas las expectativas depositadas en ese nuevo estatuto para la industria electrointensiva, todavía un borrador de real decreto en fase de alegaciones, la decepción generada por el Ministerio de Industria ha dado paso a la frustación, primero, y a las amenazas de inviabilidad de las plantas, después. Una reacción, la de Alcoa, en cuestión de horas. Pero siendo un actor determinante en este asunto, el departamento de Reyes Maroto, quizá la ministra con menos peso político en el gabinete de Pedro Sánchez, no es ni de lejos el único. Porque no es el Gobierno quien cierra o amenaza con desmantelar industrias. Es Alcoa. En síntesis, miramos bien poco a San Cibrao y demasiado a Madrid. ¿En qué se sostiene este argumento? Pues, por ejemplo, en que Alcoa alude al riesgo de permanencia de una de las patas del complejo de A Mariña, la planta de Aluminio Español, que está en constantes pérdidas. Es, con diferencia, la que más trabajadores tiene, con unos 680 empleados. Sin embargo, la fábrica de Alúmina, es cierto, con menos plantilla (no llega a 500 personas), aporta constantes beneficios al grupo, que algunos años rondan los 90 millones de euros de ganancias. Alimentada por el gasoducto de Naturgy, Alúmina regresó a números negros poco después de que la infraestructura gasista entrase en operación, en 2015. Esto da buena idea, sin entrar en números, de lo determinantes que son los costes energéticos para este tipo de industrias.

Para situar el debate, otra reflexión. Durante varios ejercicios, las pérdidas generadas por las plantas de A Coruña y de Aluminio en San Cibrao fueron compensadas con creces por las ganancias de la planta hermana de Alúmina. Es mejor, en este asunto, poner luces largas y analizar la situación de Alcoa en Galicia en su conjunto, que a veces olvidamos. Porque ha generado constantes beneficios al grupo durante muchos años. Ahora, con la explícita amenaza de riesgo de inviabilidad para la planta de aluminio de San Cribrao, son muchas las voces que han puesto cifras a la relevancia de Alcoa para A Mariña y para toda la provincia de Lugo. Pues sin entrar en datos, no resulta exagerado decir que la multinacional es a Lugo lo que Citroën a Vigo o Inditex al entorno de A Coruña. Sin embargo, grupos como el automovilístico o el textil, que también tienen problemas, y a veces graves, no acostrumbran a amenazar con que echan el cierre cuando llega un revés, por complicado que sea. En Alcoa, sin embargo, el ardid es norma en los últimos años.

Una voz en el desierto de este conflicto, a la que apenas se ha prestado atención. Es la patronal de los grandes consumidores eléctricos, AEGE. El lobby ha hecho un llamamiento instando al Gobierno y a los partidos políticos a aunar esfuerzos «en apoyo de la industria para lograr la convergencia con Europa en costes eléctricos». Ese debería ser el objetivo de cualquier reforma eléctrica, y no exclusivamente la cuenta de resultados propia. Tampoco reparamos en esto. El problema está en el modelo, quizá. En Noruega, donde Alcoa también cuenta con una planta de aluminio, la energía cuesta casi la mitad que en España, en gran medida por la fuerte presencia de las renovables.

Y del fondo a la forma. Bruselas tiene en marcha una investigación para averiguar si considera finalmente como ayudas de Estado, es decir, ilegales, los fondos que reciben compañías como Alcoa por su participación, en este caso abrumadora, en las conocidas como subastas de interrumpibilidad. Por tanto, gobierne quien gobierne, España no podía seguir por ese camino, por el de unas subastas que eran poco menos que subvenciones encubiertas, de ahí un estatuto de empresas electrointensivas siempre mejorable frente al borrador de esta semana.

Algunos de esos inversores interesados en las plantas de A Coruña y Avilés, las que tienen los días contados, adquirieron en su día otras fábricas a Alcoa: Alicante y Amorebieta. Es el caso de Aludium. El precio que paga por la energía ese grupo es el mismo que la multinacional norteamericana. Podrá desistir ahora de comprar las plantas gallega y asturiana, ¿pero acaso Aludium amenaza con marcharse de Valencia y País Vasco porque no le convence el borrador de nuevo estatuto que sí enciende a Alcoa?

La transición silenciosa hacia los servicios
LA economía gallega, en su conjunto, crece con solvencia y cierta robustez, creando empleo, pero ello no impide que la lista negra de los conflictos industriales se agolpe sobre las mesas de los despachos, para desesperación de los trabajadores afectados. Los nombres propios de este peculiar inventario son de sobra conocidos: Alcoa, Ferroatlántica, Naturgy en Meirama, Poligal, Vulcano, Ence, Isowat... Problemas que presentan una génesis muy distinta en cada caso pero que confluyen en un sector, el industrial, que es intensivo en mano de obra de calidad y estable, muy al contrario que los servicios, donde reinan temporalidad y bajos salarios si se exceptúan actividades como la financiera. Y aquí llega el problema, que comienza a reflejarse en las estadísticas oficiales.
El silencioso proceso de ‘terciarización’ de la economía gallega ya no lo es tanto y genera cierto estruendo en estos momentos. Esta misma semana se ha divulgado la prueba del algodón. Ha sido el Ine. Galicia lidera el crecimiento de las ventas de los servicios en España, al registrar un incremento de su facturación del 11,7% en enero en relación con el mismo mes de 2017. Este avance supone más del doble que el aumento de la media española, que fue del 5,4%. Frente a ese ritmo, que se produce incluso descontando el efecto estacional, los ingresos del sector industrial en Galicia avanzaron un 2% en enero en comparación con el mismo mes de 2018.
Todos estos datos apuntan en una misma dirección. Y es la del incremento del peso de los servicios en la estructura productiva gallega. Es una nueva realidad, pero hay quien todavía no quiere verla.

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