Blog | El portalón

Protocolo de actuación

Manual para comportarse en sociedad destinado a mujeres

Ve a unas fiestas patronales. Eso lo entiende todo el mundo, tampoco es que quieran que te quedes en casa. Detente un segundo y reflexiona si no será precisamente eso lo que se espera de ti, que no salgas, que salgas poco, apenas. Descártalo y ve a esa ciudad que está en fiestas y que no es la tuya. 

La gente bebe de buena mañana. Las calles están llenas. Todos con algo en la mano, una cervecita, un vino...charlando y riendo con ganas. Algunos, que empezaron más temprano o fueron más rápidos, tienen ya mal aspecto: colorados, el flequillo pegado a la frente, vociferantes... Puede que te griten cosas. Puede que te moleste. Si otro día y en otro estado les preguntaran cómo llamarían a eso que te gritan dirían “piropos”. A ti nunca se te ocurriría llamarlos así. Brilla el sol. Finge que los ignoras, que sufres sordera selectiva.

portalonilus

Ve con tus amigas a un bar. Pide agua mineral o un refresco. A ti también te apetece una caña, también te gusta el vino y estás en una tierra que produce buen vino... Piénsalo un minuto pero decide que no, mejor agua. Recuerda lo que te puedes permitir y lo que no. Recuerda las consecuencias que esa decisión nimia puede acabar teniendo. Hay que seguir las instrucciones porque alguien ha de hacerlo. Si los otros no lo hacen, sientes que no te queda más opción que hacerlo tú, como ha ocurrido siempre.

Pasa las horas de aquí para allí. Ve a un concierto, vas a otro, ve a una terraza y a un restaurante más o menos típico, ve a cada una de las celebraciones. Siéntete a veces muy lejos, preguntándote qué haces y qué hacen los otros. Padece punzaditas de vergüenza ajena y de incomprensión, pero en otros momentos déjate arrastrar por la marea feliz. Estás en unas fiestas. No crees que se te pueda pedir que seas hiperconsciente permanentemente, que todo el rato contemples cada posibilidad, hacia dónde pueden ir las cosas, por dónde se pueden torcer. Déjate llevar y vuelve; déjate llevar y vuelve. Vuelve siempre.

Charla con un chico. Parece simpático, te gusta. Te parece que tú también le gustas a él. Él está con sus amigos y tú has perdido a las tuyas hace nada, dos minutos. Llámalas y. efectivamente, comprueba que están ahí al lado, tomando algo. Encamínate hacia el sitio en cuestión, con el chico a tu lado, callejeando. Sus amigos van detrás. Escucha su charla inconexa, no sabes de qué hablan pero sí que andan cerca. Id haciendo paradas. Son propias de esas andanzas nocturnas, de las charlas, de las esperas por los otros. En una de ellas, besaos. Él te agarra de la mano y te da un tironcito, como guiándote. Ve, claro. Riéndote o al menos sonriendo.

No crees que se te pueda pedir que seas hiperconsciente permanentemente, que todo el rato contemples cada posibilidad

Estás en un sitio oscuro que no reconoces. Ya no estás en la calle. La vista se va adaptando poco a poco a la falta de luz. Se encienden algunas pantallas de móvil que ayudan. Está el chico y sus amigos. Míralo ya con otros ojos. No tengas claro si te gusta. Tampoco qué está pasando ni por dónde se sale de ese lugar.

El chico te toca, también otro de sus amigos. Te hablan con frases de dos palabras dando órdenes. Te desnudan, son ellos quienes lo hacen. Reconoce lo que está pasando, aunque tarda. Todo ha empezado ya, se ha desencadenado y tú estás ahí. No te puedes creer que te esté ocurriendo. A ti. Ahora es cuando tienes que seguir el protocolo, ahora es cuando necesitas cumplir con las instrucciones paso a paso. En eso piensas, en que tienes que pelear, moverte, arañar, morder, luchar. Lo que sea. Que no parezca que te dejaste hacer, que te quedaste quieta, que obedeciste las órdenes y, paralizada de miedo y estupefacción, cumpliste con todas, una a una. No. Es muy importante lo que parece después, piensa eso. Recuerda todo lo que sabes sobre la obligación de las apariencias, sobre cuánto necesitas que te hieran. No. Reformula la frase en tu cabeza: cuánto necesitas que te hieran en el exterior, dejando marcas en la piel, cuantas más mejor, porque lo que es herirte ya te están hiriendo, pero después eso no cuenta. O no lo suficiente, o no para todos. Lo peor ya está ocurriendo.

Pasa el tiempo, no sabes cuánto. Ya estás sola. Siéntete abrumada por el frío, el miedo y la consciencia de que no has cumplido en absoluto con el protocolo. No has hecho nada de lo que había que hacer, aunque lo tenías claro, aunque habías contemplado esa posibilidad -como todas, no tienes ni una sola amiga que no lo haya hecho-, aunque sabías hasta qué punto debías seguirlo. Al final, como sospechabas, no tenías ni idea de cómo ibas a reaccionar, te resultó imposible predecirlo. Te apagaste aunque se te exigía otra cosa. Ten claro qué significa, qué te espera.

Comentarios